Sergio Saldaña Zorrilla
16/08/2016 - 12:05 am
La guerra en México, Iraq y Siria
De diciembre de 2006 a la fecha, el número acumulado de asesinatos dolosos en México ya rebasó a los asesinatos dolosos en Iraq: 163 mil (mientras en Iraq 113 mil). Estos 163 mil muertos en México han tenido lugar durante la llamada “guerra contra el narco”, iniciada por Felipe Calderón Hinojosa y continuada por Enrique Peña Nieto. Por […]
De diciembre de 2006 a la fecha, el número acumulado de asesinatos dolosos en México ya rebasó a los asesinatos dolosos en Iraq: 163 mil (mientras en Iraq 113 mil). Estos 163 mil muertos en México han tenido lugar durante la llamada “guerra contra el narco”, iniciada por Felipe Calderón Hinojosa y continuada por Enrique Peña Nieto. Por su parte, las desapariciones forzadas han rebasado las 29 mil de diciembre de 2006 a la fecha. De continuar el actual ritmo de violencia en México, al terminar este sexenio estaríamos rebasando los 214 mil asesinatos dolosos, cifra que nos acercará al número de muertos de la actual guerra en Siria (donde al día de hoy se estiman 346 mil muertos).
Las cifras de asesinatos en México demuestran que estamos en medio de una de las peores guerras del planeta; guerra que lleva ya diez años. Los países con los que comparo a México se encuentran en guerra de resistencia por la ocupación extranjera, como es el caso de Iraq (respecto de la ocupación de los Estados Unidos de América –EUA- y sus fuerzas aliadas), así como Siria, que se encuentra en plena guerra civil entre la dictadura y sectores rebeldes del pueblo con la intervención de las potencias militares de EUA, Rusia y Francia.
El paralelismo entre Iraq, Siria y México no se limita al número de asesinatos y desapariciones forzadas, sino también a la combinación de dictadura, guerra civil e intervencionismo extranjero.
En México, la farsa democrática que genera la sistemática consumación de fraudes electorales y la concentración del poder y los poderes de la Unión en un mismo grupo comprueban que sobrevivimos bajo una dictadura –una muy corrupta, por cierto. Por su parte, tenemos una especie de guerra civil entre los cárteles de la droga, facciones de las policías, facciones del Ejército, facciones de políticos, facciones de funcionarios públicos, grupos de la Administración para el Control de Drogas de los EUA (DEA, por sus siglas en inglés) y un Plan Mérida por el que parte de la administración de los EUA interviene en esta guerra.
Hago entonces un llamado a los principales líderes de México y del mundo para que traten con la debida seriedad esta grave situación. Hace mucho tiempo que se salió de control el país –incluso para el usual cálculo de los EUA. Puedo ver ganadores y perdedores de esta guerra. Ganadores son los fabricantes de armas y ataúdes, los traficantes de drogas de ambos lados de la frontera, los funcionarios públicos que a ambos lados de la frontera aumentan su aparato burocrático al justificar cada vez más presupuesto para prolongar esta guerra, así como una burocracia internacional que justifica sueldos y honorarios por años al sumarse al tema sin resolverlo.
Los perdedores de esta guerra en México, como en Iraq, en Siria y en todas las guerras, somos el pueblo, la gente común, los pobres, los profesionistas, los niños, los empresarios honestos, lo jóvenes, los ancianos, la gente de bien, esos somos los que estamos viendo frustrarse nuestros sueños de tener una vida feliz y pacífica en nuestra tierra. Los perdedores son quienes trabajamos honradamente; quienes se ven forzados a buscar refugio en otros países escapando de los horrores de la guerra en sus comunidades. Los perdedores somos la mayoría.
Hago un enérgico llamado al pueblo de México, al gobierno mexicano, a la Organización de Estados Americanos (OEA), a los líderes empresariales, a las organizaciones defensoras de los derechos humanos, a los líderes sociales, a la Unión Europea (que son responsables de regular los circuitos financieros que se alimentan de esta guerra), a los medios de comunicación, al gobierno de los EUA (que tiene una altísima responsabilidad logística en esta guerra), a los organismos internacionales y a la comunidad internacional en general, a que juntos empujemos una salida a esta guerra. Ello implica que:
1. Tenemos que presionar para que el gobierno mexicano solicite a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) su intervención neutral en esta guerra, en ejercicio del mandato que la Carta de las Naciones Unidas le confiera a esta Organización para preservar la paz en el mundo, por medio de la instalación de una Comisión Internacional de la Justicia y la Verdad en México que investigue los crímenes y actos de corrupción que, por el inmanejable entramado de complicidades al interior del gobierno, ya no pueden ni quieren investigar las autoridades mexicanas.
2. Tenemos que pedirle a la ONU que facilite a México las condiciones para que prepare un primer borrador de Memorando de Entendimiento así como una ruta viable para que se instale dicha Comisión.
3. Tenemos que despertar a los mexicanos que siguen dormidos, levantar a los que han bajado los brazos, darle valor a quienes se han rendido, hacer que hablen esos que callan, apelar a la dignidad de quienes se han resignado a la humillación de vivir en la injusticia.
Que todos juntos presionemos para retornar a la paz en México.
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