El escritor mexicano Jordi Soler habló con SinEmbargo sobre su última novela, un texto donde lo exótico, primitivo, bello y atroz, de la mitología griega y la del México prehispánico cobran vida.
Ciudad de México, 18 de febrero (SinEmbargo).– En la mitología griega Poseidón regala al Rey Minos, de Creta, un hermoso toro blanco que emerge del agua para que lo sacrifique, algo que no sucede y causa la furia del Dios de los mares. En el reino del toro sagrado, la última novela del escritor mexicano Jordi Soler, otro toro blanco sale de una laguna y se convierte en la obsesión de Artemisa, la hija de un terrateniente griego que llega a Veracruz que se cruza en el camino de Teodorico, un cruel cacique.
Jordi Soler platicó a SinEmbargo cómo desde joven ha tenido una fascinación por la mitología griega. “Creo que ahí tenemos un archivo de historias donde están todas las historias que te pueden pasar en el siglo XXI, incluso, ahí está todo, porque esas historias fueron narradas originalmente por la misma criatura desvalida que somos nosotros, tenía los mismos anhelos, los mismos miedos, las mismas obsesiones”.
El escritor nacido en La Portuguesa, en Veracruz, escenario que también esta presente en esta historia, señaló que también le entusiasma mucho la mitología mexicana. “Me parece un archivo lleno de elementos que nos sirven a nosotros, esta estereofonía que tenemos los mexicanos, porque estamos aspectados permanentemente por una serpiente que vuela por la tierra y el aire”.
“México y Grecia son dos territorios fundados en un mito o en varios mitos y con este material me he puesto a escribir esta historia, lo de cruzar las dos mitologías no es una idea original mía, porque esto ya lo hacía Alfonso Reyes, quien trazó la línea que va con mucha claridad la línea entre las dos mitologías, luego Carlos Fuentes en cuando menos dos de sus novelas batallan las dos mitologías, Octavio Paz también hizo ese cruce, Vasconcelos hizo ese cruce, de manera que yo simplemente me he inscrito en una tradición de escritores que han visto eso y les entusiasma eso”, compartió Soler.
Jordi Soler expone así lo exótico, primitivo, bello y atroz, de la mitología griega y la del México prehispánico, que cobran vida en uno de los lugares más remotos de México, en donde la violencia ancestral, la política y la del narcotráfico están permanentemente al acecho.
“Tengo la impresión de que en la Ciudad de México que es una metrópoli equiparable a cualquier capital europea vivimos en el siglo XXI, pero en el pueblo en el que yo nací siguen en el XVII. Fuera de los elementos que propongo como los teléfonos móviles, los coches, y todo esto, para que se entienda que es una novela que sucede hoy, una novela contemporánea, me parece a mí un mundo fascinante con el que he trabajado en varias novelas, esta con otro ímpetu, desde otro punto de vista, pero es en este plato en el que me siento muy cómodo escribiendo”, mencionó.
En medio de estos pasajes, el autor vuelve a La Portuguesa con una familiaridad que rememora a otras de sus novelas. “Por supuesto que los temas coinciden, la violencia coincide, pero aquí tiene ese ímpetu de la mitología, repito, porque me parece que es muy preciso, de hecho la novela se va articulando a partir de estas escenas o mitológicas o mágicas, pero siempre están un poquito pasadas de vueltas, está escrita así la novela, pero hay un exabrupto que está perfectamente atado a la trama, no es una cosa que sale ahí de pronto, porque fue la forma que encontré para hacer de toda la historia un crescendo, esta historia si no fuera un crescendo no llegaríamos al final como llegamos, yo quería que mis lectores llegaran corriendo”.
Esta violencia, explicó Soler, está contrapunteada por dos fuentes de poder: “una es Artemisa y otra es Teodorico, Artemisa es esta mujer bellísima, seductora, que explota esa belleza para conseguir sus fines, esto es incorrecto decirlo en el siglo XXI, pero es así. Le molesta mucho que se diga que ha conseguido lo que tiene por su belleza, por su puesto heredado dinero de su padre, pero ella ha levantado un rancho, tiene muchos talentos, y la belleza es otra de ellas”.
“Luego el poder de Teodorico es el poder sordo, salvaje, el de Artemisa supone una aceptación de su víctima, tú no puedes ser el perro de Artemisa si no quieres serlo sino te das la vuelta y te vas, haya que querer serlo, y esto ya implica una relación, en cambio el poder de Teodorico es avasallador, no te das ni cuenta y ya desapareciste del planeta”.
El narrador es otro de los personajes. Un viejo amor de Artemisa cuando ambos eran jóvenes. “Esa es la perspectiva que más me interesa de mis novelas, que el narrador participe también, que sea un personaje, es un narrador-personaje, porque esto me permite una serie de despliegues en la historia que no podría hacer si estuviera narrando desde fuera, de esta manera la narración es más sucia, porque él está metido ahí, más en esto que se trata de una relación de amor desastrosa, desgarradora, esto creo que no sería lo mismo si lo hubiera contado desde afuera, porque el narrador está compartiendo también su desasosiego, su desgarro y su pena desde adentro, tiene un interés, así es la narración, es una narración obviamente interesada”.