Ricardo Ravelo
17/02/2023 - 12:04 am
Caso García Luna: Encuentro con Arturo Beltrán, prueba irrefutable en NY
"Más allá de lo que haya ocurrido y cómo lo cierto es que aquel encuentro entre García Luna y Beltrán Leyva ocurrió".
El juicio contra Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón, ha llegado a su fin. De los más de setenta testigos que la Fiscalía tenía programados para testificar en contra del exfuncionario sólo acudieron 26, “más que suficiente” –dijo la fiscal Saritha Komatireddy –para arribar a una sentencia condenatoria.
Y añadió: “Basta con un solo testimonio” para obtener que Genaro García Luna sea declarado culpable. “Sigan el sentido común”, les dice a los miembros del jurado.
A lo largo de estas semanas hemos visto desfilar a testigos como Sergio Villarreal Barragán, “El Grande”, y Rey Zambada, entre otros, que declararon haber entregado a García Luna sumas millonarias en maletas. Es cierto, no hay evidencia de ello –videos o fotografías, por ejemplo –pero en Estados Unidos el testimonio es considerado una prueba importante.
Tras ser detenido en Puebla allá por el año 2010, “El Grande” no figuró en México como un testigo digno de crédito: fue utilizado por la extinta Procuraduría General de la República (PGR) como un caballito de batalla en diversos juicios; incriminó a cuanto funcionario se le encargó y, con ello, la PGR pudo encarcelar a varios de ellos en aquel caso conocido como “Operación Limpieza”. Por desgracia, todos los acusados recuperaron su libertad después por falta de pruebas, es decir, “El Grande”, y otros testigos habían mentido.
La situación de Villarreal Barragán ahora es diferente: resulta que para la Fiscalía que acusa a García Luna su testimonio es el más relevante de todos. Y es que Villarreal Barragán contó detalles sobre el secuestro que sufrió García Luna en una carretera de Morelos en octubre de 2008 por parte de un grupo de sicarios al servicio de Arturo Beltrán Leyva.
Dijo, entre otras cosas, que lo interceptaron y que sus hombres –unos veinte agentes federales –fueron desarmados: García Luna –según el testimonio de “El Grande” –fue llevado a la guarida de Arturo Beltrán, donde el capo le recriminó muy enojado por qué no estaba cumpliendo los acuerdos. Otras versiones, confirmadas con posterioridad, refieren que Arturo Beltrán lo cacheteó y le dijo, palabras más, palabras menos: “¿Ya ves que fácil es llegar a ti? –a lo que García Luna nada respondió.
De acuerdo con “El Grande”, Arturo Beltrán estaba muy enojado y su pretensión era matar a García Luna. Versiones también obtenidas a la postre indican que Beltrán encañonó con su pistola al funcionario, le mentó la madre y lo insultó con palabras bajunas. “El que manda soy yo, hijo de tu puta madre”, y dile a tu patrón –se refería posiblemente al entonces presidente Felipe Calderón o a algún otro capo –que les voy a partir su madre.
Más allá de lo que haya ocurrido y cómo lo cierto es que aquel encuentro entre García Luna y Beltrán Leyva ocurrió. Puede fallarme la memoria, pero no registro por ahora algún otro dato irrefutable donde se haya documentado un encuentro entre García Luna y un capo del crimen organizado como el que ha resonado en el juicio de Brooklyn, Nueva York.
Y este hecho es la única evidencia que se ha mostrado en el juicio contra García Luna por tratarse de un hecho confirmado y no una declaración de oídas. Valdés Villarreal, en su testimonio, se adentró a los detalles de lo que vivió. Aquello que ocurrió a él le consta porque estuvo presente junto con otros miembros del clan Beltrán Leyva.
La historia de los pormenores del secuestro de García Luna está contada por este reportero en la edición 1672 del semanario Proceso, correspondiente al 16 de noviembre de 2008.
Recuerdo los detalles de aquel asunto. En esa fecha era reportero del semanario fundado por Julio Scherer García y estaba asignado a la fuente de Justicia y Seguridad, la que cubría desde 1996.
