A la indignación y la ira de familia de la pequeña Fátima, amigos y vecinos se unió también la de la sociedad capitalina, que durante todo el lunes y hasta esta mañana sigue manifestando su clamor de justicia a las autoridades de la Ciudad de México, que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo, y al Gobierno federal, que conduce el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ciudad de México, 18 de febrero (SinEmbargo).– El nombre de Fátima retumbó en un grito de indignación. Se escuchó afuera de la casa que la vio crecer, en la calle que la vio correr, en la escuela donde asistió y la avenida que transitó. En la comunidad que se unió y junta le lloró y elevó su clamor de justicia. Hoy en Tulyehualco solo se respira dolor.
Una camioneta blanca circuló a paso lento sobre la calle María Dolores Obregón, en la colonia San Sebastián. Una fila con decenas de vecinos aguardaba su llegada desde al menos diez horas. El vehículo detuvo su marcha frente a un pequeño cuarto, de apenas unos dos metros por dos metros cuadrados.
Globos y flores adornaban una mesa. Al fondo en una pared un Cristo y al frente la fotografía de la niña. Dos hombres bajaron, abrieron la puerta y sacaron el féretro blanco que llevaron hasta el humilde inmueble. El cuerpo de la niña Fátima volvía al lugar que fue su hogar por siete años, antes que el 11 de febrero fuera raptada por una desconocida, y que el 15 fuera encontrado en una bolsa de plástico.
La pequeña fue recibida entre aplausos. El alarido desgarrador de su madre cubrió el lugar. Más gritos exigiendo justicia se le unieron, mientras el llanto cubría los rostros de los vecinos.
A la indignación y la ira de la familia, amigos y vecinos se unió también la de la sociedad capitalina, que durante todo el lunes y hasta esta mañana manifiesta su clamor de justicia a las autoridades de la Ciudad de México, que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo, y al Gobierno federal, que conduce el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Un "¡ya basta!" unánime se escuchó en Tulyehualco y en la capital del país. Queremos justicia y paz, gritaban pobladores, mientras el ataúd blanco con los restos de Fátima, rodeado de flores y velas, era velado entre oraciones.
JORNADA DE EXIGENCIA E INDIGNACIÓN
La comunidad estuvo en pie desde las siete de la mañana. “Tulyehualco está de luto. Justicia para Fátima”, es el mismo mensaje escrito con tinta verde en los vidrios traseros de los autos que circulaban y que bloqueaban la avenida Tláhuac, el acceso principal a la población, en protesta.
Mototaxis, taxistas y vehículos particulares fueron colocados sobre la avenida para impedir el acceso. La protesta se extendió a diversos puntos: afuera de la escuela Enrique Rébsamen, donde la menor estudiaba, en el centro de la Alcaldía, y en diversos puntos de la ciudad.
En el ambiente, reinaba la indignación de una población que se reconoció en condición vulnerable, al ver el inminente peligros en que están sus hijos frente al atroz crimen contra la pequeña.
“El hecho de que toquen a nuestros hijos es grave, sobre todo para las mamás y los papás que tenemos a niños en edad escolar. Enterarte de esta situación hace que te sientas vulnerable, desprotegido, desnudos”, platicó Gabriela Barrera, vecina de la comunidad y madre de un niño, de 11 años y una niña de 10 años.
Tulyehualco es, al menos visiblemente, una comunidad con alta presencia de infantes. Madres caminando de la mano con uno o más niños menores de diez años se ve con frecuencia en las calles.
Justo en la entrada de la “Feria de la Alegría y el Olivo”, en el centro de la comunidad, se instaló una protesta.
“Estamos muy dolidos, muy lastimados, es como si fuera una hija de cualquiera de nosotros. Tenemos un sentimiento de dolor y de empatía hacia la familia”, dijo Verónica Mejía, vecina de la familia de la menor.
Verónica platicó que la familia de la pequeña Fátima es de bajos recursos y que todos en la colonia los conocían.
“Aquí todos los vecinos la conocemos y por eso nos ha dolido tanto, porque sabemos cómo era la niña y que no se merecía algo así”, expresó la entrevistada.
Fátima era un niña alegre y sociable. A la pequeña se le veía seguido en la calle, al lado de su madre, en la venta de dulces, pues ayudaba al sustento de su familia, aunque fuera la menor de al menos tres hermanos.
