Moisés Ramírez es un escritor contemporáneo. Su estudio es el teléfono, el cuaderno, un café en la Roma, una panadería en Morelia, la computadora de su casa y el otro cuaderno. “La escritura se está transformando por los tiempos, por el tipo de vida y hay que partirse en pedacitos”, dice.
Por Fernanda Ballesteros, The Creators Project
Ciudad de México, 17 de abril (SinEmbargo/ViceMedia).- Nos quitamos la idea antigua del escritor encerrado, rodeado de libros, con una lámpara de luz amarilla y una máquina de escribir. El cigarro sigue prendido. Cambiamos la máquina de escribir por una computadora. Tiene internet y conecta al escritor al mundo. El mundo lo jala y el artista sale a afrontarlo. No necesita volver al espacio reducido con una lámpara de luz amarilla para escribir. Trae una Moleskine y una pluma en la mochila. Si no trae nada en la espalda, tiene un celular en el pantalón donde seguramente hay una aplicación de Notas. Si no, hay servilletas en su café favorito donde le preparan el espresso justo como le gusta. Ve a la gente y a los perros pasar, una conversación de al lado es una gota de inspiración para su historia y los rostros alimentan su repertorio de imágenes para luego desplegarlas en letras.
cuando la hora me envuelva con su espanto
no estaré solo ni vacío
porque estará la vida
con su baile de voces momentáneas
si estamos o no estamos
lo que queda
es la pátina informe de los años
su tiempo breve
eternidad que acabe
con la noche que llega
(Pura sangre, p.112)
Moisés Ramírez es un escritor contemporáneo. Su estudio es el teléfono, el cuaderno, un café en la Roma, una panadería en Morelia, la computadora de su casa y el otro cuaderno. “La escritura se está transformando por los tiempos, por el tipo de vida y hay que partirse en pedacitos”.
yin sin yang
big sin bang
no escribimos el paso del tiempo
escribimos su derrota
acaso la poesía que está afuera del poema.
(Pura sangre, últimas estrofas de “generación red”, p.59)
“A mí no me gusta tener lo escrito en un solo lugar. Lo tengo en el cuaderno, en la computadora, en el teléfono. Me gusta estar escribiendo en las tres partes, fragmentar. Si estoy haciendo un mismo escrito, tomo una nota en el teléfono, y puede ser una nota o un fragmento que va a ir directamente en el texto final. Es estar trabajando en fragmentos. Es la idea de escribir en la nube en diferentes dispositivos.”
El mundo es un ensamble de fragmentos y Moisés es el escritor que captura su alrededor, la inseguridad de Michoacán, la esencia de la desnudez, el alma de una batería en una canción de blues, la calma, la violencia e ilustra una historia completa en conceptos simples de día a día:
en el aire caliente de tu boca
las palabras se hinchan como panes
(Pura sangre, p.88)
“Si cada frase pudiera contener una historia más amplia, que se pueda percibir sin que esté en palabras: eso es lo que estoy buscando ahora, ¿cómo condensar sin que el lenguaje sea denso? Que al mismo tiempo sea breve, que tenga velocidad, siguiendo un poco esta idea de Calvino y sus seis propuestas. Hay que aligerar el lenguaje pero hay que mantener estas referencias completas. Tienes un texto de 200 palabras o de 10 palabras y tendrían que tener el mismo peso. ¿Cómo reducir la experiencia con el mismo contenido?” Sea en lo físico o en el sentimiento:
la desnudez no sabe nada de los kilos
de los escotes
el look hipersexual
la elevación del busto los cosméticos
las cintas del tobillo y su delirio
otoño-invierno
los pájaros su danza
de plumas decantadas sobre el hombro
las borlas de hilo zigzaguente
ubicuo desteñido apuñalado
París Milán Cibeles Nueva York
tu propia casa
ah
pezones provocados por la seda
serpeante
claridad
en el encaje
suavidad de mariposas
en los ojos
la desnudez no sabe
no sabe
(Pura sangre, p.43)
—-
el mar
es una inmensa boca
nada mejor que su infinito
salado beso (Pura sangre, p.102)
El mes pasado, Moisés presentó su quinto libro en la capital, segundo de poesía, Sangre fría (Elefanta, 2015): una selección de poemas que con el movimiento de un caballo en la pradera deja a las palabras como testigos, como escondites, como alusiones a la misma vida: morir es desnudarse de palabras(33), me despalabro(106).
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