La vivienda de Pepe Delgado se convirtió ese 17 de octubre en un pequeño albergue para mucha gente que se quedó atrapada en el centro de Culiacán ante la embestida del Cártel de Sinaloa. Este profesor universitario tuvo que sortear la muerte a bordo de un taxi desde la universidad hasta su casa, en una ruta similar a la que seguían los sicarios.
Por Eduard Ribas i Admetlla y Juan Carlos Cruz
Culiacán (México), 17 oct (EFE).- Durante la tarde del 17 de octubre de 2019, la ciudad mexicana de Culiacán se convirtió en un infierno. El Cártel de Sinaloa sitió el municipio hasta lograr que las autoridades liberaran a Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín “el Chapo” Guzmán, tras un precipitado operativo de captura. Estas son las preguntas claves de una misión fallida que todavía genera dudas y que demostró el poder que tiene esta banda criminal en México, el cual fue subestimado por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
¿QUÉ FUE EL “CULIACANAZO”?
El “culiacanazo” fue la fallida captura del hijo del Chapo Guzmán por parte de las fuerzas de seguridad, que se vieron superadas por la violencia que el Cártel de Sinaloa sembró durante varias horas en Culiacán ante un caos informativo y el silencio del Gobierno, que no se pronunció hasta la noche.
El Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, informó entonces que un grupo de 30 militares que realizaba un patrullaje rutinario había sido atacado desde un domicilio, donde entraron y capturaron a Guzmán, pero grupos criminales rodearon la vivienda “con una fuerza mayor” y causaron “pánico” en la ciudad, por lo que se acordó “suspender dichas acciones”.
Al día siguiente, el Gobierno rectificó su versión al asegurar que la operación tenía como objetivo desde el principio capturar al hijo del Chapo, buscado por Estados Unidos, y el secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval, admitió que había sido “precipitada y mal planeada”.
Según el Gobierno federal, ocho personas fallecieron durante los ataques de los sicarios, que bloquearon los accesos a la ciudad, liberaron a cincuenta presos de un penal y secuestraron a familiares de militares hasta que Guzmán fue liberado. De acuerdo con el Gobierno estatal, la cifra de fallecidos ascendió a 13.
¿ESTABA ENTERADO EL PRESIDENTE?
El papel de López Obrador en todo el operativo fue muy cuestionado, ya que mientras Culiacán ardía, el presidente tomó un avión a Oaxaca, donde el día siguiente tenía un mitin, y rechazó atender a la prensa en el aeropuerto sobre lo que estaba ocurriendo.
De acuerdo con una cronología oficial publicada días después, el operativo militar comenzó a las 13.00 horas de Ciudad de México, pero el presidente fue avisado por el gabinete de seguridad casi dos horas después, a las 16.50 horas, y se canceló el operativo a las 19.49 horas.
“Parece poco creíble que el presidente no hubiera estado enterado del operativo. Si el presidente sabía del operativo, fue un total fracaso y una humillación para el Estado. Pero si no lo sabía, demuestra que hay un alto mando que toma decisiones sin el presidente”, dijo a Efe Juan Carlos Montero, investigador del Tecnológico de Monterrey.
¿QUIÉN LIBERÓ AL HIJO DEL CHAPO?
En la primera versión de los hechos, el secretario de Seguridad dijo que fueron “los funcionarios” del gabinete de seguridad quienes acordaron suspender la operación.
El día siguiente por la mañana, López Obrador despejó las dudas sobre la situación de Ovidio Guzmán al asegurar desde Oaxaca que el hijo del Chapo había sido liberado para salvar “vidas” ante la violencia desatada en la ciudad.
Además, contó que dio el visto bueno a la decisión de liberarlo, tomada por su gabinete de seguridad: “Ellos tomaron esta decisión y yo la respaldé”, expresó.
