Las consecuencias del calentamiento global no distinguen raza, zona geográfica ni condición social. En días recientes, vimos videos de personas atrapadas en sus autos siendo arrastrados por las torrenciales lluvias en Zaragoza, España. El termómetro tampoco miente, según la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés), el lunes 3 de julio se registró el día más caluroso de la historia reciente alcanzando una temperatura media global de 17 grados centígrados.
El calentamiento global es causado por la emisión de gases de efecto invernadero y uno de los mayores contribuyentes es la ganadería industrial. Para nuestra mala fortuna, el sector pecuario es el que más está creciendo en el mundo. Por ejemplo, tan sólo en la península de Yucatán ahora hay 507 mega fábricas de cerdos. Estas granjas se edifican con la misión de mitigar el nuevo apetito occidentalizado de países como China. La oportunidad de hacer dinero a costa del sufrimiento animal es empujada por el hecho de que nuestro país es un paraíso para la extracción y explotación, dada la falta de regulación y de interés de esta administración pública en el cuidado del medio ambiente y de los animales. El precio por este desarrollo es muy elevado para el planeta y en la lucha contra el cambio climático: el sector ganadero es responsable de una gran parte del CO2 procedente de las actividades humanas y produce un porcentaje mucho más elevado de los gases de efecto invernadero más perjudiciales.
Siempre tengo en tela de juicio la afirmación de que los humanos somos los seres racionales e inteligentes, dado que, a pesar de tener la información y hechos frente a nuestra propia nariz, no hemos hecho mucho para detener lo que se vislumbra como nuestra perdición como especie. Desde que se publicó el estudio “La gran sombra del ganado” en el 2008, los gobiernos de todo el mundo han estado en negación sobre la relación entre comer carne y sus consecuencias en el calentamiento global. Apenas hace un par de años, inclusive organizaciones ambientalistas empezaron a hablar sobre “disminuir el consumo de carne” como una medida de cambio individual para ayudar al medio ambiente.
Dos de las razones principales por las cuales seguimos en negación de la relación de la ganadería y su contribución en el calentamiento global son:
1. Intereses económicos: la ganadería juega un papel tan crucial en la economía mundial que reconocer su contribución al calentamiento global afectaría su rentabilidad, ¡y ningún inversionista quiere ver en riesgo su dinero! Si los gobiernos se tomaran en serio su rol de detener el calentamiento global, tendrían que regular y cambiar muchas prácticas de la ganadería que impactarían de manera negativa las ganancias de los empresarios. La negación y el escepticismo pueden ser motivados por el deseo de proteger intereses económicos y detener cualquier cambio para beneficio de las personas con mayor poder.
2. Miedo a las consecuencias: aceptar la conexión entre el calentamiento global y la ganadería da miedo. ¿A qué le tienen miedo las personas? A las potenciales consecuencias, tales como la escasez de alimentos, disrupciones económicas o cambios en el estilo de vida. La negación es un efectivo mecanismo de defensa para evitar enfrentar esos miedos y de vivir la incomodidad de realizar cambios.
Dejar de lado el consumo de carne para adoptar una alimentación a base de plantas es una acción que se vuelve vital para el futuro de los seres humanos. Los días calurosos apenas inician y en ciertas regiones del planeta hemos llegado a los 50 grados centígrados. Seguir negando nuestro papel individual abonando al calentamiento global en cada comida está poniendo en riesgo a toda la humanidad.
Te invito a seguir las redes sociales de The Humane League México para conocer más sobre la alimentación a base de plantas. Aprenderás información que podrás compartir con tu comunidad para ayudar a frenar el calentamiento global, a la par de actuar de manera amable con los animales y con tu propia salud.