El Xantolo es la celebración más importante del año para los habitantes de la Huasteca Potosina, se trata de una tradición ancestral que tiene orígenes prehispánicos.
Ciudad de México, 17 de octubre (SinEmbargo).- El Día de Muertos para los habitantes de la Huasteca Potosina es conocido como “Xantolo” y se trata de la celebración más importante del año para ellos, pues representa la unión sagrada entre los vivos y muertos, se conmemora con altares danzas, cantos y platillos típicos. La fiesta de Xantolo tiene orígenes prehispánicos y su nacimiento proviene de una leyenda que a continuación te contaremos:
Corría el día de los Fieles Difuntos en la Huasteca Potosina, pero a diferencia de como ahora lo conocemos, anteriormente todo lucía gris por el ambiente frío y triste que prevalecía: el ánimo sombrío de las familias reunidas en el panteón; tumbas de tierra sin colorido ni cruces o imágenes cristianas, adornadas humildemente con las ofrendas que contenían alimentos, bebidas y humo de inciensos. No había cantos ni rezos, sólo recuerdos.
Sin embargo, ese año sería distinto, algo extraordinario sucedió: un enmascarado fantasmal bailando de cripta en cripta apareció y atrajo la atención de los presentes. Había música, pero nadie estaba tocándola. La gente miró con incredulidad, pero al darse cuenta de que todo era real, algunos corrieron a refugiarse en sus casas y otros más fueron en busca del sacerdote para explicarle lo acontecido en el panteón y pedirle que hiciera algo para expulsar al espíritu.
El sacerdote escuchó intrigado, y dijo conocer que existían diversos entes del más allá en la zona, pero jamás había oído de uno similar al que le describían, finalmente desconcertado aceptó acudir al panteón para ahuyentar al ánima.
El padre fue acompañado por una comitiva de lugareños armados con palos y piedras. Cuando llegaron al camposanto el espíritu enmascarado seguía bailando alegremente entre las tumbas. Fue entonces que el sacerdote se paró frente a él y preguntó: “¿Quién eres? ¿Qué quieres aquí?”
A lo que el fantasma respondió: “¿Acaso no me conoces? Soy Xantolo y represento la alegría. He venido aquí porque me cansé de verlos tan sombríos y decaídos en estas fechas de recuerdos, como si la muerte fuera una razón de tristeza, cuando en realidad es lo contrario”.
Después de una larga conversación en una lengua extraña entre el espíritu y el sacerdote, al fin el hombre miró a sus seguidores y explicó: “Esta ánima es Xantolo, no es alguien de este mundo terrenal, ni de carne y hueso, sino un espíritu benefactor que quiere enseñarnos cómo honrar a nuestros muertos con danzas, alegría y gozo. No debemos temerle”.
Al principio la gente pensaba se trataba de un chiste, pero al mirar la seriedad del sacerdote se convencieron de que hablaba en serio. Posteriormente Xantolo en su lenguaje invocó a otros espíritus que al igual que él bailaban con máscaras por las tumbas, todo aquello parecía una fiesta; el padre se les unió a las danzas y posteriormente lo hizo la gente del pueblo. Al principio lo hicieron con cierta reserva pues pensaban que estarían faltando al respeto a sus difuntos pero poco después los lugareños perdieron las inhibiciones y se convencieron de que aquel no era un día de luto, sino de alegría al recordar a sus seres amados que ya no estaban en este mundo.
El día terminó con el crepúsculo bajo un ambiente festivo. El sacerdote y los habitantes del pueblo se retiraron del panteón y en medio de la oscuridad, Xantolo y sus danzantes se desvanecieron. Después de lo vivido, la gente acordó acudir a aldeas vecinas para contar lo sucedido y difundir las enseñanzas de Xantolo. Los músicos enseñaron a sus vecinos las melodías; los artesanos instruyeron a sus colegas sobre cómo elaborar máscaras especiales para esas fiestas, las cuales representaban a ancianos; también los orientaron sobre cómo realizar las diferentes danzas.
De esta manera se corrió la voz por todos los pueblos de la Huasteca Potosina, y a partir de entonces la gente ha seguido la tradición de montar altares coloridos y organizar danzas con huehues enmascarados que bailan en las calles y en los panteones con singular alegría para divertirse, tal como un día lo hicieron Xantolo y su séquito de danzantes.