Durante el sexenio de Felipe Calderón la política editorial de Proceso fue seguir el tema del narcotráfico. Así nos lo hizo saber el entonces director, Rafael Rodríguez Castañeda. “El tema del sexenio es el narco” –dijo en una reunión con todos los reporteros –. Y añadió: Debemos ser muy agudos y hábiles para entrarle a este tema y documentarlo. Y así se hizo. Fue una gran aventura reporteril que dio mucho fruto: reportajes, libros, conferencias nacionales e internacionales y todo lo que conllevara a mitigar el insaciable ego periodístico.
La tarde de un lunes de noviembre de 2008 fui llamado a la dirección de la revista por el señor Rodríguez Castañeda. Serio y bromista, como es, me dijo: “Hueles a plomo”. Bromeaba con frecuencia porque estaba tan metido en el tema del narcotráfico que aquella frase refería que la lumbre andaba muy cerca de mi”. Sonreí.
Te encargo que trabajemos un reportaje pero a fondo, con todo, sobre los nexos de García Luna con el narco. Hay demasiadas versiones pero debemos documentarlo, trabajarlo bien. Sería un gran texto para Proceso. A donde necesites viajar me dices pero vayamos a la médula de este asunto.
--Muy bien, don Rafael, me aboco a ello –le respondí.
Comencé a trabajar el tema consultando mis fuentes: abogados, jueces, expedientes, versiones, contactos en la DEA…
Llevaba como el cincuenta por ciento del asunto armado, pero me faltaba algo más contundente. Aspiraba, como siempre, a la portada de Proceso. En aquellos años trabajaba doble: buena parte del día en mis asuntos de la revista y por la noche en mis libros.
Un día me contactaron unos agentes federales. Estaban enojados porque les habían anunciado su despido de la Secretaría de Seguridad Pública a cargo de Genaro García Luna. En la dependencia querían policías jóvenes, inexpertos y no agentes experimentados porque, según las versiones revisadas, el objetivo era no investigar al crimen sino simular un combate.
Me tomé un café con ellos en el Sanborns de San Antonio, en la colonia Del Valle. Me contaron el suplicio que enfrentaban; su situación laboral ya la habían denunciado ante la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados; decían que el que debería renunciar o ser despedido era García Luna porque él era un funcionario al servicio del crimen organizado.
--¿Cómo se puede probar eso? –les pregunté-
--Traemos esta carta –respondió uno de ellos.
Leí el documento y me quedé atónito. Esta es la portada de Proceso, dije para mis adentros.
Aquel documento detallaba los pormenores del “levantón” que sufrió García Luna en una carretera del estado de Morelos, ocurrido el 19 de octubre de 2008. Aquel hecho lo corroboré con otras fuentes. Todas lo confirmaron.
Y detallaba –es muy probable que los guaruras de García Luna hayan explicado lo que pasó –cómo los desarmaron y se llevaron al entonces hombre más poderoso de la Seguridad Pública en México ante el capo mayor, Arturo Beltrán Leyva, quien vivía cómodamente en un condominio en la ciudad de Cuernavaca.
Este hecho –con independencia de los pagos multimillonarios en dólares y la fortuna injustificada de García Luna –es un elemento de mucho peso en el veredicto del jurado y en la valoración del juez Brian Cogan para dictar su sentencia.
Ahora, en caso de que García Luna sea declarado inocente –cosa que se ve muy difícil –la ruta que seguiría es su deportación a México debido a que su nacionalidad norteamericana –según sostienen las autoridades –la obtuvo con datos falsos.
No es todo: Entre los años 2020 y 2021, el gobierno mexicano solicitó la extradición de García Luna a México. Sin embargo, en ese país el exfuncionario federal no está acusado de narcotráfico. Pesan en su contra delitos como enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y declaraciones falsas ante autoridades.
Resulta muy sospechoso que, a pesar de que los delitos de crimen organizado que le imputan a García Luna ocurrieron en México la FGR no cuente con una carpeta por esos ilícitos.
Por ahora el jurado de Nueva York está en proceso de deliberación. De sus conclusiones dependerá si García Luna es condenado a cadena perpetua, le imponen una pena menor –10 años –o lo declaran inocente.
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