Los peces han habitado la tierra desde mucho antes que nuestra especie lo hiciera. Cada vez hay más estudios que comprueban que son seres sensibles e inteligentes con la capacidad de sentir dolor, tal como los mamíferos. A pesar de esto, se estima que cada año se capturan de manera violenta más de 96 millones de toneladas de peces. ¿Notaste que hablé en toneladas y no en número de individuos? Lamentablemente, esto se debe a que la cantidad de peces capturados es tan grande, que sus cuerpos se cuentan por toneladas, de manera colectiva.
Tanto la pesca industrial como las piscifactorías son sistemas insostenibles que poco a poco están degradando los ecosistemas marinos y poniendo en riesgo la vida de cientos de especies. Según datos publicados por la FAO en el 2020, más del 90 por ciento de las poblaciones de peces ahora se consideran como especies sobreexplotadas o explotadas, llegando casi a un punto irreversible. Mientras que un estudio de la revista Science donde se habla sobre el seguimiento de la huella global de la pesca menciona que más del 55 por ciento de la superficie de los océanos es utilizada para pesca, superando cuatro veces la superficie terrestre destinada a prácticas de la agricultura.
Los métodos de pesca, como lo son las enormes redes de arrastre que alcanzan casi el tamaño de dos canchas de fútbol, son uno de los responsables de destruir los arrecifes de coral. Los arrecifes de coral podrían desaparecer para el 2050, estas estimaciones son alarmantes ya que más del 25 por ciento de todas las especies marinas habitan en ellos. Acorde a la información compartida por un equipo de ciencias europeo, se ha revelado que estas redes terminan con la vida de una gran cantidad de animales equivalente a 16 kg por cada kilo de lenguado que buscan capturar con fines comerciales. La pesca desenfrenada también causa daños a las poblaciones de organismos de gran importancia ecológica como el plancton.
Cuando se sobreexplotan especies consideradas de valor comercial, otras especies y hábitats que comparten el mismo ecosistema se ven afectados. Además las operaciones de pesca a gran escala capturan peces juveniles, corales, organismos que se alimentan del fondo marino, tiburones, ballenas, tortugas y aves. Matar a estas especies “no deseadas” altera la cadena trófica y provoca desbalances en las poblaciones. Se pesca a un ritmo más rápido del que pueden reproducirse, hay poca reglamentación, se captura a muchos juveniles, hay daños físicos en los ecosistemas y una muerte lenta y dolorosa para millones de animales.
En la actualidad, sólo el 1 por ciento del océano está protegido. Si combinamos la pesca excesiva con otros factores como el cambio climático y la contaminación que están poniendo en peligro a los arrecifes de coral, el panorama futuro no pinta nada bien.