Los restos fueron hallados en el centro de la capital italiana debajo de un edificio del siglo XIX.
Ciudad de México, 17 de noviembre (RT).- Un equipo de arqueólogos descubrió recientemente debajo de un edificio de oficinas del siglo XIX en el centro de Roma los restos de un palacio lujosamente decorado con jardines exóticos, que pertenecía al tercer emperador romano, Cayo Julio César Augusto Germánico, también conocido como “Calígula“.
Después de tres años de excavaciones, los investigadores hallaron jardines con fuentes y pabellones, cuyos interiores estaban cubiertos de frescos y complejas decoraciones de mármol policromado, detalló Daniela Porro, supervisora especial de arqueología de Roma a The Times. Mientras, la parte central, llamada “Horti Lamiani”, estaba rodeada de muros con frescos de escenas marítimas.
Por su parte, los diferentes niveles del jardín estaban conectados con una escalera de mármol blanco. “Podemos imaginarnos al emperador Calígula caminando por esta monumental escalera para disfrutar del espectáculo de un palacio construido según un modelo helenístico y oriental, que combinaba la grandeza arquitectónica y el gusto decorativo con el virtuosismo de las ninfas, las fuentes y los espectáculos acuáticos”, afirmó Mirella Serlorenzi, la directora del sitio arqueológico.
Además, los arqueólogos recuperaron decenas de miles de piezas antiguas, entre ellas ánforas, joyas, monedas, utensilios y un broche de metal perteneciente a un guardia imperial.
También, se encontraron semillas de distintas plantas que fueron importadas de todo el imperio. “Los restos cuentan historias increíbles, empezando por los animales”, subrayó Serlorenzi. “Hemos encontrado huesos de la pata de un león, el diente de un oso, y huesos de avestruces y ciervos. Podemos imaginar a animales corriendo libres en este paisaje encantado. Pero también a los animales salvajes que fueron usados para el circo privado del emperador”, explicó.
Según los expertos, el palacio fue construido por Lucio Aelio Lamia, rico senador y cónsul que legó su propiedad a Calígula, que se hizo cargo de ella en el 37 d. C., al convertirse en emperador.