Trump aceleró la construcción de muros en el último año, mayormente en refugios para la vida silvestre y en territorios indígenas propiedad del Gobierno en Arizona y Nuevo México, evitando batallas legales con los propietarios de tierras.
Por Anita Snow
GUADALUPE CANYON, Arizona, EU (AP). — Explosiones de dinamita estremecen este aislado rincón del sudeste de Arizona, cambiando para siempre el paisaje al aplanar montañas para erigir más tramos del muro en la frontera con México antes de que Donald Trump deje la Presidencia.
Cada estallido en el Cañón de Guadalupe (Guadalupe Canyon) provoca una polvareda mientras los trabajadores despejan el terreno para erigir columnas de acero de nueve metros (30 pies) cerca de la frontera con Nuevo México. Maquinaria pesada recorre caminos de tierra por laderas rocosas y cavan agujeros para las columnas en tierras propiedad del estado.
Trump aceleró la construcción de muros en el último año, mayormente en refugios para la vida silvestre y en territorios indígenas propiedad del Gobierno en Arizona y Nuevo México, evitando batallas legales con los propietarios de tierras.
Las obras han causado daños al medio ambiente, evitado el libre movimiento de animales y alterado paisajes montañosos y desérticos únicos. Activistas defensores del medio ambiente dicen que los daños pueden ser irreversibles.
El Gobierno, por su parte, afirma que vela por la seguridad nacional y usa ese argumento para hacer a un lado leyes que protegen el medio ambiente en un esfuerzo por cumplir una de las principales promesas que hizo Trump durante la campaña que lo llevó a la Casa Blanca.
Los activistas esperan que el Presidente electo Joe Biden suspenda estas obras, aunque eso podría resultar difícil y caro, y de todos modos podrían quedar las columnas ya instaladas.
Los peores daños se produjeron en la frontera de Arizona con México, donde se derribaron cactus saguaro centenarios en el desierto occidental y se redujeron estanques donde viven peces en peligro de extinción en los cañones orientales. Las obras más recientes cerraron el acceso al último río grande sin presas del sudoeste, lo que hace que les resulte más difícil a las tortugas del desierto, algún ocelote y los búhos más pequeños del mundo cruzar esa frontera.
“Hermosos paisajes a ambos lados de la frontera están siendo transformados en páramos industriales”, se lamentó Randy Serraglio, del Centro para la Diversidad Biológica de Tucson.
En el Refugio Nacional de Vida Silvestre de San Bernardino, cerca del Cañón de Guadalupe, el biólogo Myles Traphagen dijo que el movimiento de animales (leones y linces entre otros) captado por las cámaras instaladas en la zona disminuyó un 90 por ciento en los últimos tres meses.
“Este muro es el obstáculo al movimiento de animales silvestres más grande jamás visto en esta parte del mundo”, dijo Traphagen, de la organización sin fines de lucro Wildlands Network. “Está alterando la historia evolucionaria de Norteamérica”.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre creó en 1982 el refugio de casi 10 kilómetros cuadrados para proteger el agua y peces nativos en peligro de extinción. También viven allí cantidades de colibríes, abejas, mariposas y murciélagos.
Desde que empresas contratadas por el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza comenzó a construir el nuevo tramo del muro aquí en octubre, los ambientalistas calculan que se han usado millones de litros de agua para mezclar cemento y rociar caminos de tierra.
Energía solar bombea agua a un estanque debajo de viejos álamos. Las ranas croan y los guatopotes yaquis serpentean por un depósito de agua que alguna vez era alimentado por pozos artesianos naturales que recibían a su vez agua de un acuífero.
Una barrera de cinco kilómetros bloqueó un corredor migratorio de animales entre la Sierra Madre de México y las Montañas Rocosas, amenazando especies como la rana leopardo chiricahua y el halcón aplomado azul y gris.
El Gobierno de Trump dice que ha completado muros a lo largo de 692 kilómetros (430 millas) y que para fin de año habrá terminado otros 33 kilómetros (20 millas).
Allegados a Biden dicen que piensa cumplir su promesa de “no construir ni un metro más” de muros. Pero no está claro cómo hará para frenar las obras ni si las dejará a medio terminar, asumiendo los costos de romper los contratos firmados y el malestar que generaría entre quienes piensan que el muro es vital para la seguridad de la frontera.
“Un muro hará poco por frenar a los delincuentes y los carteles (de las drogas) que cruzan la frontera”, dijo el equipo de Biden. El Presidente electo ha dicho que se enfocará en “medidas inteligentes, como mejorar la infraestructura para detectar cruces ilegales en nuestros puertos de ingreso, lo que hará que el país sea más seguro”.
Los ambientalistas esperan encontrar un aliado en Alejandro Mayorkas, designado por Biden para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional, que supervisa el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza.
Hasta que se suspendan las obras, “cada día habrá otra milla de tierras destruidas en la frontera”, dijo Serraglio.
La abogada Dinah Bear, especialista en el medio ambiente, dijo que el Gobierno de Biden podría suspender los contratos. Si bien los contratos no son públicos, las compensaciones que tendría que pagar a las empresas, señaló, serían mucho menos de lo que habría que invertir para completar y mantener las obras, las cuales están siendo financiadas con fondos de los militares apropiados al amparo de un decreto por el cual Trump declaró una emergencia nacional.
Bear, quien trabajó en el Consejo sobre Calidad Ambiental de la Casa Blanca bajo gobiernos tanto republicanos como demócratas, afirma que el Congreso debería asignar dinero para reparar los daños causados por los muros.