Una semana después de la explosión, que mató al menos a 172 personas, hirió a miles y destruyó distritos enteros, los vecinos de Karantina están empleando sus esfuerzos en encontrar el dinero para poder reconstruir su barrio, que forma parte de una ciudad sumergida en un colapso económico, que no cuenta con la ayuda del Gobierno.
Beirut, Líbano, 16 agosto (RT).- Los habitantes de uno de los barrios más pobres de Beirut, Karantina, ubicado cerca del puerto de la capital libanesa, aún se están recuperando de la devastadora explosión que destruyó sus hogares y mató a los vecinos.
Uno de los supervivientes, Johnny Khawand, nacido hace 40 años en esa zona de la ciudad, recuerda los gritos de una de las víctimas de la catástrofe, Claudette Halabi, de unos 70 años, que estuvo pidiendo auxilio desde debajo de los escombros de su casa a lo largo de una hora antes de morir, recoge Reuters.
"Seguimos escuchando los gritos. Escuché su voz. Pero no pudimos hacer nada. Todavía duele", confesó Khawand. Su edificio también resultó derrumbado por la explosión, llevándose la vida de cuatro de sus habitantes.
"Estoy en una pesadilla de la que no puedo despertar. Todavía no puedo creer que esté mirando el ataúd de mi madre", dijo el hijo de la mujer, George Halabi. "Es un crimen contra todo el Líbano", aseguró, agregando que su progenitora "sobrevivió a la guerra". Muchos residentes de la zona afirman que el estallido causó más daño en pocos segundos que la guerra civil del Líbano, que duró desde 1975 hasta 1990, en 15 años.
EL DINERO ENTERRADO
Una semana después de la explosión, que mató al menos a 172 personas, hirió a miles y destruyó distritos enteros, los vecinos de Karantina están empleando sus esfuerzos en encontrar el dinero para poder reconstruir su barrio, que forma parte de una ciudad sumergida en un colapso económico, que no cuenta con la ayuda del Gobierno.
Según Reuters, muchos libaneses culpan a la élite sectaria, que ha estado ocupado los cargos gubernamentales desde la guerra, por llevar al país a la ruina. Uno de los residentes, Tony Matar, confesó que meses antes de que sucediera el trágico accidente, una caída de la moneda había acabado con sus ahorros, provenientes de la tienda familiar. "Los ahorros de nuestra vida están en esta casa", dijo Matar, de 68 años, cuyo abuelo nació en Karantina. "Fue un paraíso".
Asimismo, la explosión también afectó a su familia. El hombre reveló que su hija, Patricia, de 25 años, sufrió graves heridas después de que puertas, armarios y sillas cayeran sobre ella. "Cada vez que vuelvo a casa, revivo ese momento. Recuerdo cómo se cayó mi hija y lloro", dijo Souad, la esposa de Matar, que perdió a su madre unos días antes. A pesar de su dolor, ahora agradece que su progenitora no "tuviera que ver esto".
Mientras tanto, los ahorros de otro vecino, Abdou Batrouni, un pescador, desaparecieron junto con el armario en el que fueron escondidos, cuando su dormitorio voló en pedazos. El hombre señaló que su familia vive de las donaciones y ayuda de voluntarios, a la vez que denuncia que ningún funcionario haya visitado el distrito.
PÉRDIDAS Y VALOR
Las familias, que llevan décadas viviendo en Karantina, siguen permaneciendo en sus hogares destruidos. Duermen en el suelo o en sofás rotos, sin puertas ni ventanas, sin saber cómo salir de esa situación. Sin embargo, aparte de las numerosas pérdidas, los habitantes también recuerdan los actos de valentía.
Así, la esposa de Batrouni había protegido con su cuerpo a sus dos hijos, de 9 y 3 años. Los menores salieron ilesos físicamente, no obstante, sí afectados por dentro. En el momento de la explosión, uno de ellos estuvo gritando "No quiero morir, no quiero morir". "Ahora, si solo aplaudo, se sobresalta y se echa a llorar", declaró. La familia tuvo que pasar la primera noche tras la destrucción durmiendo juntos en un colchón colocado en la entrada sin puerta.
Asimismo, un hombre necesitó decenas de puntos después de arrojarse sobre su hija para protegerla. Una mujer cargó a su madre, de avanzada edad, y la escondió entre dos armarios. "Todos crecimos juntos, nos vimos casarnos", comentó Hoda Jouni, quien dirige un minimercado. "Perdimos todo".