El quinto jugador del mundo logró un triunfo que le alivia. Es el primero después de Rafael Nadal en el 2018 en revalidar la corona en el evento monegasco.
Por Santiago Aparicio
Montecarlo, 17 de abril (EFE).- Con rotundidad y sin consideración, el griego Stefanos Tsitsipas despertó al español Alejandro Davidovich de su sueño y se apuntó, por segundo año consecutivo, el título del Masters 1000 de Montecarlo tras imponerse en el partido final, por 6-3 y 7-6(3).
La mejor semana en la aún corta trayectoria de Davidovich terminó sin final feliz. Sin el premio deseado. Fue un espabilar brusco. Nunca antes había estado tan cerca el español de un éxito, del primero como profesional. Y menos en un evento de similar rango. Por eso se resistió a pesar del talento y de la identidad de su rival. Un jugador asentado en la élite hace tiempo. Un candidato habitual a los triunfos en los grandes torneos.
Alejandro Davidovich jugó a tirones. Hizo la goma, con entusiasmo pero sin regularidad. Comenzó bien. Después se diluyó. Se recuperó y se volvió a ir. Pero resistió hasta el final. Sucedió así, por momentos, en los partidos ante el búlgaro Grigor Dimitrov, en semifinales y también contra el estadounidense Taylor Fritz en cuartos.
Y también contra Novak Djokovic, en segunda ronda. Aunque pudo más su tesón y su empuje y la repercusión del rival. Un momento inigualable y un triunfo histórico. Ahí empezó todo.
No pudo prolongar esa inercia, esa energía el andaluz ante un adversario que se encargó de delimitar las distancias. Una final es casi una rutina para el heleno pero hasta ahora una excepción para el español. Diecinueve ha jugado Tsitsipas que elevó a ocho los éxitos en su carrera. Con ninguna a sus espaldas afrontó Davidovich la de Montecarlo.
El quinto jugador del mundo logró un triunfo que le alivia. Es el primero después de Rafael Nadal en el 2018 en revalidar la corona en el evento monegasco.
"A veces he dudado pero estoy orgulloso de como me he mantenido en el partido y de hacer todo lo posible para ganar", señaló sobre la pista Tsitsipas en cuanto cerró la victoria, en el desempate del segundo set.
Palabras de elogio y de reconocimiento para el español. "Davidovich es un gran jugador y seguro que obtiene los mismos resultados que aquí en los próximos torneos. Ha batallado todo lo posible. Pero he podido minimizar sus recursos y lograr el triunfo", agregó Tsitsipas.
Davidovich, que el lunes será el vigésimo séptimo jugador del mundo, el mejor hasta ahora en sus tres años y medio como profesional, mantuvo el tipo lo que pudo y se aferró a sus posibilidades hasta el final. Rompió de entrada Alejandro Davidovich, bajo la mirada de su entrenador Jorge Aguirre, el exatleta Martín Fiz que se encarga de su preparación física y el resto de su equipo.
Tsitsipas no le dejó escapar. El pulso se mantuvo durante los seis primeros juegos hasta que el heleno aceleró y amarró la manga por 6-3.
El español dio la sensación de no encontrar la forma de responder al partido, de hacer frente a las expectativas. Pero regresó. Tras el 2-0 de arranque en el segundo parcial Davidovich emergió y equilibró otra vez la situación. Tomó la delantera en la manga que transcurrió igualada hasta el tie brak. Ahí no perdonó Tsitsipas, que cerró el partido.
"Ha jugado mejor que yo. Espero tener pronto posibilidad de venganza y encontrarme con él en otras muchas batallas. He disfrutado mucho estos días y espero volver. Gracias a todos por el apoyo que me han dado. Ha sido un sueño que espero que se repita muchas veces. Estas finales antes las veía por televisión y ahora la he disputado", reconoció Davidovich.
Stefanos Tsitsipas sumó su segundo Masters 1000 en su carrera. El segundo en Montecarlo. El octavo titulo de su carrera. Premio tras arrollar a Alexander Zverev en semifinales y sobrevivir al argentino Diego Schwartzman en cuartos.
Estrena su cosecha en el 2022 donde solo había destacado en Rotterdam, en la final que perdió con Felix Auger Aliassime.
"Seguro que pronto nos volvemos a ver", aventuró Tsitsipas a Davidovich, que puso fin de mala forma a la mejor semana de su vida.