Aun en medio de las imágenes de bandas de rock y de paisajes antiguos de la ciudad de México, el perfil de Zapata es inconfundible. Los puestos ambulantes que hay en diferentes calles de la ciudad de México exhiben una galería de personajes y bandas; pero en medio de todos estos recuadros en blanco y negro, resalta el bigote poblado, el sombrero y la mirada penetrante de Zapata, el caudillo sublevado en el sur, el 10 de marzo de 1911. Su imagen sepia, congelada en el tiempo, se multiplica a lo largo de lo que parece ser una pequeña exposición de la Revolución Mexicana.
“Zapata de charro, Zapata con Villa, la cara de Zapata. Tenemos diferentes fotos de él”, señala el dueño de uno de los puestos que hay en la salida del metro Balderas, y muestra una serie fotográfica del revolucionario. “Todas se venden igual, tanto las de Zapata como los grupos de rock. No podría decirte cuál se vende más. Tanto jóvenes como los adultos las compran todas”, dice mientras señala una de las fotos más grande que tiene del “Caudillo del Sur” en su puesto.
Los precios en este puesto van de los 15 a los 30 pesos, depende del tamaño de la imagen que se desee comprar. “¿Cuántas fotos de Zapata vende al mes?, ¿cuál es la que más se llevan?”, se le pregunta al vendedor, pero reacio, y con aliento a cerveza, ríe y dice que eso no puede decirlo. “¡Es Emiliano Zapata, es la imagen de la Revolución! Todos lo reconocen y por eso su imagen se sigue vendiendo”, exclama no sin antes recomendar, la que según él, es la mejor imagen que tiene del caudillo: sentado junto a Villa, en la silla presidencial. Quizá una de las instantáneas más reconocibles de ese capítulo de la Historia mexicana.
No es difícil encontrar entre todos los puestos que se colocan en el Centro Histórico la imagen de Zapata. Tanto en los alrededores de la Catedral como en el hemiciclo a Juárez y en el ya mencionado pasillo de Balderas abunda esa imagen plasmada en fotografías tono sepia y playeras negras, que resaltan aún más su semblante charro.
Aunque la mercancía de este ícono sigue vendiendo, hay que destacar que en todos estos comercios donde se lucra con su imagen parece que poco a poco ha sido desplazado por luchadores, cantantes y estrellas de cine que también se exhiben en estos puestos. Sin embargo, los comerciantes coinciden en que todo se vende por igual, pero no saben a ciencia cierta cuanta mercancía de él se vende.
ZAPATA, EL ÍCONO DE LA REVOLUCIÓN
Emiliano Zapata no fue el único protagonista de la Revolución Mexicana, pero sí el más recodado y el que se incrustó en la mente colectiva. También estuvieron Pancho Villa, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles, pero ellos no fueron recuperados del capítulo revolucionario como el primero.
“El Centauro del Norte” y el “Caudillo del Sur” fueron dos de las figuras más importantes en la Revolución; sin embargo, sus movimientos fueron derrotados, pero sus figuras e ideales sobrevivieron al paso del tiempo, como lo indicó Héctor Zaraus, especialista en el tema de la Revolución Mexicana, durante la presentación de la exposición Villa y Zapata, una iconografía, realizada en el Museo del Arte Popular, como parte de las actividades para festejar el centenario de la Revolución en 2010.
“Es interesante observar que Villa y Zapata, no obstante encabezar los movimientos derrotados de la Revolución, son los que siguen diciéndole algo al pueblo mexicano, porque no vemos en las calles camisetas de Obregón, Carranza o Calles, sino de quienes representan la inconformidad y la búsqueda de una sociedad más justa”, agregó el experto.
La trascendencia de estos dos íconos revolucionarios fue tal que a más de 100 años de que empezó el movimiento armado todavía hay gente de todas la edades que se siente identificada con los ideales por los que lucharon ellos y por ello se apropiaron de la imagen de ambos, como lo explicó la doctora Guadalupe Villa, nieta de Pancho Villa, durante el mismo evento.
“De pronto estos hombres se convirtieron en la palabra clave de un discurso, en el monumento que adorna una glorieta, los aretes que porta una mujer o en el tatuaje de un hombre, todo lo que implica la imagen, cómo de pronto se convirtieron en una mercancía y ésta, que no tiene un registro, es de todos. Ellos siguen siendo las banderas de problemas que no han sido resueltos aún en nuestro México.
Hay un gran sector de la población en México en pobreza extrema que siente que no hay justicia, que no tienen oportunidades de trabajo y todo aquello que consagra la Constitución y quedó muy bonito en el papel en 1917, pero que en la práctica no es así. Por eso Villa y Zapata siguen siendo baluartes. La gente siente en ellos una identificación total, absoluta”.
Tal empatía que señala la nieta de Pancho Villa facilitó que la figura de estos íconos se plasmara en diferentes productos. La que logró una mayor penetración y una mayor fama fue la de Emiliano Zapata.
