ARQUEOLOGÍA EN MÉXICO: VÍCTIMA DEL “SISTEMA CUCARACHA”

06/03/2012 - 12:00 am


En México, donde ahora se desdeña a los líderes en Ciencias y Humanidades que destacan por sus logros y se les aplica el “sistema de las cucarachas”, la arqueología se masificó, se burocratizó y está al servicio de los intereses de quien paga los trabajos de salvamento de su patrimonio histórico y cultural.

Así lo manifestó la doctora Linda Rosa Manzanilla Naím, miembro del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Sistema Nacional de Investigadores y del Colegio Nacional, quien acusó a los últimos gobiernos federales de hacer a un lado el humanismo y el pasado del país.

“No les interesa en lo más mínimo. No entienden el valor de que el pasado no se queda en anécdotas y que es un proceso de comprensión de nuestro presente, que somos el producto de ese pasado y además éste sirve para conocer hacia qué tendencias esta yendo ‘X’ o ‘Y’ sociedad”.

–¿Y hacia dónde cree que vamos?
Me duele mucho aceptar que soy muy pesimista, pero como toda civilización siento que estamos al borde de un colapso en el sentido de que esta sociedad es empujada a un punto en que parece que no hay solución.

Manzanilla, quien ha dedicado 36 años de su vida profesional al estudio de uno de los sitios arqueológicos más excepcionales del planeta –Teotihuacan–, también recomendó a los académicos y humanistas de México hablar directamente con los colaboradores de los candidatos a la Presidencia de la República en ambas materias y plantear a ellos directamente la problemática del sector.

Y denunció que al gobierno de la nación, a quien no le interesa que haya una masa pensante y crítica a su desempeño, se ha dedicado a dividir y a perjudicar la vida armoniosa de las comunidades académicas.

“Actualmente hay bloques políticos: importa más la política que la propia creatividad y el trabajo conjunto, y por lo tanto lo que yo he visto más exacerbado es el llamado ‘cangrejismo’, es decir alguien sobresale y de inmediato lo jalan, aunque en verdad para mí es más el sistema cucaracha, porque los cangrejos todavía tienen respeto entre ellos”, opinó.

–¿Cuál es su diagnóstico del estado que guarda la arqueología en México?
En el país hay diversas arqueologías. El avance de las obras públicas en México, de las manchas urbanas, los gaseoductos, las presas, las carreteras, el tendido de líneas eléctricas, dan origen a la arqueología de salvamento, que es la actividad más amplia en la arqueología mexicana. Esto por la perturbación que esas obras hacen en los sitios arqueológicos.

–¿Qué tantos datos se pierden en el salvamento?
Muchísimos, pero dado el avance de las máquinas hay que salvar lo que sea salvable. Por el otro lado está la arqueología cotidiana, que muchos arqueólogos hacen. Desgraciadamente la hacen como individuos, solos, no como equipos interdisciplinarios y por lo tanto hacen secuencias estratigráficas con pozos de sondeo, obtienen algo de cerámica y su investigación ahí se para.

Finalmente hay otro tipo de proyectos más ambiciosos, de largo aliento, de carácter grupal, que sí abordan un problema durante mucho tiempo y tratan de llegar a una conclusión del uso del espacio, del patrón de asentamiento y la jerarquía entre sitios.

Yo me formé en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en los 70 (del siglo pasado), en el Departamento de Prehistoria, con José Luis Lorenzo, un refugiado español de muy alto nivel que creó una serie de laboratorios de biólogos, de edafólogos, de geólogos que trabajaban con el arqueólogo para solucionar el problema de una región.

–¿Eso ya cambió?
Desgraciadamente esa cabeza de alto nivel, de alto impacto internacional que era José Luis Lorenzo, o el director del INAH de entonces, Guillermo Bonfil Batalla, quien era una gran personalidad, un gran académico a la cabeza de una institución de excelencia, ya no la tenemos.

–¿Qué fue lo que sucedió?
El INAH, que era una institución enorme, se masificó. Es cierto que hay que darles plaza a los jóvenes que egresaban de Antropología, pero también es cierto que necesitamos gente de una enorme estatura académica a la cabeza de esta institución. Ahora bien, un Guillermo Bonfil Batalla no es fácil encontrarlo así nada más.

