Netflix estrenó este viernes 15 de mayo la nueva serie estelar del creador de La casa de papel y los productores de The Crown. Una ficción que llega con un cartel inmejorable y con ingredientes suficientes para dar que hablar.
Esta serie de carácter global no se conforma con ser una más de narcos ni otro de tantos thrillers que colapsan los catálogos de las plataformas. Los contrastes, la luz y su acertado elenco son sus armas principales para enganchar.
Por Laura Pérez
Madrid, 16 de mayo (ElDiario.es).– De la unión entre el creador de La casa de papel y la productora de The Crown nace White Lines, el nuevo bombazo con el que Netflix pretende agitar a su público mundial. De entrada, parece un mix perfecto: los cerebros de la serie española más exitosa y la joya británica se fusionan bajo la inspiración de la historia con más renombre de los últimos años: Narcos.
Llegar con un cartel como este puede ser un arma de doble filo, pues muchos de los que se asomen a ella por sus precedentes probablemente esperen encontrar sensaciones similares a las que estos le ofrecieron. White Lines no tiene la adrenalina de los atracos ni tampoco las lecciones de la corona, pero sí muchos ingredientes que hacen de ella un cóctel explosivo dispuesto a dar que hablar.
Desarrollada en dos períodos de tiempo (los 90 y la actualidad), dos países diferentes y dos idiomas (español e inglés), la nueva ficción de Álex Pina cuenta la investigación que emprende una mujer británica para descubrir quién asesinó 20 años atrás a su hermano Axel, un famoso DJ de Mánchester residente en Ibiza.
Conociendo el enclave del 90 por ciento de su trama no sorprende que White Lines sea una serie de excesos: adicciones, narcotráfico, corrupción, intereses, decadencia, sexo y crímenes son algunas de las balas que dispara ya desde su primer capítulo, que arranca algo desbocado.
La nueva ficción de Netflix no se conforma con ser una serie más de narcos ni uno de tantos thrillers que colapsan los catálogos de las plataformas. Quizás por ello, por querer abarcarlo todo desde el principio, se toma su tiempo para afinar un tiro que alcanza diana en el segundo episodio. Y ahí, el espectador ya no encuentra la puerta de salida.
White Lines retrata los excesos de la Ibiza de los 90 y la actualidad y los une a través de un crimen sin resolver. Tiene thriller, narcotráfico, drama e incluso puntos cómicos, aunque este no es su género principal. Pero por encima de todo, esta serie tiene mucha luz.
UNA SERIE LLENA DE LUZ SOBRE LA VIDA NOCTURNA DE IBIZA
Álex Pina sale del encierro de La casa de papel con más desenfreno que en El Embarcadero, la serie que estrenó tras su gran golpe mundial. Mientras que el drama de Álvaro Morte en l’Albufera se metía en las entrañas de sus personajes, este proyecto global explora, con una mirada más general, el paisaje que menos le gusta vender a la oficina de turismo de la Isla Blanca.
El propio creador la definía hace unos días como «una ventana de oxígeno» en medio del confinamiento. Y así es. White Lines muestra las consecuencias de la vida nocturna de Ibiza, pero sin discotecas ni luces de neón. Su luz principal es la del sol que compone cada plano rodado en Baleares y también en el desierto de Almería, donde arranca la acción.
Otro de sus puntos fuertes es la narración en dos tiempos, un recurso que Pina maneja a la perfección y que resulta imprescindible para resolver el gran interrogante de la trama: ¿Quién mató a Axel? A él le conocemos a través de los ojos de su hermana Zoe (Laura Haddock)y a través de sus propios actos de juventud, los que marcan su destino fatal.
White Lines busca en todo momento generar sensaciones, y lo consigue no solo gracias a los potentes giros finales de cada capítulo, sino también a través de otros recursos como los planos de la protagonista buscando consuelo o esperanza en alguien que no es el espectador, pero sí lo parece.
LOS CONTRASTES QUE DERRUMBAN FRONTERAS
Sus productores la han definido como «una serie anti-Brexit» que pretende demostrar que Gran Bretaña tiene mucho que ofrecer junto a sus vecinos europeos. En lo que respecta al terreno audiovisual, la unión de británicos y españoles derrumba fronteras y confirma que en un momento en el que la ficción es más global que nunca, se pueden hacer productos más que interesantes si se suman fuerzas.
Esta serie hereda de Narcos no solo parte de su temática, también una multiculturalidad que le suma atractivo. El contraste entre los tonos sepia ibicencos y los grises británicos, las costumbres de las gentes de ambas islas, lo que les hace chocar y lo que les une se refleja a la perfección en cada capítulo, que combina diálogos en español con otros en inglés. De este modo, White Lines apunta a los dos mercados lingüísticos más potentes del mundo con un producto que gustará a unos y otros.
Esto es posible gracias a un casting totalmente acertado de actores y actrices británicos y españoles. Laura Haddock, Daniel Mays, Laurence Fox, Angela Griffin y el portugués Nuno Lopes encabezan el reparto foráneo, mientras que Marta Milans, Juan Diego Botto, Belén López y Pedro Casablanc forman el cartel patrio.
Especial mención merecen sus protagonistas femeninas Haddock y Milans, que se lucen por igual en situaciones dramáticas y distendidas. También Daniel Mays, una de las grandes sorpresas de la serie en el papel de Marcus.
LA MÚSICA, EL VEHÍCULO PRINCIPAL DEL VIAJE QUE PROPONE LA SERIE
Por último no hay que pasar por alto la música, el vehículo principal del viaje que propone White Lines. A través de ella nos trasladan a los 90 con algunos de los temas más populares del house de la época, nos devuelven a la actualidad con algún que otro sobresalto provocado por el incombustible Dragostea Din Tei y nos hacen sonreír con el toque marca España ya clásico de Álex Pina en sus producciones de carácter internacional.
Si en la última temporada de La casa de papel hubo paellas, toros y Quijote, aquí tenemos a Estrella Morente, a los Gipsy Kings e incluso un platito de aceitunas como aperitivo al que los mancunianos parecen no haberse acostumbrado. Para ellos seguro que no falla el guiño a la Reina Isabel II. Sí, con Crown incorporada.