Veracruz: Los narcos “toman” predios y los convierten en panteones privados

26/02/2012 - 12:00 am

Los primeros días de este mes se descubrieron varias fosas con los restos de al menos 14 personas asesinadas por Los Zetas en un predio de Acayucan, Veracruz. Capturado poco antes del hallazgo, el jefe de los sicarios en esa sureña región de la entidad, El Pollo H, confesó los crímenes sin empacho; pero resulta que el predio donde estaban las fosas clandestinas tiene un dueño, al menos nominalmente: un ganadero que se vio forzado a abandonar la finca para salvar su vida y la de su familia, y sobre el que ahora se ciernen las sospechas.

Por Ricardo Ravelo

ACAYUCAN, VER. (proceso).- “Yo soy gente de trabajo y me sigo preguntando por qué me pasó esto tan horrible. Se robaron mi tranquilidad y temo que un día vengan y me maten. Esta gente ya no respeta nada. Hoy les pagas y al rato vienen y masacran a toda tu familia. Así no puede uno vivir tranquilo.”

Habla René Reyes Ramírez, ganadero y dueño del rancho La Poma Rosa, a dos kilómetros de esta cabecera municipal. Sicarios del cártel de Los Zetas lo secuestraron y luego lo despojaron de su propiedad para usarla como cementerio clandestino.

En entrevista con Proceso, René Reyes narra lo que padeció hace un año y medio, cuando lo secuestró “un grupo de encapuchados” que, según se supo después, eran sicarios al servicio de Los Zetas afincados en el corredor petrolero Coatzacoalcos-Acayucan, en el sur de Veracruz.

Cuenta que lo plagiaron en pleno centro de esta ciudad. “Ese día”, recuerda, “tomé mi camioneta y fui al pueblo a dar una vuelta, como siempre lo hacía; de pronto me interceptaron estas personas y me llevaron a la fuerza”.

–¿Qué le dijeron? –se le pregunta.

–¿Qué me van a decir? Lo que le dicen a la gente que secuestran. Que cooperara o me mataban. Me llevaron a dar vueltas y más vueltas. No sabía ni dónde estaba porque me vendaron los ojos y me golpearon. Luego me llevaron a una casa y ahí estuve tres días. Querían que les diera dinero, que le dijera a mi esposa que llevara una cantidad y se las entregara para que me dejaran libre.

–¿Cuánto le pidieron?

–No quiero hablar de ese tema.

–En otros casos han exigido hasta cinco millones de pesos…

–Fue menos. Pero perdí lo más importante de mi vida: mi tranquilidad. Ya nada es igual.

En medio de la constante amenaza de muerte, siempre encañonado, los plagiarios le exigían el dinero para dejarlo libre. Pero había un problema: su esposa no tenía acceso a su cuenta bancaria. Reyes negoció con Los Zetas: les pidió que lo liberaran y se comprometió a liquidar el pago tan pronto reuniera el dinero. Sus plagiarios aceptaron pero le advirtieron que si no pagaba, los matarían a él y a toda su familia.

Una vez liberado le contó lo ocurrido sólo a su esposa. Luego vendió unas vacas, pidió prestado, dispuso de lo que tenía en una cuenta bancaria y finalmente pagó. Pero la pesadilla no terminó ahí. Los Zetas le exigieron que les entregara el rancho, localizado a un kilómetro y medio de su casa. No se pudo negar.

–Sólo te pedimos que no vuelvas al rancho, que no te pares por ese lugar –le dijeron.

Reyes accedió.

–¿Por qué no denunció el secuestro y el despojo del rancho? –le pregunta el reportero.

–¿Para qué? Aquí no hay justicia para nadie. Más iba a tardar en denunciar que ellos en saberlo y mi vida vale más que lo que tengo. Les di el rancho porque pensé que así podía vivir tranquilo con mi familia. Es un ranchito de 10 hectáreas donde tengo un ganadito, ya no mucho porque todo se ha ido acabando; pero yo sólo pensaba en mí, en mis hijos y mi esposa y lo demás no me importó.

–¿Desconfiaba de las autoridades?

