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Cómo Lima perdió a sus emblemáticos libreros del Jirón Quilca

27/02/2016 - 12:01 am
Se termina un ciclo para la librería ambulante en Lima. Foto: Facebook
Se termina un ciclo para la librería ambulante en Lima. Foto: Facebook

A pesar de muchas negociaciones no se llegó a ningún acuerdo favorable entre el Arzobispado y los tenderos del “Boulevard de la Cultura” en la capital del Perú

Por Juan Arellano

Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).-La amenaza de desalojo pendiente -cual espada de Damocles- sobre los conocidos libreros del “Boulevard de la Cultura Quilca”, en el Jirón del mismo nombre del centro histórico de Lima, finalmente se cumplio a mediados del mes pasado.

El 14 de enero, en horas de la mañana llegaron al lugar los efectivos de la policía para hacer efectivo el desalojo de los libreros, aproximadamente 60, el cual se realizó con algunas protestas pero sin que se produjeran incidents graves.

Los libreros ocupaban dicho espacio desde 1997, cuando la Municipalidad de Lima los reubicó de las calles de la ciudad en el terreno, en ese entonces una playa de estacionamiento, propiedad del Arzobispado de Lima, institución que en 2008 decidió no renovarles el contrato e inició las acciones legales para desalojarlos.

A pesar de muchas negociaciones no se llegó a ningún acuerdo favorable para los libreros.

Si bien el boulevard no era el único local de venta de libros en el Jirón Quilca y alrededores (a la vuelta nomás, en el Jirón Camaná, hay varias librerías de viejo y galerías similares), es cierto que con el cierre, la oferta de libros en el centro de Lima se reduce significativamente.

El joven escritor peruano Paulo César Peña explicaba en el portal La Mula que, a diferencia de las “librerías tradicionales, más a merced de las pulsaciones del mercado editorial”, en lugares como el Boulevard de Quilca era más probable encontrar títulos antiguos ya descatalogados. Añade además que la dinámica de los negocios también es distinta:

“Como aficionado a la lectura puedo decir que en Quilca uno podrá encontrar ciertas librerías, ciertos libreros, con los cuales establecer una sólida empatía en materia de temas o gustos compartidos. La constancia lleva a la confianza. El ‘casero’ toma cuerpo y, quién sabe, con algo de tiempo se puede convertir en el amigo. Lo que, por cierto, se condensa en descuentos mucho más generosos o, también, en la opción de guardar un libro por unos días extra, hasta que la liquidez del bolsillo lo permita adquirir sin problemas”, dice el poeta.

Aunque muchos echaron en cara al Arzobispado, y por ende a la Iglesia Católica, su falta de interés en la cultura, cabe recordar que el tema es de índole particular y que el Arzobispado tiene el derecho a disponer de sus bienes como mejor le parezca.

En este caso se sabe que el Arzobispado planea construir un estacionamiento subterráneo, locales comerciales y departamentos en dicho terreno.

Otros manifestaron que el tema se había transformado en una riña entre la izquierda y la iglesia católica y que muchos se indignaban simplemente por ser cool y por desconocimiento del resto de la oferta de libros en la ciudad.

Sin embargo, no todo se ha perdido; ha habido propuestas de las municipalidades de dos distritos de Lima, el Rímac y Los Olivos, para reubicarlos en sus respectivas jurisdicciones. De concretarse alguna de ellas significaría abrir un nuevo polo de cultura en zonas donde tradicionalmente no ha habido presencia ni oferta de libros, lo que sería muy bueno para descentralizar la oferta cultural de la gran Lima.

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