Los chapulines, mejor conocidos como chochos en algunas regiones de México, se han convertido en una de las peores pesadillas para los agricultores. Pareciera que cada año hay más y son más voraces, ¡con decirles que el año pasado encontramos algunos comiendo hojas de pino que son bastante tóxicas y totalmente diferentes al maíz o a la alfalfa donde normalmente se alimentan! La pregunta que surge es: ¿siempre han sido tan abundantes y voraces y habían pasado desapercibidos o recientemente algo ha disparado sus poblaciones?
Para entender la problemática de los insectos que llamamos plaga es importante resaltar que ese concepto no es una categoría natural, puesto que ningún ser por sí mismo es plaga. Se convierte en ella cuando merma nuestros intereses económicos o sanitarios. De tal suerte que algunos insectos son comunes pero no nos preocupamos por ellos porque no están dañando ningún cultivo que nos interese, mientras que otras especies con pocos individuos pueden ser muy perjudiciales al causar problemas de salud pública o pérdidas en las cosechas.
La abundancia de una especie depende por un lado de las condiciones ambientales pero también depende de su alimento, de la presencia de otras especies que consuman su alimento (sus competidores), así como de sus depredadores o enfermedades. Cuando las especies habitan en ecosistemas naturales rara vez tienen abundancias muy grandes puesto que viven en un ambiente limitante, ya sea por condiciones climáticas, escaso alimento o por tener muchos depredadores. Sin embargo, en ambientes modificados por el hombre como un campo agrícola, una plantación forestal o una ciudad, las condiciones para las especies cambian completamente y por lo general no hay recursos limitantes, tienen todo el alimento que necesiten y no hay depredadores, de tal manera que comen como locos y pueden dar rienda suelta a su reproducción y por lo tanto pueden crecer de manera exponencial.
En el caso de los chochos, en particular del chapulín de la milpa llamado Sphenarium purpurascens, pareciera que su incremento acelerado tiene que ver con los cambios en las prácticas agrícolas de nuestro país. Cada vez con mayor frecuencia, el maíz no se siembra en la tradicional milpa junto con calabaza, chile y frijol, sino que se siembran hectáreas y hectáreas de puro maíz por lo que los chapulines no tienen ninguna restricción de alimento. Además, el cambio en la agricultura ha implicado que la tierra no se deja descansar entre siembras y tampoco se rota el tipo de cultivo en una parcela en particular, de tal manera que los nutrientes que había en el suelo se han ido agotando y esto implica la necesidad de utilizar grandes cantidades de fertilizante para obtener los rendimientos de antaño.
Históricamente en algunas regiones de México, en particular en Oaxaca, los chochos se han controlado utilizando la remoción manual, con lo que se reducían sus poblaciones y el daño sobre la milpa, con la ventaja agregada de que estos chapulines después pueden ser comidos por los humanos. Actualmente en Oaxaca se siguen cosechando y consumiendo chapulines, y además se ha desarrollado todo un mercado para los bares y restaurantes de cocina mexicana de las grandes ciudades que los demandan. Sin embargo en el resto del país el control de los chochos o chapulines cuando atacan los cultivos es químico, se utilizan grandes cantidades de insecticidas para tratar de mitigar los daños que causan estos insectos. Entonces, una vez mas, en lugar de rescatar el conocimiento tradicional de manejo de la agricultura, se implementan las soluciones que proponen las grandes compañías de agroquímicos con resultados poco satisfactorios puesto que los insecticidas solamente son efectivos si se utilizan en el momento preciso relacionado con el tamaño de los chapulines, si con pasaron de la talla adecuada, el insecticida ya no los mata. Al mismo tiempo, dado que se han utilizado grandes cantidades de insecticidas, hay poblaciones de chapulines que han desarrollado resistencia y ya no son afectados por los químicos.
En un estudio desarrollado por Cerritos y Cano (2008) (1) demostraron que al comparar en condiciones semejantes la remoción manual de los chapulines con la aplicación de insecticidas, la abundancia de chapulines después del control manual es suficiente para mantener al insecto por debajo del número de individuos que genera pérdidas económicas, además de que podrían significar un ingreso de cinco mil dólares por familia, por lo que recomiendan ampliamente su utilización.
El consumo de chapulín, sin embargo, no es generalizado en todo México a pesar de que incluso en la Biblia (2) se menciona que los insectos con patas para saltar además de alas si son permitidos para comer. Dado que además el chapulín tiene arriba del 70 % de su peso en proteínas, es una buena opción popularizar su consumo.
Considero que dada la coyuntura actual de falta de recursos y de exceso de utilización de agroquímicos en el campo mexicano, para el caso particular de control de los chochos o chapulines donde existe un mercado para el consumo humano se debería popularizar la captura manual y la masificación del consumo de este insecto, dejando atrás los prejuicios sociales.
1. Cerritos, R. and Cano-Santana, Z. (2008). Harvesting grasshoppers Sphenarium purpurascens in Mexico for human consumption: A comparison with insecticidal control for managing pest outbreaks. Crop Protection, 27, 473-80.
2. Levítico 11-12 Nueva Versión Internacional (NVI) 20 “A todo insecto alado que camina en cuatro patas lo considerarán ustedes un animal inmundo. 21 Hay, sin embargo, algunos insectos alados que caminan en cuatro patas y que ustedes podrán comer: los que además de sus patas tienen zancas para saltar, 22 y también toda clase de langostas, grillos y saltamontes. 23 Pero a los demás insectos alados que caminan en cuatro patas ustedes los considerarán animales inmundos”.