–Sí. Aquí ya no sabe uno quiénes son los buenos y quiénes los malos. Sólo Dios sabe y a él me encomiendo todos los días.

Reyes cuenta que al paso de los días comenzó a observar que de día o de noche vehículos con gente armada y encapuchada entraban y salían del rancho que, supone, les servía de refugio. Ahí sólo vivía un matrimonio, dice el ganadero, que cuidaba la propiedad; pero no aguantaron las presiones, se asustaron y se fueron.

“A veces pasaban seguido por aquí y en ocasiones tardaban varias semanas en regresar. Desde mi casa yo veía que pasaban y pasaban vehículos y suponía que eran ellos. Yo no me quise enterar de nada y hasta la fecha no me he parado por el rancho.”

–¿Qué suponía usted que hacían ahí?

–Que se escondían. No me quise enterar porque durante todo un año y medio no se metieron conmigo y así vivía tranquilo.

–¿De verdad vivía tranquilo?

–Bueno... más o menos tranquilo; no se puede vivir tranquilo en medio de todo esto. Uno nunca sabe cuándo van a venir a matarlo a uno, pero pensaba que ya no se iban a meter conmigo y yo, la verdad, me desentendí del rancho y me olvidé del predio.

Asegura a este semanario que no denunció los hechos ni piensa denunciarlos ante las autoridades porque no tiene confianza en la justicia.

Se autodefine como una “persona de trabajo que suele ayudar a la gente” y niega estar ligado al crimen organizado, aunque reconoce que después de su secuestro ya carga con la mala fama de estar metido en el narco y todo esto ha surgido –reconoce– sólo “porque a veces ayudo a la gente, le regalo un poco de carne”.

Reyes es propietario de varias carnicerías en Acayucan. Cada fin de año y cada 10 de mayo suele matar unas 15 vacas para vender el kilo de carne a 20 pesos o regalar alimentos a la gente que lo necesita.

“Esto lo he hecho porque me siento bien dándole alimento a la gente pobre, pero esta decisión me ha acarreado muchos problemas. Un día me vinieron a ver los marinos y me llevaron a un cuartel. Me preguntaron si yo era narco. Les dije que no, que sólo ayudo a la gente que lo necesita. Y me dijeron que eso que yo hacía también lo hacían los narcos.

“Y por hacer un bien salí hasta perjudicado, porque mucha gente ahora piensa mal de mí, aunque aquí en el pueblo también hay muchas personas que me estiman. Soy muy conocido aquí porque patrocino equipos de futbol, beisbol y, la verdad, son buenos equipos.

“Como le digo, yo no tenía problemas. Aquí se vivía muy bien. Todo eso de los secuestros y matanzas sólo lo veía en la televisión y en los periódicos, pero jamás pensé que esta pesadilla fuera a llegar hasta acá. Hoy ya no se puede hacer nada. Aquí no hay seguridad más que la que Dios le da a uno y para eso hay que pedirle todos los días, porque uno se puede acostar tranquilo pero no sabe si va a amanecer vivo.

–¿Conoce usted otros casos como el suyo en la zona?

–Se oye hablar mucho de eso por aquí y no sé ahora. Eso ya tiene un buen rato, como año y medio o dos años que se descompuso la cosa y feo. Pero nada más se oye el ruido, yo no sé de nadie en particular. Ahora parece que se está medio componiendo esto con la llegada de los marinos, que andan por todos lados; vamos a ver cómo termina todo esto porque, no se crea, está muy mal.

“COCINADOS” Y CALCINADOS

René Reyes pensaba que con la entrega del rancho La Poma Rosa los sustos y las sorpresas habían llegado a su fin. Pero se equivocó. En realidad Los Zetas que lo plagiaron no sólo usaban el predio como casa de seguridad sino como cementerio.

En ese sitio fue enterrado un número aún no precisado de personas, hasta ahora no identificadas, presuntamente policías municipales de Acayucan, sicarios que traicionaron a la organización delictiva o víctimas que no pagaron su rescate.

El tema de los entierros clandestinos salió a la luz entre el domingo 5 y el martes 7 de febrero cuando fue detenido Juan Francisco Alvarado Martagón, El Pollo H, identificado por la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de Veracruz como líder de Los Zetas en el sur del estado.