Yo viví como ayudante de investigación en el INAH de los 70, con una gran figura a la cabeza de la institución, donde la investigación era la cosa más fabulosa: La administración ponía la mesa para que la investigación se hiciera de alto nivel. Ahora es al revés. Estamos supeditados a los administradores, a los burócratas, a los que no son antropólogos pero determinan, rigen los proyectos. ¿Qué es eso?

–¿El INAH está al servicio de los consorcios multinacionales? En Baja California la trasnacional Sempra Energy pagó al INAH los trabajos de rescate y exploración arqueológica en el paraje Costa Azul, que algunos arqueólogos consideran un sitio de gran importancia para la prehistoria regional. ¿Qué opina al respecto?
–Desafortunadamente se trata de una tendencia generalizada en los últimos 15 años: que las empresas que perturben los sitios arqueológicos por las obras que emprenden en territorio nacional sean las que paguen los trabajos de salvamento arqueológico.

Quizás lo que se debería hacer es aprovechar que se va a hacer un desarrollo para crear una investigación. Es decir parar la obra, hacer la investigación con un aliento de rango medio, pero con una buena investigación, y después tomar la decisión de qué se puede y qué no se puede liberar. Definitivamente creo que sí se pueden restringir zonas.

–¿La burocracia del INAH ha frenado proyectos arqueológicos importantes para el país?
Es difícil hacer esa evaluación porque en un territorio como el mexicano, que tiene miles y miles de sitios arqueológicos, es complicado determinar qué es y qué no es prioritario.

Sin embargo, en el ámbito en el que me muevo, es decir en una institución en donde se puede hacer investigación de largo aliento, elegí una ciudad y una organización excepcional: Teotihuacan, que no se encuentra en los sitios mayas, que no se encuentra en el área zapoteca y por lo tanto requiere de muchísimos años para entender una excepción, que además no dejó textos escritos.

Para mí esas excepciones son prioridad, porque una vez que desaparecen ya no seremos capaces de entender un sistema de organización que es muy rico, que es multiétnico, que es multicorporativo, que es distinto.

–Usted ha trabajado la arqueología en diversas partes del mundo. En México, ¿qué hemos hecho bien y qué nos falta por hacer en materia arqueológica?
–Afortunadamente, México ha sido pionero en cosas muy bien hechas. Le puedo mencionar que cuando arqueólogos norteamericanos visitan la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o cuando visitaban el Departamento de Prehistoria del INAH y veían los laboratorios de apoyo a investigación arqueológica, que estaban ahí con el arqueólogo para trabajar de manera interdisciplinaria, reconocían que eso no era fácil tenerlo en las universidades de Estados Unidos.

Lo que hacen los arqueólogos de aquel país es pagar el envío de muestras a diversos laboratorios, pero no tienen este trabajo interdisciplinario desde el inicio de sus investigaciones.

Yo iba al campo con los geólogos, con los expertos en vegetación, íbamos observando los cambios en el paisaje, en la alimentación. La verdad es que somos muy afortunados de tener estos laboratorios, pero ahora es muy difícil trabajar así. Para empezar la figura de José Luis Lorenzo ya no está y la cabeza de los laboratorios no existe. Están los laboratorios, pero tienden a aceptar muestras de todos los proyectos del INAH y claro que no se dan abasto.

–Y esa pérdida de liderazgo, ¿qué provoca? ¿Qué es lo se debe resolver en el campo de la arqueología mexicana?
–Yo trabajo con estructuras corporativas y redes horizontales. No digo que siempre debe de haber “la cabeza”, pero en la academia es importante la figura que integre. El profesor Lorenzo nos decía a los jóvenes arqueólogos: “el biólogo me está identificando la fauna, otro el polen; pero yo integro”.

Sin la cabeza integradora del antropólogo, por más que uno ponga los listados de flora y fauna, si no le da sentido a entreverar esa información en una historia, en una cronología, en un sistema de organización, el proyecto no funciona.

–¿Esta falta de liderazgo no es la consecuencia de la práctica de gobiernos deshumanizados, que dejan al sector cultural, al sector social, al sector educativo (…)?
–¿Y al sector científico a un lado? ¡Claro! No es sólo la parte humanista; lo es también la parte científica. Creo que no les interesa en lo más mínimo. No entienden el valor de que el pasado no se queda en anécdotas y que es un proceso de comprensión de nuestro presente, que somos el producto de ese pasado y además éste sirve para conocer hacia qué tendencias va la sociedad.

