La guerra otra vez: un hijo de Hipólito Mora y otros 10 caen durante combates en La Ruana

17/12/2014 - 12:04 am
Hipólito Mora, vocero de las autodefensas. Foto: Cuartoscuro
Hipólito Mora, vocero de las autodefensas. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 17 de diciembre (SinEmbargo).– Desde que se levantó en armas en febrero de 2013, Hipólito Mora, ex líder y fundador de las famosas y desintegradas autodefensas de Michoacán, se convirtió en una especie de justiciero para el pueblo mexicano. También se convirtió en el hombre más buscado por los narcotraficantes.

Entre enero y febrero de 2014, durante las semanas más violentas en Michoacán, dijo ser consciente de que los narcos ofrecían millones por su cabeza. “Si quieren matarme que vengan que ya saben dónde estoy. Que chinguen a su madre”, añadió con su habitual descaro. Hipólito recordaba con nostalgia una balacera de dos horas en la que echaron a los narcos de La Ruana. “Es mi mejor recuerdo de la lucha de las autodefensas”.

Ayer, otra balacera de seis horas acabó con la vida de su hijo y le dejó acorralado y, en sus propias palabras, a punto de morir. Al menos 11 personas murieron en los enfrentamientos de La Ruana hasta que ya entrada la noche llegaron las fuerzas federales.

Las autodefensas habían retornado su actividad desde el domingo, pero esta vez no tuvieron la misma suerte. La voz de Hipólito sonaba distinta: ya no era ese hombre tranquilo y soberbio, sino uno asustado y desesperado, que gritaba y repetía frases mesiánicas sin parar, consciente de que estaba a punto de “dar la vida” por México. Por primera vez pedía auxilio y temía por su vida. “¡Nos van a matar! ¡Estamos rodeados! Los narcos están a cien metros. Vamos a morir peleando por los muchachos en la lucha y por México”, exclamó a gritos en entrevista telefónica con SinEmbargo, mientras se hallaba rodeado en La Ruana.

Hablé con él a las 19:10 aproximadamente. Mora, un hombre habitualmente muy tranquilo, se mostró muy alterado tras los recientes enfrentamientos con el cartel del “Americano”, en los que perdió la vida su hijo Manuel.

-¿Cual es la situación en La Ruana?

-Estamos solos. ¡Solos! No tenemos ningún elemento del Gobierno que nos apoye. Estamos solos. ¡Nos dejaron solos!

-¿Quiere decir que podrían entrar ahora mismo a por ustedes? ¿Quiénes exactamente?

-¡Nos tienen rodeados la gente del Americano y su cartel! Ahora mismo los tenemos a unos cien metros y casi podemos verlos. Nos tienen rodeados. Traen mucha gente. Mucha gente. Ya nos mataron a cinco o seis personas. Y nosotros a ellos, no se si hay tres o cuatro muertos…

-Castillo ha dicho que hay fuerzas federales entrando ahora a la zona.

-¡Nos van a masacrar en un momento más! No hay quien… no hay quien se compadezca de nosotros. Aquí estamos… ¡Aquí nos vamos a morir! Nos vamos a morir defendiendo nuestros derechos y nos vamos a morir con dignidad. Como se han muerto todos los muchachos en la lucha y por México. Eso es todo lo que puedo decirle. Tengo que dejarle. Gracias por llamar.

-¿Cuanta gente hay  con usted?

-Nosotros algunos treinta o cuarenta…

-¿Y ellos cuantos cree que son?

-Ellos son cientos. Somos treinta contra cientos de ellos. Nos tienen rodeados por donde quieren. Estamos solos. Nos van a masacrar en cualquier momento en cualquier minuto.

Recordé lo que Hipólito me dijo cuando le vi por última vez. Me aseguró muchas veces que nunca tuvo miedo. Ahora parecía tenerlo. Se lo pregunté.

-¿Usted tiene miedo? ¿De verdad teme por su vida?

Hipólito responde muy nervioso. Primero con furia. Después menciona a su hijo y llega al llanto.

-No, no… ¿Me estás llamando mentiroso?. ¡Mentiroso lo será usted! Yo siempre estoy hablando con la verdad. Me vale madres que me maten. Me voy a morir junto con los muchachos que se han muerto. ¡Por los muchachos que están aquí por un lado! ¡Por mi hijo! ¡Por todos los muchachos que han muerto en México! ¡Me vale madre que me maten! ¡Peleo! ¡Peleo!

