Según algunos expertos, son varias las huellas prehispánicas en Ciudad Universitaria: el espacio abierto y natural y las tres grandes plazas (la explanada, las islas y el área de ciencias biológicas), cuya zona original era suelo volcánico, son algunos ejemplos.
Otra reminiscencia prehispánica es la ubicación de la torre de Rectoría, que proyecta una sombra sobre las escalinatas y el césped; pese a no ser el edificio más alto, está estratégicamente posicionado en el campus, desde el que se ve todo, como antaño hiciesen los antiguos vigías mexicas.
Por Zoilo Carrillo
México, 16 de junio (EFE).- Reconocida como la universidad más hermosa de América Latina, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) posee una belleza especial que para unos expertos emula la disposición espacial de tiempos prehispánicos, mientras que otros sostienen que es fruto de la casualidad.
Estas dos corrientes defienden con vehemencia sus ideas y mientras unos insisten en que la riqueza arquitectónica del campus se planeó pensando en lugares ancestrales como las pirámides de Teotihuacan o Monte Albán, los otros argumentan que no existe tal herencia prehispánica.
Según explicó a Efe la jefa de la unidad de difusión y promoción del campus central de la UNAM, Adriana González, la primera corriente entiende que el imponente espacio abierto y natural de la universidad remite a culturas prehispánicas.
“Para las culturas prehispánicas los sitios abiertos eran tanto o más importantes que los cerrados. Por ejemplo, en Teotihuacan o Monte Albán hay grandes plazas; allí se daban las ceremonias o se hacía el mercado”, afirma.
Precisamente, la zona original del campus, que fue construido sobre suelo volcánico, presenta también tres grandes plazas, “la explanada, las islas y el área de ciencias biológicas”.
“Hay arquitectos que me han dicho que una de las plazas mide lo mismo que una de las plazas de Monte Albán”, asegura la especialista.
Otra reminiscencia prehispánica, según esta corriente, sería la ubicación de la torre de rectoría, que proyecta una sombra sobre las escalinatas y el césped.
Pese a no ser el edificio más alto, está estratégicamente posicionado en el campus; es un lugar desde el que se puede gobernar, desde el que se ve todo, como antaño hiciesen los antiguos vigías mexicas.
Pero más allá de este romanticismo, otros expertos, argumentan que es mera casualidad, ya que “cuando se hace la Ciudad Universitaria, los avances arqueológicos no eran tantos para asegurar que, efectivamente, se planeó como tal sitio”.
Al margen de la historia y los significados de la arquitectura, a día de hoy las plazas están llenas de vida. Los estudiantes van a relajarse, a leer, a besarse, a fumar, a patinar, y algunos, incluso, a practicar capoeira al ritmo de canciones brasileras.
La fundación de lo que hoy es la UNAM se remonta a 1539 cuando se instituye mediante una cédula real con el nombre de Real y Pontificia Universidad de México, aunque no comenzaron a impartirse clases hasta 1553.
La otra universidad más antigua de América es la de San Marcos de Lima, que fue fundada en 1551.
La casa de estudios de la UNAM fue reconocida por la revista británica Times Higher Education como la más bonita de América Latina por su belleza arquitectónica y por la riqueza cultural que predomina en sus edificaciones.
Según González, la arquitectura de la casa de estudios “es funcionalista, una obra de los años 50 que se fusiona con el muralismo”.
“Se crea este movimiento en México que se llama integración plástica en la que los arquitectos y los artistas trabajaban juntos desde un inicio para que las obras de arte no fueran algo agregado, sino parte fundamental de los edificios”, explica.
El edificio más representativo de este movimiento es la magna biblioteca central, el edificio más fotografiado de México, con un mural de motivos prehispánicos pintado con rocas naturales de colores que abarca toda la pared y que también reconoce a personalidades ilustres como Ptolomeo o Copérnico.
Es sabido, según relata González, que Carlos Lazo, el arquitecto general de la UNAM, pidió en su día que se incluyeran muchas de estas imágenes prehispánicas.
Pero, pese a esta cantidad de referencias, salta la duda de si los estudiantes hoy día son conscientes del valor cultural que les rodea.
Para la especialista, hace años no había mucho conocimiento por parte de los alumnos. Sin embargo, en los últimos tiempos la institución ha trabajado por cultivar esa conciencia.
Aunque la ciudad universitaria es una zona estudiantil que abarca 733 hectáreas, no faltan los turistas, las familias con niños o los adultos, calculándose que a diario 130 mil personas transitan las plazas, las aulas, la reserva ecológica o el jardín botánico.
Los estudiantes parecen tener claro que los espacios abiertos de la UNAM resultan más inspiradores que los edificios asépticos y ultramodernos de otras casas de estudios.
La alumna de administración Mariana González afirma a EFE que “el espacio impacta en el desempeño de la persona”.
Otro joven, Jorge Avilés, estudiante de derecho, concuerda con su compañera y cuenta que principalmente viene a estudiar pero también a disfrutar del campus, donde a veces tiene amenas reuniones con amigos.
Sobre el legado prehispánico de la universidad, reconoció que no era realmente consciente de ello, aunque sí se deleita cada día con los hermosos murales.
Siendo o no conscientes de lo que les rodea, los estudiantes se marchan a sus respectivas facultades empequeñecidos por un espacio emblemático para México, donde el arte, la arquitectura y el peso de la historia son parte de las personas que lo habitan.