El artista plástico Francisco Romero Ruiz, originario de Guadalajara, trabaja desde hace más de tres meses en una escultura dedicada a los 43 normalistas de Ayotzinapa. Pretende también representar violaciones a derechos humanos en Oaxaca y Chiapas, incluso el maltrato que reciben los migrantes centroamericanos en México.
Por Lourdes Chávez
Ciudad de México, 7 de marzo (SinEmbargo/El Sur).-En uno de los pasillos de la Normal Rural de Ayotzinapa "Raúl Isidro Burgos", el artista plástico Francisco Romero Ruiz usa su mano como paleta de pinturas para recrear una escena de la pasión de Cristo en un bastidor de cinco metros cuadrados que venderá en una iglesia de Cocula.
Lo que reúna le permitirá concluir una escultura dedicada a los 43 estudiantes desaparecidos desde el 26 de septiembre de 2014, que comenzó a elaborar sobre un tronco en la entrada de la escuela, y continuar su viaje.
Mientras llena de color los trazos, comenta que caminó mil 200 kilómetros en una jornada contra el olvido que inició el 29 de diciembre de 2015 en su natal Guadalajara. El primer punto era la Normal de Ayotzinapa, sigue Oaxaca y Chiapas; no descartó cruzar la frontera hasta encontrar un lugar donde pueda hablar, a través de su obra, sobre los migrantes, a pesar de que los centroamericanos no quieren a los mexicanos por el maltrato que reciben en su paso hacia Estados Unidos.
Lleva tres semanas en la Normal Rural y espera concluir la escultura de madera para el 90 aniversario de la escuela, que se conmemora a mediados de marzo. En su trabajo ya se perfilan figuras que representan a los 43 normalistas desaparecidos.
Romero Ruiz indicó que en el trayecto a Guerrero, le robaron, le lanzaron un cuete mientras dormía en un sitio público, estuvo a punto de ser levantado por un grupo armado en los límites de Guanajuato y Michoacán, y caminó por las noches para evitar la hipotermia en los lugares de mayor frío.
No obstante, dijo que fue liberador observar cada día el amanecer y los atardeceres, como un regalo de la vida. Sólo viaja con un morral, un cuadernillo, acuarelas que vende en el trayecto y un puñado de semillas.
Consideró que el tramo más peligroso fue de Iguala a Chilpancingo, que cruzó de noche para no ser visto. Estimó que así sería más seguro.
A quien se interesa en conversar, Francisco regala un frijol blanco (alubia) y explica cómo nació esta iniciativa. El artista de 43 años de edad reconoció que hace tres años vivió una depresión que lo llevó a recluirse por un tiempo en un estudio hasta que conoció a una niña llamada Teresa, de ocho años de edad, enferma de sida, con quien diseñó este plan que le dio un sentido a su vida.
Indicó que la visitaba en el albergue del hospital civil de Guadalajara, donde iba con un grupo de activistas, vestidos como payasos a divertir a los niños enfermos. Cuando la pequeña murió, comenzó su viaje.
Desde Guadalajara, dijo que algunos de sus amigos le enviaban un poco de dinero, pero al paso de los días, no llegó más ayuda.
Tienen confianza de que en Oaxaca pueda reunirse con artista Francisco Toledo, y ser parte de alguno de sus proyectos.
En Chiapas, dijo que irá a la comunidad tzotzil de Acteal, donde un grupo paramilitar asesinó a 54 personas, entre niños y mujeres embarazadas, el 22 de diciembre de 2007. Aunque no lo consideró en un principio, adelantó que está interesado en cruzar la frontera.