Según las autoridades, este hombre era el artífice de muertes y secuestros en esa región ganadera, y su detención ocurrió cuando a bordo de un vehículo sin placas intentó evadir un retén a la entrada de Acayucan.

El Pollo H fue llevado a la Agencia Segunda del Fuero Común de la PGJ con sede en Acayucan, donde se integró la averiguación previa ACA/1/123/2012.

En el interrogatorio confesó ser miembro de Los Zetas y jefe de Los Halcones en la zona sur del estado. También dijo que en el rancho La Poma Rosa habían enterrado a 15 personas.

Con base en estas declaraciones las autoridades estatales y un equipo de peritos acudieron al predio, aún propiedad de René Reyes Ramírez, donde El Pollo H señaló los lugares en los que estaban enterrados los cuerpos. Los peritos excavaron y comenzaron a extraer restos humanos en descomposición.

Se hicieron 20 excavaciones de donde extrajeron los restos casi completos de 14 personas, aunque el número de enterrados clandestinamente podría ser mayor: en el fondo de las fosas excavadas se observó una sustancia blanca que hizo sospechar a los peritos de la procuraduría que los sicarios cocinaban a sus víctimas; es decir, las deshacían con ácido o sosa cáustica. Había también restos de cadáveres quemados.

Los peritos no han podido identificar a nadie hasta ahora, pero trascendió que entre los 14 cuerpos que extrajeron están los que presuntamente corresponden a tres policías municipales –María del Carmen Domínguez Cadena, Ceferino Santiago Jiménez y uno más apodado El Palillo. Los dos primeros desaparecieron en junio de 2010 luego de participar en un operativo para recuperar un taxi robado.

También se cree –aunque las autoridades estatales no han podido confirmarlo– que ahí podrían estar los restos de Gabriel Manuel Fonseca Hernández, Cuco, de 17 años, reportero del diario local El Mañanero y desaparecido en este municipio desde el 17 de septiembre de 2011.

Los despojos fueron trasladados al Servicio Médico Forense de Minatitlán, donde aún está en curso el proceso de identificación.

BAJO SOSPECHA

–¿Qué pensó cuando supo que su rancho servía de cementerio de Los Zetas? –se le pregunta a René Reyes.

–No lo podía creer.

–¿Usted sabía de esos entierros clandestinos?

–¡Para nada! Ni he ido al rancho desde que me lo quitaron. A mí me dijeron: “No te pares por el rancho”. Y no he ido ni iré hasta que un sacerdote venga a hacer una misa. Ese lugar está perdido. Creo que con todo lo que pasó ni lo podré vender. ¿Usted cree que alguien pueda vivir tranquilo ahí?

–¿Lo interrogó la PGR sobre lo ocurrido? ¿Le notificaron que su rancho podría quedar asegurado?

–A mí no me vino a ver nadie. Los marinos vinieron a verme dos o tres veces, me llevaron a un cuartel y me interrogaron. Les conté todo lo que me pasó y cómo me pasó y eso fue todo. No me han dicho que el rancho está asegurado ni nada.

“Yo ya no quiero problemas, todo esto me ha perjudicado mucho y lo que deseo es vivir tranquilo con mi familia. Y aquí la voy pasando, vivo el día como Dios me lo presenta y eso es todo”.

–¿Ha pensado irse del pueblo?

–¿A dónde voy a ir? Sólo sé trabajar la tierra y criar ganado. Aquí me voy a quedar. No tengo por qué ir a otro lado a dar lástima. Sé que estamos viviendo una dura crisis, tengo 48 años y siento que me quedan muchas fuerzas para seguir trabajando y salir adelante.

“Esto fue como una maldición, y créame usted que no se lo deseo a nadie. Le roban a uno la tranquilidad, el sueño, la vida. Después de lo que viví ya no se puede vivir en paz.

–¿A qué le teme?

–A la muerte. Tengo mucho miedo de que estas gentes (Los Zetas) vengan otra vez y me maten con mi familia.

–¿Ha pedido apoyo a las autoridades para que le den seguridad?

–No.

–¿Por qué?

–No confío en nadie. Así está mejor.

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