María Rivera
18/01/2024 - 12:01 am
Condena
“Poco falta para que metan maquinaria y se lleven los escombros (junto con los restos de miles de palestinos que quedaron muertos entre ellos) para que empiecen su colonización en el norte, si es que el mundo lo permite”.
El nuevo año avanza y con él, la matanza que no cesa en Gaza, querido lector, por más de cien días a manos de Israel. No importa que ya Sudáfrica lo haya denunciado ante el máximo tribunal de la ONU, la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, por genocidio. Nada ni nadie va impedir su infame cometido de despoblar Gaza para robarse la tierra y repoblarla con colonos fundamentalistas israelís, aunque en el discurso lo nieguen. Su plan para la población que no logre ser expulsada de Gaza es tan grave como su plan genocida por su naturaleza innegablemente nazi y que consiste en el adoctrinamiento y control ideológico que llaman, eufemísticamente, “desradicalización” de la población, en una operación realmente perturbadora de la ocupación.
Han logrado ya la destrucción del norte de Gaza, arrasaron con toda la infraestructura, los edificios, que allí había. Limpieza étnica es poco decir. Han arrasado con todo: los edificios, las calles y banquetas, los cementerios: no queda nada de lo que algún día fue esa región superpoblada del mundo. Los periodistas palestinos que han logrado sobrevivir, han denunciado que Israel, además, derriba los drones con los que han documentado la atroz destrucción, para que no puedan darla a conocer al mundo. Pero es tan descomunal la devastación que a pesar de la propaganda, Israel no ha podido ocultarla.
Y es que, si usted ve las fotos y videos que documentan el horror, entiende lo que realmente está pasando en Gaza. Yo no recuerdo, en mi vida, haber atestiguado algo semejante y como miles de personas en el mundo, sencillamente no entiendo cómo es que la comunidad internacional ha permitido un crimen tan escandaloso e indignante; cómo es que pasan los días, los niños siguen siendo asesinados, despareciendo familias enteras, bombardeando hospitales, dejando sin agua ni alimentos a millones de personas, sin que detengan a los asesinos. Es una falla mortal en el corazón de la cultura occidental que fue capaz de producir el nazismo, de castigarlo y al mismo tiempo, ha vuelto a permitir una barbarie que se le asemeja, en no poco.
Cuando uno ve los videos y fotografías, conoce los reportes de los periodistas palestinos (que usted puede encontrar en X antes Twitter) entiende que esta guerra nunca se trató de combatir a Hamas, sino de arrasar las ciudades para volverlas inhabitables, castigar a toda la población, diezmarla y después apropiarse de la tierra. Ahora, por desgracia, están asolando el sur de Gaza, a donde mandaron a los palestinos desplazados del norte. Sí, están dispuestos a matar a toda la población, ya sea con bombardeos, o de sed y de hambre si no logran sacarlos de Palestina, que es lo que buscan, como en la segunda guerra mundial, Hitler buscó expulsar a los judíos masivamente de Alemania y los países ocupados.
Poco falta para que metan maquinaria y se lleven los escombros (junto con los restos de miles de palestinos que quedaron muertos entre ellos) para que empiecen su colonización en el norte, si es que el mundo lo permite. Un crimen totalmente brutal cometido con total impunidad y con la complicidad de Europa y Estados Unidos. No es extraño, pues, que Israel cuente con muchos de los medios occidentales que no se molestan más que en repetir las cínicas mentiras que produce Israel, sin siquiera tomarse la molestia en informarse con las autoridades palestinas o escuchar lo que las agencias de la ONU reportan con desesperación. Lo hacen en México también algunos informadores cuando repiten como materia noticiosa las versiones de Israel y no reportan lo que realmente está ocurriéndole a la gente en Gaza. No es tan difícil, querido lector, basta, como le decía, tener acceso a los reportes, de primera mano, de los periodistas palestinos que merecerían tener todas las condecoraciones mundiales. Periodistas que están sufriendo, en carne propia, el mismo destino trágico que el resto de la población: que han sufrido el asesinato de sus hijos, esposas, nietos, de su familia completa, de sus compañeros de trabajo y que incluso han sido heridos ellos mismos, siguen dándole a conocer al mundo lo que ocurre en Gaza.
Recientemente, el periodista Wael al Dahdouh, de la cadena Al Jazeera, logró cruzar a Egipto a atender una herida que le causó un ataque israelí y en el que murió su compañero. Al Dahdouh perdió en un primer ataque a su esposa y sus hijos pequeños y en otro a su hijo mayor. Verlo en un video llegando, me heló la sangre ¿cómo podrá ese hombre sobrevivir a esa tragedia? ¿cómo sobrevivirá el resto de la población que ha padecido un tormento de ese tamaño? ¿cómo sobrevivirán los miles de niños que han sido amputados de uno o varios miembros? ¿cómo crecerá esa población que además de herida es huérfana? ¿Qué está haciendo el mundo ante esta barbarie?
Porque barbarie es la palabra, no hay otra. Piense, querido lector, en un médico que, tras ser bombardeada su casa, encuentra que su hija fue gravemente herida y se ve obligado a amputarle la pierna sobre la mesa de la cocina, sin anestesia para salvarle la vida. Eso es barbarie, inhumana y no hay más palabras para describirla.
En Gaza, ahora, no hay ya casi ningún hospital funcionando, no hay ya ambulancias para transportar a los heridos, no hay medicinas ni agua ni alimentos, las personas viven en refugios con escasas pertenencias y sus casas han sido destruidas. Hay, además, decenas de miles de heridos que requieren atención médica de urgencia. Por eso, la mayoría de los heridos muere en el piso de los hospitales con médicos que poco pueden hacer ya que no tienen recursos. Videos y más videos hay que documentan cómo yacen en los pisos heridos que se desangran, recién amputados, quemados, que duran muy poco con vida. Los cuerpos están siendo enterrados en fosas comunes o en tumbas improvisadas en camellones y calles y jardines.
Imagine usted, si frente a estas atrocidades los gobiernos occidentales tendrán ya alguna legitimidad para librar alguna guerra en nombre de “la civilización”. Todos los valores “democráticos” que hasta hace un par de décadas tenían sentido, han caído junto con la vida de inocentes palestinos. Esa es la verdad. El mundo ha permitido una atrocidad que lejos de desvanecerse, crecerá con el paso del tiempo. Un pecado que la civilización occidental pagará con creces los años por venir.
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