Gustavo de Hoyos Walther
16/07/2024 - 12:04 am
La violencia que no cesa
"Los apologistas del actual régimen insisten en que si bien el número de actos violentos ha aumentado, la tasa de crecimiento de estos es menor que en las presidencias de Calderón y Peña".
No sería la primera vez que dos regímenes que dicen ser lo opuesto uno del otro terminan pareciéndose como dos gotas de agua. Me refiero al sexenio de Calderón y al de López Obrador. Sobre el primero se alega que el aumento de la violencia se debió a su política de militarización, cuyo objetivo fue atacar directamente al crimen organizado. En el caso del segundo, se argumenta que su política de militarización ha tenido como objetivo utilizar al ejército para labores civiles que ayudan a los objetivos presidenciales pero que deja en paz a los delincuentes, bajo el supuesto de que éstos dejarían de realizar actividades criminales si no se les incomoda.
A pesar de sus diferencias, las políticas, tanto de uno como del otro, han dejado tras de sí una estela de violencia y sangre que ha vuelto a la ciudadanía indefensa y llena de zozobra.
Los apologistas del actual régimen insisten en que si bien el número de actos violentos ha aumentado, la tasa de crecimiento de estos es menor que en las presidencias de Calderón y Peña.
Sobre esto hay que decir dos cosas: primero, que la promesa del Presidente no fue disminuir la tasa de crecimiento de la violencia, sino terminar con ella. Segundo, que ese argumento no funciona, pues lo que vale es el aumento del número de víctimas, que continúan aumentando.
En el microcosmos de mi Estado natal, Baja California, esta semana se cometieron tres asesinatos que han indignado a la sociedad. En primer lugar, se encuentra el atentado fatal contra Minerva Pérez Castro, presidenta de la Cámara de la Industria Pesquera y Acuícola en Baja California. Se trató de la ejecución en la ciudad de Ensenada de una persona íntegra y querida por la población a manos de personas resentidas por las críticas pertinentes de ella a los grupos delincuenciales que extorsionaban a productores de la industria pesquera. Se trató - como en el relato de Gabriel García Márquez - de la crónica de una muerte anunciada.
El segundo caso fue el de Paula Andrea Bañuelos Flores, una joven universitaria de apenas 22 años que salió a divertirse de manera sana con sus amigas. Lo último que se supo fue que abordó un vehículo de aplicación. Lamentablemente su cuerpo sin vida fue encontrado, después de que la familia presionara para que se investigara el caso. No sabemos si el conductor del automóvil tuvo algo que ver, lo que sí podemos colegir es que el transporte público está lejos de ser seguro.
El tercer evento ocurrió el pasado viernes cuando un individuo con antecedentes penales, llamado Alfredo Cárdenas, fue ultimado a balazos en el estacionamiento del Estadio donde juegan Los Xolos de Tijuana. Más allá del perfil de esta persona, debe enfatizarse el hecho de que el asesinato ocurrió en un lugar público, donde mucha gente circuló al finalizar un partido de fútbol. Yo mismo estuve en ese lugar quince minutos antes. Todo esto indica que cualquier persona está en peligro constante.
Decir que es hora de hacer algo parecería un cliché. No lo es. Hay que insistir en ello una y otra vez, cada vez con más fuerza. Se lo debemos a las víctimas y a nosotros mismos.
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