El pasado nos ayuda a contextualizar mucho de nuestro presente porque es a través de los milenios, y aquí hablo recordando al estudio comparativo de las civilizaciones, que vamos a entender en este momento hacia dónde se perfila nuestro futuro, hacia dónde vamos.

–¿Y hacia dónde cree que vamos?
Me duele mucho aceptar que soy muy pesimista, pero como toda civilización siento que estamos al borde de un colapso en el sentido de que ésta sociedad es empujada a un punto en que parece que no hay solución.

Muchas sociedades urbanas del pasado muy complejas se colapsaron por diversos motivos. Esto me ha puesto a pensar en qué momento se eligió la vida urbana como el modelo alrededor del cual la civilización occidental se gestó como la conocemos ahora. Y hablo desde Mesopotamia, los sitios cretenses, la polis griega, Roma como capital del imperio.

Si usted piensa en Teotihuacan se remonta a una megalópolis de 125 mil personas en tiempos preindustriales. Y tenemos la Ciudad de México, que es la megalópolis de nuestros tiempos, con los mismos problemas. Es decir, todos estos enormes conglomerados humanos en uno de los puntos más vulnerables del planeta. Hablo de vulcanismo, sismicidad, sequías, inundaciones. ¡Vaya, el peor lugar para poner a 22 millones de personas!

Imaginemos que a la Ciudad de México le pasa lo que a Teotihuacan: una sequía prolongada, el cierre de las fuentes de abasto, problemas con el agua y además una confrontación entre dos sistemas: uno muy corporativo y otro con liderazgos individuales, forcejeando, es decir el sistema federal y las delegaciones del Distrito Federal. Bueno, ahora sabemos que Teotihuacan se colapsó.

–En un reciente Foro de Ciencia y Humanismo que organizó la Academia Mexicana de Ciencias en la Ciudad de México, el doctor Pablo González Casanova, ex rector de la UNAM, lanzó una convocatoria a los científicos y humanistas a comprometerse con la ciudadanía y a participar en la instauración de la sociedad del conocimiento en México. ¿Es cierto que los académicos, los investigadores y los científicos del país no se comprometen con los problemas de la nación?
–A veces me da la impresión de que a los gobiernos les interesa que no haya una masa pensante congregada en el país. No les interesa que haya una entidad crítica hacia su desempeño y por lo tanto es mejor atomizar, separar, dividir.

De 15 años para acá yo he visto, desgraciadamente, un cambio que ha perjudicado la vida armoniosa de las comunidades académicas.

Actualmente hay bloques políticos: importa más la política que la propia creatividad y el trabajo conjunto, y por lo tanto lo que yo he visto más exacerbado es el llamado “cangrejismo”, es decir alguien sobresale y de inmediato lo jalan, aunque en verdad para mí es más el sistema cucaracha, porque los cangrejos todavía tienen respeto entre ellos.

–¿Estos problemas que enfrenta la arqueología y la antropología nacional se presentarán a los candidatos a la Presidencia de la República?
–El doctor Juan Ramón de la Fuente (ex rector de la UNAM), durante su intervención en el Foro de Ciencia y Humanismo, encabezó a un grupo que presentó un documento con una evaluación estadística de cómo está el gasto dedicado a la ciencia, cómo se ve este deterioro, se hacen propuestas y hay un grupo de científicos que apoya más estas cosas. Eso es una buena iniciativa, pero entregar un documento no garantiza nada.

Se entiende que el apoyo a la ciencia básica, a la creación de conocimiento se ha ido deteriorando tremendamente, pero creo que además de entregar ese documento, y una vez que se delimiten estos tres o cuatro candidatos y se sepa quienes son sus colaboradores en ciencia, en generación de conocimiento, se debe hablar con ellos para sensibilizarlos como futuros encargados del sector, sin importan que sean o no sean los electos.

Hablo de la gente que pudiera encabezar al Conacyt, a las instituciones del sector y los que van a dar el dinero y deciden porque, pregunto, ¿qué vamos a hacer con los candidatos? No se trata de irse con unos o con otros, sino con todos los que pueden ser porque el país esta verdaderamente dividido, pulverizado, y no vemos las cosas muy claras.

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