Sin embargo, el pasado junio ofreció una nueva versión de los hechos al asumir que él ordenó directamente la liberación: “Iban a perder la vida si no suspendíamos el operativo más de 200 personas inocentes en Culiacán, Sinaloa. Y se tomó la decisión, yo ordené que se detuviera ese operativo y que se dejara en libertad a este presunto delincuente”, dijo.
“Ahí la doy la razón al presidente. Si hubiera decidido enfrentarse, habría sido una masacre de criminales, policías, soldados y ciudadanos. Al contrario de lo que habría hecho (el expresidente Felipe) Calderón, decidió echarse para atrás”, opinó Montero.
¿QUÉ MUESTRAN LOS VIDEOS?
Ante la presión mediática por esclarecer lo sucedido, el Gobierno presentó el 30 de octubre de ese año un video del momento de la detención de Ovidio Guzmán y otras tres personas en el domicilio.
En la grabación se observa que a las 15.17 hora de Ciudad de México, Guzmán sale al estacionamiento con las manos en la cabeza y, luego de ser puesto contra la pared, realiza una llamada telefónica en la que pide a uno de sus hermanos que cesen la violencia contra la ciudadanía.
“Ya paren todo oiga, ya me entregué, ya paren todo, por favor. Ya paren todo, ya tranquilos, ya ni modo. Dígales que se retiren. Pero ya dígales, ya no quiero que haya desmadres. ¡Ya no quiero que haya desmadre, por favor!”, se escucha decir a Ovidio Guzmán en el video.
A pesar de la petición de varios medios de comunicación, el Ejército no ha publicado ningún vídeo del momento de la liberación.
¿DÓNDE ESTÁ OVIDIO?
Días después del suceso, el presidente dijo que se intentaría cumplir la orden judicial de captura sin poner “en riesgo la vida de la población”. Pero un año después no se sabe nada de su paradero ni de nuevos intentos de arresto de Guzmán, considerado uno de los líderes del Cártel de Sinaloa.
Además, un breve saludo que tuvo López Obrador con la madre del Chapo y abuela de Ovidio durante una gira en Sinaloa el pasado marzo dio alas a los rumores de un pacto entre el Gobierno y el poderoso cártel.
Una sensación incrementada tras el arresto en agosto de José Antonio Yépez, alias el Marro, líder del poderoso Cártel Santa Rosa de Lima en Guanajuato.
“Siempre se especula mucho. Si van contra un cártel se dice que favorecen a otro, pero a todos se les ataca por igual. Lo que pasa es que unos son más peligrosos en algunos momentos”, opinó a Efe el experto de seguridad Javier Oliva.
EL MIEDO SIGUE LATENTE
El miedo continúa latente en Culiacán cuando se cumple un año del operativo fallido para capturar a uno de los hijos de Joaquín “el Chapo” Guzmán, que detonó una violencia de dimensiones nunca vistas y dejó al menos ocho muertos en este municipio del noroeste de México.
El estruendo de la metralla, el bloqueo de las principales vías, el despojo y quema de vehículos, el enfrentamiento entre pistoleros y militares, el correr de mujeres, niños y hombres por las calles de la capital del estado de Sinaloa, aún está muy presente en la mente de sus habitantes, en esta efeméride bautizada como “el jueves negro”.
Esa inédita acción del narcotráfico logró poner de rodillas al Gobierno mexicano, que se vio obligado a liberar a Ovidio Guzmán y terminó por evidenciar la ineficiencia y abandono en la lucha contra el crimen organizado en Sinaloa.
“Ese día supimos que quien manda en Sinaloa es el narco y hoy sabemos que lo que sucedió ese 17 de octubre puede volver a suceder en cualquier momento si al crimen organizado le pega la gana”, asegura a Efe Kevin, un reportero de nota roja local.
Ese día, Kevin estuvo en la zona cero del conflicto, hasta donde llegó una gran parte de los más de 300 sicarios que el Cártel de Sinaloa movilizó para liberar a Ovidio Guzmán. Un año después recuerda cómo en busca de la noticia buscó refugio en la Fiscalía de Sinaloa y tuvo que caminar sobre decenas de casquillos.