Y cortó el teléfono.

UN ENCUENTRO CON HIPÓLITO

Hipólito Mora en La Ruana. Foto: Javier Molina
Hipólito Mora en La Ruana. Foto: Javier Molina

Llegué a La Ruana una mañana calurosísima de Febrero. El pueblo, de apenas 10 mil habitantes lucía vacío y desolado. La mitad de los negocios estaban cerrados. Durante un año estuvo en estado de sitio y muchas empresas lo abandonaron. Los jóvenes autodefensas vigilaban las entradas y las salidas con grandes armas automáticas, las más grandes que vi en toda la región.

Para encontrarme con Hipólito tuve que seguir a uno de los retenes hacia un rancho enorme pintado de blanco que, según me aseguró, “primero fue ocupado por Los Templarios, luego fue abandonado y ahorita está al servicio de las autodefensas”.

Hipólito estaba sentado junto a cuatro hombres. Era unhombre bajito y panzón de 58 años, con sombrero blanco, polo a rayas y una pistola de 9 milímetros al cinto. En febrero de 2014 era uno de los hombres más buscados por el narco. La Tuta llegó a ofrecer dos millones de pesos por su cabeza.

Cuando le pregunté qué haría si llegaban los narcos para matarle, adoptó la pose de un cowboy del Oeste y se palpó el revolver. Se mostraba confiado, tranquilo y provocador en todo momento. Me contó que su primera balacera fue a los 16 años, cuando dos malandros vinieron a asaltar su casa. “Les vencí a los dos”, me dijo. Desde entonces se convirtió en una especie de justiciero respetado y temido en el pueblo.

Hipólito se mostraba sonriente, sentado bajo un soportal, bebiendo limonada y repartiendo justicia a quien viniera a pedirla. Cuando alguien se acercaba y le transmitía sus quejas, le atendía paciente con gesto de Vito Corleone y le mandaba a uno de sus hombres con la orden de “ocuparse del asunto”. Me reconoció que le encantan las películas de balaceras y mafiosos “las de Robert de Niro y Al Pacino y las de Bruce Willis las mejores”.

Mora es un hombre de pasiones controvertidas. Siempre admiró a Felipe Calderón, al que define como “el político con más huevos de México”. Incluso llegó a visitarle en Los Pinos, “para contarle sus planes”, pero tal y como me reconoció, no le dejaron entrar: “estuve paseándome una hora por allí como un pendejo”. También admira a Zapata, aunque no tenga mucho que ver con el político panista: “Que más da. Los dos son muy luchones”.

Recuerdo que le pregunté si de verdad no tenía nada de miedo a la muerte. Me dijo que no, que sabía que los narcos ofrecían millones por su cabeza y que les estaba esperando. Dijo lo que siempre decía en los medios: “Si quieren matarme que vengan que ya saben dónde estoy. Que chinguen a su madre”.

ORIGEN Y RESURGIMIENTO DE LAS LUCHAS AUTODEFENSAS

Un retén autodefensa en una carretera cercana a Tancítaro, Michoacán. Foto: Javier Molina
Un retén autodefensa en una carretera cercana a Tancítaro, Michoacán. Foto: Javier Molina

Michoacán, de acuerdo con la definición náhuatl con la que fue bautizado, es la maravillosa tierra en la que abunda el pescado. Pero la realidad de este antiguo señorío purépecha es que ha sido pasto de narcotraficantes y criminales durante demasiados años: Sus 270 kilómetros de costa son ideales para traficar cocaína con Sudamérica, sus tierras son muy fértiles, perfectas para cultivar mariguana. Sus bosques ocultan muchos laboratorios de cristal y son ideales para guerrear y esconder cadáveres. Michoacán es uno de los estados más pobres, pero también el mayor productor de marihuana y metanfetaminas del país. Y ello le convierte en uno de los más violentos. En 2013, casi mil personas fueron asesinadas.

