La cosmogonía mexica refiere que Xochipilli y Xochiquétzal eran dos hermanos gemelos, príncipe y princesa, dios y diosa de las flores y de las cosas bellas de la naturaleza y, por lo tanto, patrono y patrona, respectivamente, de artistas y artesanos.
De estos vocablos en náhuatl tomaron sus nombres dos entidades –gemelas también– que en Cuernavaca, Morelos, nacieron para rendir su propio culto a la actividad artesanal mexicana; un culto de tintes mucho más modernos, relacionado no sólo con la preservación de las tradiciones, sino también y sobre todo, con la expansión internacional de exquisitos productos nacionales fabricados a mano por las comunidades indígenas y rurales del país.
Xochipilli y Xochiquétzal son dos entidades hermanas que desde 1991 cumplen la función de impulsar la exportación de artesanías mexicanas a diversos países como Francia, Italia, Alemania, Austria, Estados Unidos y Canadá.
Los fabricantes de esas manualidades que Xochipilli-Xochiquétzal ayudan a llevar a los mercados internacionales están situados en diversos puntos de la República Mexicana, pero los fundadores de estas dos entidades determinaron que había dos problemas por resolver: primero, encontrar clientes fuera de México interesados en las creaciones de nuestros artesanos y, segundo, lograr que nuestros artesanos se adscribieran a ciertas normas puntuales de producción y calidad, sin perder por ello las formas tradicionales de fabricación.
COMERCIO JUSTO Y AYUDA A COMUNIDADES
Mientras que Xochipilli es una comercializadora internacional, Xochiquétzal es una asociación sin fines de lucro; podría parecer paradójico, pero en realidad, de acuerdo a sus fundadores, una es impensable sin la otra, razón por la cual –igual que los dioses mexicas– nacieron juntas para trabajar por un fin común: los artesanos y las artesanías mexicanas.
En cierto sentido, una entidad se ocupa mera y llanamente del producto, mientras que la otra se ocupa de los seres humanos que realizan esos productos fabricados a mano. Así, mientras que la comercializadora se dedica a buscar clientes extranjeros que valoren el trabajo hecho en México, su entidad gemela se dedica a capacitar a quienes realizan estos trabajos para que mejoren su calidad sin que en el camino pierdan las tradiciones que las sustentan.
Desde su nacimiento conjunto, Xochipilli-Xochiquétzal están adscritas a la Organización Mundial del Comercio Justo (World Fair Trade Organization, WFT) y más adelante aplicaron también para pertenecer a la Asociación Europea de Comercio Justo (European Fair Trade Association, EFTA), esto con el fin de crear una cultura comercial ética que redundara en un bien general: para los productores y artesanos, así como para sus clientes internacionales, pasando por ellos mismos, que fungen como intermediarios y capacitadores de este proceso.
Actualmente, Xochipilli-Xochiquétzal, que inicialmente arrancó con 100 talleres de artesanos, ha decidido ahora centrar sus esfuerzos en 18 talleres de capacitación artesanal repartidos en cinco estados de la República Mexicana: Guerrero, Oaxaca, Guanajuato, Estado de México y por supuesto Morelos, que es el lugar donde está la sede de estas entidades hermanas.
EQUILIBRIO Y SUSTENTABILIDAD
En honor a su nombre, estas instituciones hermanas fungen como verdaderos guías de los artesanos y eligen a sus proveedores no por otra cosa que por su potencial a la hora de lograr productos bellos, que tengan el sello de la tradición mexicana y que a la vez estén dispuestos y abiertos a recibir la capacitación que se imparte en los talleres para mejorar sus estándares de producción y calidad.
“Podríamos decir que nuestra especialidad son los trabajos en barro rústico, aunque también realizamos talleres y posteriores exportaciones de artesanías hechas con madera laqueada, de trabajos finos en hojalata y de cerámica obtenida a mediana y baja temperatura”, dice en entrevista, Inez Villaseñor Salto, gerente general de Xochipilli-Xochiquétzal.
Actualmente, el volumen de ventas de las artesanías que se comercializan en el extranjero con la mediación de estas instituciones, alcanza aproximadamente unos 120 mil dólares por año; un dividendo del que logran beneficiarse alrededor de unos 100 artesanos y sus familias en los distintos estados donde Xochipilli-Xochiquétzal compra y vende sus productos de artesanía típica.
Se dice fácil pero es un trabajo arduo, pues solamente tres personas de planta son las que se encargan de coordinar, visitar, promover, colocar y hacer toda la logística de traslado del material que debe viajar desde las comunidades rurales de origen hacia su destino final, ya sea en Francia, Austria, Alemania, Estados Unidos o Canadá.
Además, en estos casi 20 años de existencia, Xochipilli- Xochiquétzal siempre se ha fondeado de sus propios recursos –con la mediación de comercio internacional– y ayudada por los clientes del extranjero que a veces solicitan –y financian parcialmente– talleres especiales para productos artesanales específicos. Según la propia gerente general, Inez Villaseñor, sólo muy ocasionalmente han logrado empatar sus labores con ayudas del gobierno.
