Julieta Cardona
16/04/2018 - 12:01 am
Algo normal
Somos transitorios. Lastima sentirnos efímeros. Bichos mortales. Duele entrar en la vida del otro y salir o ser echados como si fuera cualquier cosa o mentira, cualquier puerta. Como si se tratara de subir escalones, patear una botella de plástico, treparte al bus o morder una tarta de banana. Imagina que el otro es un […]
Somos transitorios. Lastima sentirnos efímeros. Bichos mortales. Duele entrar en la vida del otro y salir o ser echados como si fuera cualquier cosa o mentira, cualquier puerta. Como si se tratara de subir escalones, patear una botella de plástico, treparte al bus o morder una tarta de banana.
Imagina que el otro es un tren y que tú eres tú. Que, si tienes suerte, de pronto vas en cabina con la mujer que tanto te gusta; recorren mil paisajes, ven mariposas estrellarse en los vidrios, hacen muecas, se besan, con ternura se quitan los cabellos de la cara y también se dicen porquerías al oído (déjame comerte, chupa acá, todo esto es tuyo –y cosas de esas–), hasta juegan a ser estrellas del porno y, cuando pasan por los andenes conocidos, dicen adiós: “mira, ahí está tu madre; mira, allá está la mía; hey, ¿qué no es esa tu amiga Lola?; por allá mi tío; tu ex volteando para acá”, agitan la mano y a todos dicen adiós.
Y luego de tanto, como es normal, el tren se detiene. Ella se aburre o qué sé yo. Así que después de un dulcísimo beso, ella se baja y, óyeme bien: en lo que te queda de vida no vuelves a verla. Adiós a las tetas más bellas de toda la galaxia. Entonces, como es normal, se te atranca el ego. Te preguntas, de forma compulsiva: ¿Qué mierda pasó?
Pasó algo normal: fuiste una fracción de su viaje. Sientes como si una bola de un cañón te hubiese atravesado sin partirte en dos. Andas con un puñetazo en el estómago, viva y quejosa, pero viva. Esto no es absolutamente nada parecido a lo que pensaba, te dices y volteas a ver la luna, es peor.
Luego, cómo es la fortuna del caos, ¿verdad?, el corazón se te rehace y, antes de subirte al próximo tren, recuerdas cuando estabas con ella, ahí, a toda máquina, estirándole la piel a un momentito con tal de no olvidarlo: ella te dijo que aunque amaras como loca y aunque te amaran como a nadie, igual estabas sola, y que era hermoso, algo normal.
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