Los académicos descubrieron que la coordinación del comportamiento no verbal del entrevistador y el entrevistado aumentaba a medida que la tarea de los voluntarios se volvía más exigente desde el punto de vista cognitivo, es decir, que los participantes tendieron a imitar las acciones de sus interlocutores, y mientras más compleja era la mentira, mayor número de movimientos imitaban.
Ciudad de México, 17 de enero (RT).- Un equipo de investigadores afiliados a universidades británicas y neerlandesas ha descrito un comportamiento corporal, hasta ahora desconocido, que podría ser un indicio inequívoco de que una persona está mintiendo.
De acuerdo a una investigación publicada recientemente en Royal Society Open Science, tras estudiar una serie de interacciones sociales, los académicos descubrieron que cuando un individuo miente a otra persona este tiende a imitar, muchas veces de forma inconsciente y por un breve periodo de tiempo, ciertos movimientos corporales de su interlocutor.
Durante el estudio, los autores realizaron una serie de pruebas que motivaban a un grupo de voluntarios a decir mentiras cada vez más elaborada. En una primera etapa, se les pidió resolver un complicado rompecabezas, del cual se les había dicho que sería sencillo. Mientras lo resolvían, miembros del equipo de investigación abandonaban la sala simulando haber dejado por accidente las soluciones del rompecabezas a la vista de los entrevistados. A su vuelta, fingían darse cuenta de su error y preguntaban a los sujetos de estudio si las habían utilizado o no.
A liar and a copycat: nonverbal coordination increases with lie difficulty | Royal Society Open Science https://t.co/0wBamVC3aT
— Ordo Fraterna Fibonacci (@OrdoFibonacci) January 13, 2021
Si no habían hecho trampa, o la habían hecho pero no lo admitían, investigador y voluntarios resolvían juntos el rompecabezas utilizando las soluciones. En cualquiera de los tres posibles escenarios, se les pidió que mintieran acerca de haber visto las respuestas.
En la segunda etapa del experimento, se les solicitó a los voluntarios mentir sobre haber participado en un juego de rol en el que se resuelven misterios. Para ello, se les dio información acerca de los otros participantes con los que supuestamente habían jugado, con la finalidad de que pudieran elaborar una mentira mucho más compleja y creíble.
En la parte final del experimento, la cual consistió en una entrevista acerca de las pruebas realizadas, tanto al entrevistador como al entrevistado les fueron colocados acelerómetros y sensores en distintas partes del cuerpo con el fin de monitorear los movimientos de ambos durante el interrogatorio, y así medir la sincronicidad no verbal entre los interlocutores.
Tras analizar los resultados, los académicos descubrieron que la coordinación del comportamiento no verbal del entrevistador y el entrevistado aumentaba a medida que la tarea de los voluntarios se volvía más exigente desde el punto de vista cognitivo, es decir, que los participantes tendieron a imitar las acciones de sus interlocutores, y mientras más compleja era la mentira, mayor número de movimientos imitaban.