SinEmbargo visitó la casa de la CdMx donde García Márquez escribió, en la década de los 60, su novela más celebrada, Cien años de soledad; ahí se conmemoraron los 10 años desde la muerte del Nobel colombiano. En la vivienda, ahora convertida en un residencia para escritores, José María de Tavira realizó una lectura de la novela inédita En agosto nos vemos, publicada en marzo.
Ciudad de México, 17 de abril (SinEmbargo).– Era un día soleado, de calor primaveral, en la capital mexicana. El periodista y novelista colombiano, avecindado en el país hacía algunos meses, trabajaba en su obra más ambiciosa hasta entonces: había decidido dejarlo todo –su trabajo, sus ingresos seguros– para dedicarse a eso, precisamente. A escribir. Pero, avanzado ya en su nueva novela, estaba bloqueado. No sabía cómo resolver el final de uno de los personajes que más le había gustado pergeñar. Harto, salió de su oficina, en la planta baja de la propiedad. Salió a tomar aire al patio y entonces vio a Mercedes, su esposa, intentando tender unas sábanas blancas, relucientes, con ayuda de sus trabajadoras del hogar, en el patio, para que se secaran. Gabriel García Márquez lo supo en ese momento, por inspiración o por pura suerte: ahí estaba el desenlace que tanto le había costado delinear.
Remedios la Bella, una de las tantas figuras míticas, en más de un sentido, de su novela Cien años de soledad, se despide de la novela así: en una mañana radiante, de sol, en Macondo, cuando las mujeres en la casa de los Buendía se encuentran tendiendo unas sábanas blancas. La indescifrable muchacha ascenderá a los cielos –llevándose con ella las telas, como un ángel verdadero– para nunca volver a ser vista, ni por los “más altos pájaros de la memoria”. Se trata de una de las escenas más recordadas de una novela llena de ellas, en uno de los libro fundamentales para entender la literatura del Siglo XX en Latinoamérica.
Y García Márquez escribió el libro aquí, en la Ciudad de México. Este miércoles 17 de abril, se cumplen 10 años de la muerte de quien, a partir de aquella publicación y de aquella decisión de entregarse entero a este arte, fue entronizado como uno de los grandes novelistas en lengua española, pero además uno de los más populares y de los más queridos, en México, en Colombia y en el resto de Latinoamérica.
El “Gabo”, como le decían sus hijos y su esposa, sus amigos íntimos pero también como lo conocen sus lectores, se dedicó a la empresa titánica de escribir ese libro donde ocurriría todo, donde la experiencia latinoamericana, las historias que escuchó en su infancia en su Aracataca natal y el “realismo mágico” se unirían para nunca volver a separarse de él y de sus lectores. En un principio, Cien años de soledad sería La casa, porque todo ocurriría al interior de la vivienda de los Buendía. Pero rápidamente descubrió que eso sería imposible.
Diez años después de su muerte, la casa donde García Márquez, Mercedes Barcha y sus hijos Rodrigo y Gonzalo vivieron entre 1965 y finales de 1967 sigue alimentando historias y ficciones, reportajes y obras teatrales. Ahora, el número 19 de la Cerrada de la Loma, en Lomas de San Ángel, en el suroriente de la capital mexicana, no es un museo ni una casa, sino algo intermedio: un lugar a donde otros escritores acuden, becados por la Fundación García Márquez, a escribir las obras del futuro.
Aquí, en esta casa discreta de dos pisos –planta baja para el recibidor, la sala comedor ahora dividida para mantener un espacio pequeño para presentaciones especiales y la oficina de “Gabo” al fondo; arriba para los estudios que antes eran cuartos– reina el silencio. Se trata de una colonia tranquila, donde no se cuela ni el ruido del tráfico ni el fragor de las multitudes que se mueven por cientos de miles en esta ciudad. Es, sí, un lugar ideal para dedicarse a escribir.
Por los estudios del segundo piso han pasado escritores de renombre: el colombiano Héctor Abad Faciolince, la cronista argentina Leila Guerriero. Hoy en día, los mexicanos Emiliano Ruiz Parra y Aura García Junco pasan días enteros en este lugar, residentes salvo para dormir. Se dedican por completo a escribir.
