Desde hace un año, ejidatarios consultados de Zapotlán, Zapotiltic y Zapotitlán de Vadillo afirmaron que se habían enterado de incendios forestales causados intencionalmente porque propietarios de terreno boscoso querían transformarlo e instalar ahí sus plantíos de aguacate. Explicaron que, cuando el área está quemada, los dueños pueden conseguir el cambio de uso de suelo de forestal a agrícola sin problemas ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Por Cristian Rodríguez Pinto
Zapotlán El Grande, Jalisco, 16 de mayo (Pie de Página).– Las llamas envuelven al sur de Jalisco desde hace 10 días. Bastó una semana y media para que en los municipios que rodean el volcán de Colima –Zapotlán el Grande, Sayula, San Gabriel y Tuxpan– el fuego calcinara 12 mil 177 codiciadas hectáreas de bosque, ideales para el boyante cultivo de moda en la región: el aguacate.
La afectación del ecosistema alcanza las 13 mil 311 hectáreas que, según la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet), fueron afectadas por incendios durante los primeros cuatro meses del año.
Como si fuera la peste que avanza por el cuerpo, poco a poco el cielo se puso amarillo y el aire rasposo comenzó a dificultar la vida en la región.
Basada en su conocimiento empírico, la comunidad nahua tuxpanense, aliada al zapatismo, atribuye los incendios a la intención de allanar el bosque para abrir paso al monocultivo del aguacate, que se exporta a Japón, Canadá y Europa y alimenta el eslogan gubernamental “Jalisco, el gigante agroalimentario de México”.
Desde hace un año, ejidatarios consultados de Zapotlán, Zapotiltic y Zapotitlán de Vadillo afirmaron que se habían enterado de incendios forestales causados intencionalmente porque propietarios de terreno boscoso querían transformarlo e instalar ahí sus plantíos de aguacate. Explicaron que, cuando el área está quemada, los dueños pueden conseguir el cambio de uso de suelo de forestal a agrícola sin problemas ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Del año 2000 a 2019, la Semarnat ha autorizado el cambio de uso de suelo, de forestal a huertos de aguacate, en 176 hectáreas en San Gabriel y 38 en Zapotlán, de acuerdo con la respuesta a la solicitud de información 0001600464718.
Además, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ha identificado por lo menos 278 hectáreas ilegales de “oro verde” en lo que antes eran bosques de Zapotlán, San Gabriel y Tuxpan.
En paralelo, de acuerdo con la respuesta a la solicitud de información 0001700336218, la Fiscalía General de la República, antes PGR, ha iniciado nueve carpetas de investigación por cambio de uso de suelo en Zapotlán el Grande, por las que fue sentenciada una persona en mayo de 2013.
Datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) federal evidencian que estos cuatro municipios enclavados en la cordillera del Nevado de Colima –la montaña más alta en el occidente del país- concentran el 40 por ciento de las plantaciones de aguacate en Jalisco, que en diciembre de 2018 sumaron 22 mil 532, sólo detrás de Michoacán, que tiene 166 mil 512.
Para Oswaldo Romero Chávez, nahua tuxpanense integrante del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), este aire lleva impregnado el tufo del exterminio.
“Me comentaban en la mañana que también la flora y la fauna fueron afectadas. De por sí ya no hay abejas, también se perdieron con la quemazón. El Nevado va a tardar varios años para recuperarse. Estamos fallando como humanidad”, apunta.
Romero Chávez afirma que los campesinos de la zona que siembran granos básicos como maíz, frijol y hortalizas para el autoconsumo y el comercio local han sido presionados para que renten sus tierras a productores de ese de aguacate.
Catalogados por el Gobierno como “pequeños productores”, para ellos migrar al cultivode aguacate por sí solos resulta prácticamente inaccesible, ya que plantar el nuevo “oro verde” cuesta hasta 300 mil pesos por hectárea, con ganancias generalmente a partir del quinto año, lo que lo convierte en un lujo que pocos pueden pagar.
En su libro, La agroindustria del aguacate en el sur de Jalisco, el investigador Alejandro Macías Macías documenta cómo un solo productor, de los mil 152 registrados en la región en 2012, acaparaba el 11 por ciento de la superficie plantada.