BENEFICIOS Y PLANES A FUTURO
Si bien es cierto que Xochipilli-Xochiquétzal ha logrado mantener las tradiciones artesanales de las comunidades donde trabaja, al tiempo que optimiza sus capacidades de producción y de calidad, también es verdad que algunos pequeños cambios adicionales se han ido notando en estos lugares indígenas y rurales del México profundo.
Tradicionalmente, en muchos sitios las mujeres no tienen acceso al trabajo o a otra clase de oportunidades y, aunque suelen ser ellas las que realizan con mayor frecuencia las artesanías típicas, regularmente sólo se les permite que las hagan para el consumo del propio hogar.
En Cuentepec, Morelos, por ejemplo, las mujeres eran siempre tradicionalmente las que trabajaban el barro, haciendo productos casi siempre para su uso doméstico y más tarde, para su venta, pero no les dejaba muchos dividendos. En esta comunidad, sólo las mujeres tenían permitido ir a las minas de barro, pero ahora los hombres ya ayudan en algunas de las tareas de recolección del material, en lo que la tradición se los permite.
Ahora, unas 26 mujeres de Cuentepec son capaces de producir mil piezas de artesanía a la semana que, si no son compradas por los clientes extranjeros de Xochipilli-Xochiquétzal, ellas ya pueden vender en otros mercados, ya que gracias a los talleres de estas entidades han mejorado la calidad de sus productos y han optimizado sus maneras de organizarse para lograr mejores y mayores volúmenes de productos artesanales.
Cuando Xochipilli-Xochiquétzal ha dado a las mujeres indígenas la oportunidad de trabajar de una forma remunerada, la familia entera se ha sumado a esa tarea, incluyendo a maridos e hijos, con lo que mejora exponencialmente la vida de esas comunidades de artesanos.
“El dinero que obtienen las mujeres será casi siempre invertido en mejorar la alimentación y la educación de su familia, o en hacer mejoras a su vivienda. Al darles acceso a un ingreso adicional, eso las hace sentir mejor pues se trata de comunidades alejadas, a donde las oportunidades casi nunca llegan”, afirma Inez Villaseñor.
Por ahora, y debido a la crisis económica que afecta al mundo, el mercado internacional de artesanía no vive precisamente un momento de auge, por lo que de momento, Xochipilli-Xochiquétzal planea seguir y mantener en pie a los 18 talleres de las cinco entidades federativas donde trabaja.
En un futuro más estable estas entidades gemelas planean iniciar entre sus beneficiarios una campaña que ponga a los artesanos mucho más en contacto con la filosofía del comercio justo, una manera de comercializar y mover productos a nivel internacional pero con reglas muy específicas
“En este tipo de comercio, los salarios deben ser competitivos, se debe ser responsable con los seres humanos implicados en los procesos de producción y también con el planeta, manteniendo estándares medioambientales, las condiciones laborales deben ser óptimas y, en la medida de lo posible, deben establecerse relaciones comerciales estables, que beneficien tanto a clientes como a intermediarios y productores”, afirma la gerente general de Xochipilli-Xochiquétzal.
Por ahora, estas dos instituciones no sólo han logrado mantenerse a flote, sino que en 20 años han logrado realizar cambios estructurales y económicos importantes sin menoscabar las formas tradicionales de hacer artesanía en nuestro país y, además, consiguieron que estos productos 100% mexicanos y típicos sean reconocidos y apreciados en el extranjero… Sin duda es un digno culto a las deidades que inspiraron sus nombres, y han sabido ser dignos patronos modernos de los artistas nacionales.
¿QUÉ OBJETIVOS PERSIGUE XOCHIPILLI-XOCHIQUÉTZAL?
• Presentar a los clientes productos nuevos periódicamente.
• Dar a conocer la riqueza artesanal de las comunidades con las que trabajan.
• Desarrollar talleres para mejorar la producción y la calidad de esas artesanías.
• Además de los propios productos, crear los diseños y las muestras que solicitan los clientes en el extranjero.
• Mantener una red permanente de comunicación con los productores para verificar sus estándares de producción y poder dar seguimiento y cumplimiento a los pedidos.
• Mejorar la competitividad y la calidad de vida de las/los artesanos mexicanos con la colocación de sus productos en mercados internacionales.
• Conservar sus tradiciones y técnicas artesanales, sin dañar el medio ambiente.
• Lograr un desarrollo equitativo y crear oportunidades permanentes de trabajo para los hombres y las mujeres de las comunidades.
• Mejorar el empoderamiento y el poder adquisitivo de las mujeres para que esto redunde en las familias y aumente su acceso a la educación y las oportunidades.
• Compartir los principios del comercio justo entre los artesanos y artesanas.
• Vincular a las comunidades productoras de artesanías y que ellos encuentren otras herramientas de salida a sus productos en mercados locales y nacionales.