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Alejandro Calvillo

17/08/2024 - 12:05 am

¿Cuántas familias sufren la violencia del alcohol?

El consumo de alcohol está tan normalizado que no se reconoce que se trata de una droga que altera a las personas. Su consumo afecta directamente a las funciones físicas y cognitivas.

¿Cuántas familias conoce usted que han sido profundamente afectadas por la violencia provocada por el consumo de alcohol de uno de sus miembros? ¿Cuántas han sido abandonadas? ¿Cuántas sufren cotidianamente la inestabilidad, la violencia, las carencias económicas por el abandono del trabajo del padre debido al consumo de alcohol? ¿Cuántas mujeres han sufrido violencia por parte de su pareja alcoholizada? ¿Cuántas niñas y niños han sufrido violencia en el hogar por el consumo de alguno de sus padres, generalmente, y por mucho, de su padre? ¿Cuánto aumenta la inseguridad en los barrios por el consumo de alcohol en la calle?

En la Encuesta Nacional RESET Alcohol México, que presentamos recientemente sobre percepción y opinión del impacto del consumo de alcohol y las políticas para enfrentar sus daños, el 97 por ciento de la población encuestada manifestó estar preocupada por la violencia contra la mujer atribuible al consumo de alcohol y el 98 por ciento considera el consumo de alcohol como un problema para el país. Pero lo que es una preocupación para los ciudadanos no lo es para las autoridades en un país con muy altos grados de violencia y donde no existe una política nacional sobre el consumo de alcohol. Por primera vez llega a la presidencia de la república una mujer y este es un tema central.

Es común que el impacto del consumo de alcohol se reporte de forma cuantitativa en un estimado de casos de diversas enfermedades y datos sobre accidentes y suicidios. Pero no se reporta, al menos en México, su dimensión en daños sociales, de los daños provocados a terceros, a las parejas, las familias, las comunidades. Pero se sabe bien que el mayor daño del alcohol es en su dimensión social sin menospreciar sus daños en la salud de las personas que lo consumen en exceso, ya sea de manera regular o en periodos esporádicos pero intensos.

El consumo de alcohol está tan normalizado que no se reconoce que se trata de una droga que altera a las personas. Su consumo afecta directamente a las funciones físicas y cognitivas. Los bebedores pierden el autocontrol y la capacidad de procesar la información que reciben, por lo que es más probable que recurran a reacciones desproporcionadas, que recurran a la violencia en las discusiones, que se sientan amenazados, al mismo tiempo que pueden perder la capacidad de reconocer signos de alarma en situaciones potencialmente peligrosas, lo cual también les puede convertir en objeto fácil de violencia.

Cuando hablamos del consumo de alcohol y la violencia en sus efectos a terceros, el ser víctima de violencia es un factor de riesgo de diversas enfermedades y trastornos mentales, y puede conducir, a su vez, al consumo nocivo de alcohol como forma de “afrontamiento, escape o refugio” frente a la situación que se vive. De ahí que es un hecho que el consumo de alcohol es un factor de riesgo tanto de ser víctima de una agresión como causante de esta.

De la dimensión de pareja, familiar, se pasa a la dimensión comunitaria. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad Pública (ENVIPE) 2023, el 64 por ciento de la población adulta identifica el consumo en la calle como la primera conducta antisocial o incluso delictiva en los alrededores de su vivienda.

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el 30 por ciento de los homicidios dolosos en el país estuvieron relacionados con el consumo de alcohol por parte del agresor.

La Organización Mundial de la Salud reporta que el consumo nocivo de alcohol es el principal factor de riesgo para las muertes en varones de 15 a 49 años.

Podríamos seguir dando datos sobre los impactos del consumo de alcohol, pero queremos centrarnos en cuáles son las causas de que el consumo de alcohol cause esta dimensión de impactos y cuáles son las políticas para enfrentar esta situación.

En primer lugar, hay que señalar que no existe una Política Nacional para el Control del Alcohol, el alcohol se vende en todos lados, a todas horas, con publicidad invasiva en eventos para jóvenes, en las redes sociales y a precios muy bajos, sin aplicarse la prohibición de venta a menores. Y si esta es una causa, porque existe suficiente evidencia de que, a mayor cantidad de puntos de venta, horarios, publicidad y bajo costo, mayor consumo y violencia. Esta situación ocurre por el poder de las corporaciones alcoholeras que han bloqueado iniciativas en el Congreso y se encuentran muy cercanas a autoridades y jueces.

En este contexto lanzamos, un grupo de asociaciones civiles, Salud Justa, El Poder del Consumidor, la Red por los Derechos de la Infancia en México y Genedes, agrupados en la Red de Acción Sobre Alcohol, la campaña “El Alcohol Daña a Quien Más Amas”, exigiendo una Política Nacional para el Control del Alcohol. Ahora que nuestro país será presidido por una mujer, esperamos que se avance en el control de esta sustancia cuyo consumo se asocia a la violencia contra las mujeres, al interior de las familias, contra las infancias. También es oportuno citar la carta que firmó en septiembre de 2011, junto con otros expertos, el Dr. David Kershenobich, y que fue publicada en la prestigiada revista The Lancet:

“A pesar de la clara evidencia de los daños causados por el exceso de alcohol, hay poca voluntad de priorizar el problema en la agenda de salud mundial. Por lo tanto, el desafío es reducir este daño mediante el fortalecimiento de las políticas y su implementación a nivel local, nacional y global. Este fortalecimiento requiere influencia y compromiso en todos los niveles de los sistemas sanitarios, políticos y jurídicos, pero los daños a la salud exigen que los médicos tomen la iniciativa. Las intervenciones costo-efectivas basadas en la evidencia reducen el daño causado por el alcohol, pero la defensa de una política sobre el alcohol no es políticamente atractiva. El conflicto entre la política de salud impulsada por el gobierno y las influencias gubernamentales comerciales o sociales impide el progreso de cualquier política nacional o internacional. Por lo tanto, existe una necesidad urgente de presionar a los gobiernos para que reconozcan, adopten y amplíen las políticas de salud adecuadas”.

Esperamos que con Claudia Sheinbaum en la Presidencia de la República, quien ha tomado un compromiso especial con las mujeres, y con el Dr. David Kershenobich, quien desde hace varios años llamó a la urgencia de implementar las políticas más costo-efectivas para enfrentar el consumo del alcohol y sus daños, tengamos pronto una Política Nacional para el Control del Alcohol.

Para conocer la campaña que hemos lanzado como Red de Acción Sobre Alcohol y para ayudarnos a difundirla, le invitamos a visitar nuestra página: www.accionsobrealcohol.org.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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