El 24 de febrero de 2013, Hipólito Mora se levantó en armas junto a una veintena de habitantes de La Ruana a los que siguieron civiles del vecino pueblo de Tepalcatepec. Declararon la guerra al cártel de los Caballeros Templarios, comandado por Enrique Plancarte, El Kikín, Servando Beltrán, La Tuta, y Nazario Moreno, El Chayo, asesinado este año.

Este grupo de narcotraficantes fanáticos -hoy en declive- predica, en pleno siglo XXI, el conservadurismo sectario y religioso y como la mayoría de los cárteles actuales extorsionan a la gente y practican sangrientas torturas que aterrorizan a la población.

Según los testimonios de los michoacanos, de las extorsiones pasaron a los secuestros y a las violaciones de mujeres y niñas. “Esa es la peor humillación que le pueden hacer a un mexicano”, me dijo un mesero de Apatzingán cuando visité la ciudad a comienzos de año.

La población estaba indignada. Y entonces entró en escena Hipólito Mora, un aguerrido productor de limón de 58 años con un objetivo muy claro: expulsar a los narcos de su tierra. Los periodistas de medio mundo les presentaron como una especie de revolucionarios y les llegaron a comparar con los zapatistas. Pero en realidad eran una especie de milicianos sin ideología que en muchas ocasiones mostraban ínfulas de narquillos. Por ningún lado se veían efigies revolucionarias, ni de Lucio Caballas ni tan siquiera de Zapata. Solo su aspecto aguerrido y desesperado evocaba remotamente a las guerrillas latinoamericanas.

En enero de 2014, un año después de la fundación del movimiento, visité las barricadas de las autodefensas michoacanas y conviví con los jóvenes milicianos asustados y pésimamente armados.

También viajé al pueblo de La Ruana, donde comenzó el conflicto, en enero de 2013. El pueblo está rodeado de una llanura amarillenta, más parecida al norte de México que a las boscosas montañas de Tierra Caliente.

Durante el mes de enero la causa de los autodefensas se difundió con gran fuerza en las redes y en los diarios internacionales. Desde diciembre de 2013 habían ampliado su territorio entrando en varios municipios. El día 29, comandados por el doctor Mireles, entraron en Churumuco, (a unos 200 kilómetros al sur de Morelia) donde fueron vitoreados por el pueblo. El día 4 de enero tomaron Parácuaro (a 90 kilómetros al norte de la capital del Estado) tras un intensa balacera.

El Comisionado Alfredo Castillo, tomó el control de Michoacán el 16 de enero de 2014 con el propósito de desarmar a las autodefensas y erigirlas en una nueva forma legal llamada Fuerzas Rurales Estatales. Cuatro meses después, el Comisionado afirmó: “Los grupos de autodefensa ya no existen desde el 10 de mayo cuando depusieron las armas”.

El 11 de marzo Hipólito fue brevemente detenido y acusado de homicidio. Inmediatamente después de ser liberado, entró a la recién creada Fuerza Rural.

En junio pasado, Salvador Jara Guerrero tomó el control de Michoacán, tras las acusaciones que implicaban a Castillo con el narco y una enfermedad que lo mantuvo fuera de su mandato más de 10 meses.

Los autodefensas reactivaron su actividad en Michoacán el pasado lunes con bloqueos en las carreteras de Apatzingán, Uruapan y otros municipios.

“Han resurgido las autodefensas”, fue el grito de guerra de los civiles armados.

El pasado 9 de diciembre Hipólito mandó un ultimatum al Gobierno Federal “para que ponga orden y regrese la paz a Tierra Caliente”.

“Dándoles poder a los delincuentes no nos va a quedar otra alternativa que tomar las armas las armas otra vez todos los michoacanos. Lo que está pasando es exactamente lo pasaba antes del 24 de febrero: Extorsiones, secuestros, decapitados, emboscadas y muertos por todos los lados”.

En febrero de 2014 Hipólito y sus hombres me llevaron a dar una vuelta por el rancho y me enseñaron un mural inmenso en el que se ven palmas de manos de colores y frases revolucionarias. Me señaló una de las frases y me dijo: “Este es mi lema”. En la pared ponía: “Morir por la libertad de mi pueblo es un privilegio”.

Hoy estuvo a punto de ser un privilegiado.

Hipólito Mora en La Ruana. Foto: Javier Molina
Hipólito Mora en La Ruana. Foto: Javier Molina

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