“Hay personas que se les llama corredores. Estas personas van a tu casa y te ofrecen cantidades en dólares. Te hablan de una cantidad. Nosotros lo vemos como una forma de ser hostigados porque hay personas que tenemos otro pensamiento, que no queremos rentar para el aguacate sino sembrar nuestro propio maíz, como lo han hecho nuestros antepasados, como es tradicional porque nuestro maíz se aprovecha para las fiestas, se aprovecha para el sostén de mi casa”, dice Romero.
Aunque en el municipio de Romero Chávez pasó de cero a mil 30 hectáreas de plantíos de aguacate en una década, el cultivo estrella del modelo agroexportador adoptado por Jalisco no ha penetrado la gastronomía tradicional nahua del “pueblo de la fiesta eterna”, en donde sigue reinando la coachala, un platillo a base de masa de maíz, salsa de tomate, chile pasilla y pollo cocido.
Para el concejal nahua, la forma de resistir al capitalismo en su comunidad es sencilla: cuidar la armonía entre lo que se le da a la tierra y lo que se recibe de la tierra, lo cual también se refleja en las relaciones interpersonales en el pueblo.
“Con el aguacate, hay más economía y más comodidad. Antes las familias acudían a sembrar su propio maíz, pero ahora con la facilidad que hay, surgen varias cosas”, describe Romero Chávez.
El concejal explica que en la región no existían los supermercados foráneos que hay en la actualidad, lo que el califica como “tiendas de raya”.
“Socialmente, antes la gente dependía de su propio terreno y las familias trabajaban en común; ahora trabajan para un patrón y el patrón es el que dice. Hay comodidades, sí: de que te traen a tu casa, ya no haces las tortillas. Ahora vas y las compras en las tiendas de raya. Eso es lo que cambió en lo social, es un cambio drástico”, lamenta.
De las más de 12 mil hectáreas afectadas por incendios en el sur de Jalisco, 886 dañaron al Nevado de Colima, en los límites entre Zapotlán y Tuxpan. Según la Semadet, allí se quemaron 89 hectáreas de bosque mesófilo, un ecosistema en peligro de extinción que sobrevive únicamente en el 1 por ciento del territorio nacional. En él coexisten desde murciélagos hasta pumas entre oyameles, encinos y el abeto endémico de la montaña: el abies colimensis –también en peligro de extinción.
Con preocupación, el concejal de la comunidad nahua de Tuxpan, a la que pertenece María de Jesús Patricio, Marichuy, la vocera del CNI, explicó la pérdida cultural que el cambio en el uso de la tierra representa.
“A veces vamos al Nevado, a lo que nosotros le llamamos un huerto, en un lugar que se llama la Loma del zopilote, para traer laurel y cogollo para arreglar nuestros altares de Semana Santa o alguna fiesta que tenemos de la comunidad.
“Pedimos permiso a la madre Tierra por lo que vamos a llevarnos. No tumbamos árboles chicos, pura rama. Hasta eso nos va a hacer falta. ¿Dónde vamos a agarrar eso? Ya se quemó. Eso nos afecta muchísimo”.
Aunque el Gobernador Enrique Alfaro y el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Alberto Esquer, han citado el artículo 97 de la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable que propone una veda de 20 años sobre un terreno forestal quemado para intentar apagar el descontento en las redes sociales contra los productores de aguacate, el concejal de Tuxpan sabe que los intereses económicos pesan más que las leyes.
Romero Chávez adelantó que, al terminar la primera mitad del año, el CNI Tuxpan, la Unión Campesina Zapatista del Sur (UCASZ) asentada en Amacueca y equipos de trabajo en Colima invitarán a la sociedad civil organizarse para planear estrategias de resistencia frente a los proyectos capitalistas en la región.
“La catástrofe se vino grande. Yo nunca en mi vida había visto esto y créemelo que sí estoy impactado con todo lo que está pasando. Hay que despertar la conciencia en cada uno de los habitantes del sur de Jalisco y cuidar más nuestros bosques, ser más responsables de cuidar todo lo que la madre Tierra nos está dando y conservar lo que tenemos. De alguna forma debemos organizarnos.
“Si esas personas han estado provocando los incendios, decirles que no lo hagan. Porque aquí, en este barco que se llama Tierra, vamos todos”.