“Era una niña muy alegre, muy cordial, si no te conocía te pregunta tu nombre. Te decía, ‘Hola, ¿cómo te llamas?’, era muy accesible”, describió la vecina.
Dora Elba Torres es otra vecina de la familia. A Dora se le nota la ira e impotencia en sus ojos y al hablar.
“Queremos que nos presenten a los asesinos aquí y nosotros no hacemos cargo, porque no esperamos que la “justicia” haga justicia, porque se tardan y porque al final de todo no hacen nada”, expresa la mujer de 60 años.
Y añade: “nos sentimos indignados, tristes, porque ellos (la familia) son gente muy humilde, muchos están enfermos.
Dora también repudió que la sociedad, sin conocer el contexto de la familia, culpe a la madre del crimen. “Si no saben que la mamá está enferma, si no saben la situación de la familia no pueden hablar”, dijo la mujer.
Los mensajes en redes que tratan de responsabilizar a la madre del crimen, tan solo por no llegar a tiempo por la niña, han generado enojo entre la población, activistas, derechohumanistas y diversos sectores de la sociedad. “La culpa jamás será de nadie más que de los agresores”, coinciden.
Pero, además de dolor y rabia, en Tulyehualco también se perciben resquicios de “culpa” entre varios pobladores.
“Fuimos indiferentes. No agotamos hasta la última gota para unirnos como pueblo y buscarla. Les dimos tiempo a la pedofilia, le dimos tiempo a la gente sin alma”, dijo al micrófono Braulio Rodríguez, padre de menores que también acuden a la misma escuela en la que estudiaba Fátima.
“A veces solo cuando hay despensas, como pueblo, nos acercamos. Hay que actuar más, hay que exigir justicia y que esto no quede impune”, decía otro vecino de nombre Alberto.
JUSTICIA PARA FÁTIMA Y PARA TODAS: FAMILIA
Fernando trata de mantenerse sereno y en apariencia estable, pero sus ojos hinchados, vidriosos y rojos lo delatan. Es uno de los tíos de Fátima. Quiere hablar. El hombre, muy delgado y estatura baja, pide que su suplica de justicia sea escuchada.
“Quisiera que se hiciera justicia no solo para mi sobrinita sino para todos los que han estado en estos casos”, dijo en entrevista con SinEmbargo.
El familiar reprochó por la violencia, la criminalidad y pidió la inmediata detención de los responsables del rapto y asesinato de su sobrinita.
“La familia está muy dolida, creo que cuando pierdes un familiar, si cuando es por una enfermedad duele, ahora en este caso duele más. Se siente un dolor tan grande que la gente muera y los culpables anden libres”, dijo.
El tío de Fátima pidió a las autoridades que el apoyo y atención que le dan ahora a la familia no sea solo porque es mediático el caso, sino que persista con el paso del tiempo.
“que prevalezca, que no sea nada más en este tipo de situación que nos apoyan con gastos y eso, pero después cuando uno los va a buscar para exigir justicia o avance de la investigación ya no nos hagan caso”.
Fernando se mantenía en casa en donde se congregó la gente que esperó por más de diez horas a que llegara el cuerpo de la niña.
"Quiero justicia. No nada más por mi hija sino por todas, por todas”, exclamó la madre de Fátima al llegar junto con el cuerpo de su pequeña hija al lugar donde la velan.
La gente seguía en fila y de cinco en cinco personas ingresaban al pequeño cuarto para darle el último adiós.
Dos niñas lloraban desconsoladas, una ya en los brazos del padre. Se trata de ex compañeras de kinder de Fátima, quienes, luego de hacer guardia cayeron en un llanto inconsolable. Sus caritas estaban desquebrajadas.
“Ya no llores mija. Ahora, ves que no te tienes que ir con ningún desconocido”, les decía una vecina a las pequeñas.
“Mire a lo que hemos llegado, estas niñas ahorita, en lugar de estar pensando solo en juegos, juguetes y escuela, están aprendiendo a vivir sabiéndose en peligro”, sollozó una vecina.
Mientras en la casa velaban el cuerpo de la niña, otros colonos seguían al pie de protesta, con pancarta en mano, y ahora con una veladora en sus pies, se mantenían en diversos puntos de la comunidad.
“Descansa en paz, Fátima”, se lee en las cartulinas que portan alrededor de diez personas que estaban de fila en la salida del poblado.