EL NACIMIENTO DE UNA LEYENDA
Los ideales de “El Atila del Sur”, como también fue apodado, que lo llevaron a sublevarse contra el gobierno porfirista hace 101 años, no se cumplieron cabalmente.
El incumplimiento de sus causas, sus rasgos y su condición de luchador social se conjugaron para crear la leyenda de la Revolución, a la imagen de un hombre de rasgos duramente marcados que trascendió el tiempo y las fronteras.
“Zapata ha gozado de mayor fortuna plástica, entre otras cosas porque ignoramos qué pintura habría comisionado desde el poder. Su condición de mártir, el incumplimiento de sus ideales y su absoluta fotogenia lo han convertido en indestructible arquetipo de quien se subleva con justicia”, explica el escritor Juan Villoro en su artículo La mirada de Zapata publicado en la revista Letras Libres en febrero de 2004.
No obstante la aceptación que goza la figura del héroe revolucionario, durante la revolución, la prensa mexicana dibujó una imagen negativa de él: resaltaba sus orígenes campesinos, que en esa época eran sinónimo de “borracho, traidor o mentiroso”, explica Ariel Arnal, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México en su Atila de tinta y plata.
Los periódicos se empeñaron en crear esa idea negativa sobre Zapata, pero no logró enarbolarse. Lejos de concebir a un “indio ladrón”, se convirtió en uno de los personajes más homenajeados en las artes plásticas.
“Desde la década de los años veinte, Emiliano Zapata ha inspirado gran número de homenajes visuales entre artistas vinculados con la Escuela Mexicana de Pintura, la Escuela Mexicana de Escultura y el muralismo, al margen de afiliaciones y diferencias políticas”, señala María Helena Noval, historiadora y coautora del libro “Zapata en Morelos”.
Incluso para la propia investigadora, la figura del héroe mexicano es la que más artistas plásticos han plasmado en toda la historia del arte, a través del muralismo, la gráfica popular y la fotografía revolucionaria, hasta la época contemporánea. Entre los artistas que inmortalizaron al caudillo se encuentran Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman, José Chávez Morado, Raúl Anguiano, Alfredo Zalce, Arnold Belkin, Alberto Gironella, Julio Galán y Germán Venegas.
“El caudillo vestía de charro mexicano mostrando una dignidad y elegancia inusuales en los pobladores menos favorecidos económica y socialmente. Su elegante y delgada figura corporal, penetrantes ojos oscuros y bigote pobladísimo dieron pie a gran cantidad de retratos realistas; las obras son tan particulares que poco a poco se convirtieron en el leitmotiv de la iconografía zapatista, provocando que el traje negro de charro, el sombrero, el bigote y los ojos enmarcados por cejas pobladas llegaran a identificar su presencia en la imagen”, precisó Helena Noval en la presentación de la exposición “Zapata en Morelos”, que fue otra de las muestras que se efectuaron para homenajear al héroe revolucionario en el marco de los 100 años de la Revolución.
Entre toda la parafernalia que se ha creado a partir de la legendaria imagen de Zapata y que se ha introducido en la sociedad de consumo destacan discos, tequilas, camisetas, portadas de libros, litografías, graffitis y diferentes tipos de souvenirs, todo esto elaborado durante casi 100 años por diversos artistas.
El mito que ahora es Emiliano Zapata, y que se masificó en el transcurso de los años desde su asesinato en 1919, es el resultado de una suma de conceptos que las personas le han ido añadiendo con el paso del tiempo, lo define María Helena Noval, historiadora y crítica de arte. “Todos los mexicanos tenemos a un Zapata, pero no es el mismo que vivió: creamos una imagen a partir de conceptos que le vamos agregando a la figura original; el resultado es un mito, pero también la resignificación de lo trascendental que el guerrillero fue”.
Aparte de adornar una gran cantidad de objetos, la figura de Zapata también fue llevada al cine. Desde Marlon Brando, Antonio Aguilar y Alejandro Fernández se metieron en su piel, aunque no todos recibieron buenas críticas.
En 2004 se estrenó Zapata, el sueño de un héroe, bajo la dirección de Alfonso Arau y protagonizada por Alejandro Fernández y Lucero Hogaza. El director dijo a la prensa que sus expectativas con esta cinta era recibir un Óscar, pero ese galardón nunca llegó. La cinta fue un fracaso en taquillas y mal recibida por la audiencia.
Caso aparte fue el filme protagonizado por el charro Antonio Aguilar llamado simplemente Emiliano Zapata, de 1970. Las críticas hacia la película fueron buenas tanto por la interpretación que hace el cantante del caudillo como por la fidelidad a la realidad.
En cuanto a Marlon Brando en Viva Zapata!, el histrión tuvo un reto aún más difícil: había sido marcado por el estereotipo de hombre rebelde montado en motocicleta."Ni siquiera Hollywood acabó con el icono. Brando había montado demasiadas motos para convencer a bordo de un caballo en los maizales, pero, según observa Cabrera Infante, cuando llega el fin en Chinameca y todo se va al carajo, sabe morir como gallo de pelea", expone Juan Villoro en su artículo “La mirada de Zapata”.