Era 1985. "¿Quién me entregó?", preguntó Rafael Caro Quintero cuando agentes de la Drug Enforcement Administration (DEA) y elementos de la policía de Costa Rica irrumpieron en la finca donde se escondía. Con él estaba Sara Cosío. De la presencia de ella en el sitio, dos versiones aún sobreviven. En una, él la había secuestrado. En la otra, ella lo acompañaba porque lo amaba. El "narco de narcos", el cerebro del llamado "Cártel de Guadalajara", el ser en el que se originó el narcotráfico moderno, alimenta aún su leyenda. Gracias a un amparo, fue liberado en 2013, pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación le dio reversa a ese recurso jurídico y se ordenó su recaptura. Como suele ocurrir, nadie lo ha visto ni nadie sabe dónde está. El pasado 12 de mayo, el Departamento del Tesoro y la DEA congelaron los bienes de Diana Espinoza Aguilar, identificada como su compañera sentimental y prestanombres. Cuando fue aprehendido, tenía 32 años. Hoy cuenta 64. ¿Qué piensa? ¿Qué hay en su mente? El perfil psicológico de Caro Quintero es un asunto opaco. La Secretaría de Seguridad Pública, cuando estaba a cargo de Genaro García Luna, le puso a ese documento clasificación de confidencial y reserva hasta 2022. De modo que hoy no puede ser consultado.
Ciudad de México, 16 de mayo (SinEmbargo).– Siempre estuvo y era muy conocido. Pero entre febrero y abril de 1985, el narcotráfico saltó a las planas de los diarios mexicanos con una estrella principal: Rafael Caro Quintero, un hombre de 32 años, nacido en la ranchería de La Noria, en Badiraguato, Sinaloa.
Identificado como el dirigente de una organización denominada “Cártel de Guadalajara”, fue detenido en Costa Rica en abril de 1985. La acusación principal en su pesada carga de culpas fue el asesinato y tortura del agente de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, Enrique Camarena, cometido ese mismo año.
Con el tiempo, va a conocerse que en el seno del Cártel de Guadalajara en ese tiempo se formaban otros sinaloenses que van a protagonizar la epopeya del narco mexicano; por ejemplo, Miguel Ángel Félix Gallardo, Miguel Salcido Beltrán, “El Cochiloco” y Joaquín Archivaldo Guzmán Loera “El Chapo” Guzmán.
Pero Caro fue Caro. Y acaso en su ser se inició todo. Cuando lo detuvieron, a las autoridades les dijo de sí mismo que había estudiado hasta primero de Primaria, que su padre era campesino en tierra ajena, y que los Caro y los Quintero siempre fueron pobres, pero no conocieron el hambre.
A los 18 años, dejó Badiraguato. En Culiacán, se convirtió en chofer de carga. En ese trabajo estaba cuando conoció a Ernesto Fonseca Carrillo y Juan José Esparragoza. A la tríada Fonseca Carrillo-Esparragoza y Caro se le adjudica la expansión del plantío de mariguana de La Ciénega, Sonora, uno de los más grandes en la historia del narcotráfico. Fue una siembra clave en su biografía porque en 1983, con tal de defenderla, sobornó a comandantes de la Policía Judicial Federal.
En Chihuahua compró los ranchos El Búfalo, El Vaquero y Pocitos. Ahí y para levantar mariguana, contrató a miles de hombres. Su fortuna en 1985, cuando fue detenido, fue calculada en 100 mil millones de pesos de aquella época, 36 casas y presencia en 300 empresas en Guadalajara. Una de las leyendas sobre su personaje es que le ofreció al entonces Presidente Miguel de la Madrid Hurtado pagar la deuda externa que alcanzaba más de 80 mil millones de dólares.
El día que detuvieron a Caro Quintero, se conoció algo más de él. Estaba enamorado. En una discoteca de Guadalajara había conocido a Sara Cosío Vidaurri Martínez, hija del Secretario de Educación Pública de Jalisco, César Octavio Cosío Vidaurri, y sobrina de Guillermo Cosío Vidaurri, ex Gobernador de ese estado y ex presidente del Partido Revolucionario Institucional en la capital. El padre denunció que el narcotraficante había secuestrado a Sara Cosío. Lo que siguió fue la revelación de correspondencia entre ellos que hasta la fecha no ha sido validada, pero que brinda información sobre un idilio, más que un secuestro. Lo cierto es que ella estaba con él en Costa Rica, cuando agentes de la DEA lo rodearon.
Rafael Caro Quintero recibió una pena de 128 años que se achicó con el tiempo. De esa sentencia, sólo pasó 28 años en prisión. En agosto de 2013, fue liberado, bajo el cobijo de un recurso de amparo. En noviembre de 2015, la Suprema Corte de Justicia le dio reversa a esa determinación jurídica y se ordenó su detención; pero como suele ocurrir, nadie lo ha visto ni nadie sabe dónde está.
El miércoles 12 de mayo pasado, el Departamento del Tesoro y la DEA clasificaron a la mexicana Diana Espinoza Aguilar, alias Altagracia Espinoza Aguilar, con la figura de "Narcotraficante Especialmente Designada", lo que significó la enajenación de sus bienes. En un comunicado, esas instancias informaron que ella actúa a favor de Caro Quintero como prestanombres.
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Si Caro Quintero fue uno de los forjadores de la desventura del narcotráfico, según el relato oficial, ¿cómo funciona su mente? Si los ciudadanos de un país pueden hacerse una idea de la peligrosidad de un hombre o mujer por su perfil psicológico, ¿por qué no es conocido el de Rafael Caro Quintero, "el narco de narcos”?
Después de 31 años de su detención, en Costa Rica, y dos de su liberación, los mexicanos no pueden saber qué encontró el Gobierno en la mente de este narcotraficante. Los exámenes psicológicos que se le practicaron fueron clasificados como “información confidencial” hasta el año 2022.
Fue la Secretaría de Seguridad Pública, cuando estaba a cargo de Genaro García Luna, la instancia que reservó esta información. Hoy, esa dependencia que fue clave en la política de combate al crimen organizado durante el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012), es parte de la Secretaría de Gobernación.
Para ponerle lazo al perfil psicológico de Caro, la extinta SSP se basó en la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, así como algunos lineamientos generales para la Clasificación y Desclasificación de la Información de las Dependencias y Entidades Administrativas Pública Federal, el Reglamento de los Centros Federales de Readaptación Social y el Manual de Tratamiento de los Internos de los Centros Federales de Readaptación Social.
Además, la SSP adujo que la misma dependencia tenía Criterios de Clasificación internos y de acuerdo con ellos, los expedientes administrativos de los internos que se encontraban en proceso o sentenciados, eran confidenciales.
A Caro Quintero, uno de sus corridos más conocidos, el producido e interpretado por Los Invasores de Nuevo León, lo describe así: "La fiera ya está enjaulada, pero se oyen los rugidos, allá por la madrugada, sus deseos serán cumplidos. Échense a huir la manada si es quieren quedar vivos”.