UN SUCESO REPETIBLE
Miriam Ramírez, coordinadora de la campaña #JuevesNegroNuncaMás, está convencida de que, si siguen prevaleciendo las mismas condiciones de inseguridad en Sinaloa, esto puede volver a ocurrir.
“No tenemos ninguna duda de que en cualquier momento se puede volver a repetir una situación de esa magnitud, pues el poder que tiene el crimen organizado quedó demostrado y la incapacidad de las autoridades locales también quedó demostrada”, dijo a Efe.
Miriam considera que la mayor lección del “jueves negro” ha sido terminar con “la idea romántica de que el crimen organizado en Sinaloa era bueno, que era el bandido noble que ayuda a las comunidades, que da empleo o que genera bienestar”.
Sobre las investigaciones del caso, Miriam dice que ha pasado un año sin rendición de cuentas de las autoridades locales. “Nos han hecho sentir que se han deslindado totalmente del tema”, lamentó.
Esta misma semana, el fiscal general de Sinaloa, Juan José Ríos, recordó a medios que quien se encarga de las investigaciones es la Fiscalía General de la República.
LAS INCÓGNITAS DEL OPERATIVO
Según un detallado informe del Gobierno federal, el ‘jueves negro’ dejó 8 muertos, además de 19 heridos. No obstante, el Gobierno de Sinaloa sostiene que hubo 13 muertos, 3 de ellos civiles ajenos a los enfrentamientos.
Este baile de cifras refleja el descontrol vivido en esas horas, en las que el Gobierno primero se mantuvo en silencio y, luego, presentó varias versiones de los hechos.
Primero señalaron que soldados habían hallado fortuitamente a Guzmán en un domicilio, pero al día siguiente rectificaron al asegurar que fue un operativo de captura para cumplir una orden de extradición de Estados Unidos.
Además, el jefe del Ejército, Luis Cresencio Sandoval, admitió que la operación fue “precipitada y mal planeada” y que se tuvo que liberar a Guzmán ante la respuesta violenta de los sicarios.
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que la liberación la acordó el gabinete de seguridad, pero en junio pasado rectificó al asegurar que él mismo dio la orden.
EL REFUGIO DE PEPE
La vivienda de Pepe Delgado se convirtió ese 17 de octubre en un pequeño albergue para mucha gente que se quedó atrapada en el centro de Culiacán ante la embestida del Cártel de Sinaloa. Este profesor universitario tuvo que sortear la muerte a bordo de un taxi desde la universidad hasta su casa, en una ruta similar a la que seguían los sicarios.
“Lo que se vivió ese día fue una especie de demostración de cómo están las cosas en la ciudad: Los grupos que hay en esta ciudad, el poder que tienen, la manera en que están armados, la capacidad de organización (…) es lo suficientemente preocupante como para saber que es posible que vuelva a suceder”, afirma a Efe.
Ese día, después de que el taxi logró dejarlo a una calle de su casa, tuvo que correr los 100 metros más difíciles de su vida.
“Llegué a mi casa y me desahogué porque tenía muchísimo miedo. (…) Temí por mi vida, por que pasara una patrulla, por que esa patrulla no se encontrara con una camioneta de gente armada”, rememora.
NO AL OLVIDO
“El Gobierno no hizo nada después del 17 de octubre. Le apostó a que se nos olvidara lo que sucedió. No hubo ninguna política pública diferente de los últimos 20 años”, aseguró a Efe Esteban García, fundador de Culiacán Valiente.
Días después cerca de 3 mil personas marcharon pidiendo paz por la misma zona cero: “El sentimiento de odio, de miedo y de frustración nos invadió después de los hechos trágicos en donde nos habían tomado la ciudad”.
Pese a ello, reconoce que “ha habido una tolerancia hacia la cultura que ha impuesto el narcotráfico” y que lo sucedido fue “la suma de años de silencio. Esa permisibilidad que dio la sociedad a que la semilla del narcotráfico floreciera”, concluyó.