“Se trata de un programa de residencia, que conlleva una beca”, explica Geney Beltrán, coordinador ejecutivo de Casa Estudio Cien años de Soledad. “Los escritores reciben un apoyo por entre 2 y 4 meses, incluidos mexicanos y extranjeros. Desde 2019, han recibido la residencia 9 mujeres y 8 hombres, con un promedio de seis residentes al año. Nunca duermen aquí, pero los que vienen de fuera reciben también el apoyo para quedarse en algún lugar de la ciudad”, añade.
El énfasis que le pone la Fundación es a la narrativa, pero también han pasado por esta casa poetas y hasta dramaturgos, todos ellos alrededor de los 39 años de edad, los que García Márquez tenía cuando escribió la que es, para muchos, su obra maestra. “Los autores que vienen reciben la bendición simbólica del fantasma de ‘Gabo’”, presume Beltrán entre risas.
Luego de la familia García Barcha ocupara a mediados de los 60 la propiedad, ésta volvió a sus dueños, la familia Coudurier. Luis, el propietario, vivió aquí, y aquí murió. Sus hijos y los hijos de sus hijos también. Después, con la muerte del patriarca, la casa fue donada a la Fundación “Gabo”, para abrir la casa a otros escritores.
Además, cuenta Geney en tono jocoso, se trata de un lugar donde dos Nobel han usado el mismo baño: tanto el colombiano como el peruano Mario Vargas Llosa, su compañero de generación –aunque rivales ideológicos y de amores–, quien ganaría el máximo galardón literario en 2010, 28 años después que “Gabo”.
UNA NUEVA Y ÚLTIMA NOVELA
García Márquez es, además de todo, lo que en el mundo editorial se conoce como un long-seller, un autor que vende muchos libros durante un largo tiempo, sin cesar. Cada par de años hay reediciones de sus libros: novelas, cuentos, crónicas e incluso sus artículos periodísticos. Pero, justamente para conmemorar una década sin el Nobel de Literatura colombiano, sus hijos decidieron publicar la novela inédita En agosto nos vemos (Diana. 2024), en la que García Márquez trabajó y que corrigió durante los últimos años de su vida.
“Gabo” dejó escrito a mano, en el borrador 5, del 5 de julio de 2004, “Gran OK Final”. Unos años antes, el colombiano había leído un fragmento de la obra en una reunión con otros escritores en Madrid. Se publicó, a nivel internacional, el 6 de marzo pasado, cuando García Márquez hubiera cumplido 97 años.
La novela breve, de apenas un centenar de páginas, relata la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer que cada 16 de agosto toma el transbordador para llegar a la isla donde está sepultada su madre, se registra en el hotel habitual, compra un ramo de gladiolos, pasa la tarde en el cementerio y, al día siguiente, regresa a casa con su familia. Sin embargo, “esta vez el encuentro inesperado con un hombre cambiará para siempre su rutina invitándola cada año a escapar por una noche de la vida que ha construido con su esposo e hijos”.
Si la primera edición de Cien años de soledad –de la editorial Sudamericana en 1967– constó de 8 mil ejemplares, la de En Agosto nos vemos demuestra no sólo la potencia de convocatoria del Nobel colombiano, sino la caducidad del hechizo que mantiene a sus lectores atentos a su obra, incluso una década después de haber muerto y casi 6 décadas de la primera vez que sus seguidores conocieron el pueblo de Macondo.
“Se trata de 50 mil ejemplares para esta edición del nuevo libro”, reveló la editorial Diana en una rueda de prensa en la antigua casa de “Gabo”. “Van 35 mil vendidos y esperamos que sea el libro más vendido del año”, añadieron.
Para celebrar la publicación del que, aseguraron, ahora sí será la última novela de “Gabo”, el actor José María de Tavira, quien narra el audiolibro de En agosto nos vemos, realizó una lectura en vivo y expresó su cariño por los libros del colombiano.
“Soy un lector de ‘Gabo’, apasionado, no soy un experto, no es mi mundo, pero esta novela es maravillosa, fue una experiencia increíble, porque pude tener contacto con un viejo maestro, ya en las últimas, dando los trazos más elegantes que toda su carrera puede dar, a veces incluso trastabillar, es hermoso poder experimentar eso”, dijo en entrevista con medios.
Mientras tanto, García Márquez niega en la actualidad el final de Cien años de soledad. A pesar de una década sin el escritor colombiano –y también hijo adoptivo de México–, su estirpe, sus libros, no han sido condenados a 100 años de soledad. Al contrario: quizá sea uno de los escritores más leídos: ha aprovechado su oportunidad en esta tierra.