ENTREVISTA | En mi literatura las cosas se tuercen mucho: Juan Pablo Villalobos

16/04/2016 - 12:05 am
Juan Pablo Villalobos recibe a Puntos y Comas en su estudio del barrio de Gracia, en Barcelona. Foto. MM, SinEmbargo
Juan Pablo Villalobos recibe a Puntos y Comas en su estudio del barrio de Gracia, en Barcelona. Foto. MM, SinEmbargo

Uno de los más notables narradores mexicanos de la actualidad, recibe a Puntos y Comas en su estudio de Barcelona, donde entre otras cosas se encuentra abocado a la traducción de “Agua viva”, de Clarice Lispector, para la editorial Almadía y a la espera de publicación de su nueva novela

Barcelona, España, 16 de abril (SinEmbargo).- La carrera literaria de Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973) se cuece lenta y tenazmente con una novela cada dos años, desde que en 2010 apareciera con Fiesta en la madriguera (Anagrama), una potente primera novela que diera inicio a un camino más que auspicioso en la nutrida literatura mexicana.

La voz de Villalobos tiene la virtud de lo propio, de lo original y construye un mundo inclasificable, donde la prosa directa y económica da vida a criaturas que desde el humor y la parodia de una realidad a menudo trágica critica el mundo circundante y lo da vuelta como un guante frente a los ojos de un lector siempre dispuesto a dejarse sorprender.

Si viviéramos en un lugar normal –una transición literaria que mostró que había mucho más que un grato debut en la narrativa de Juan Pablo- y la atmosférica e “ibargüengoitiana” Te vendo un perro, dieron sustancia a un oficio contundente, por el que el escritor ha dejado empleos paralelos, para dedicarse de lleno desde la Barcelona donde reside con su esposa y dos hijos pequeños, a alimentar novelas que crecen en palabras y desafíos.

Entre las traducciones del portugués –desde que vivió una larga temporada en Brasil ha logrado descifrar algunos de los secretos del idioma, tanto así que ahora traduce Agua Viva, la obra insigne de Clarice Lispector para la editorial Almadía- y la escritura de su próxima novela –todavía no un mamotreto, como es su intención definitiva, pero sí un largo manuscrito de 75 mil palabras que ya ha entregado a Anagrama-, Villalobos despunta sus días catalanes como un escritor profesional, que siempre tiene a México en su horizonte, los partidos del Barça que va a ver portando la gorra del Atlas y la relectura de clásicos mexicanos como Palinuro de México, de su siempre admirado Fernando del Paso.

La cita con Juan Pablo fue en su estudio del barrio de Gracia, en una tarde fresca de primavera, donde además de contarnos cómo es que uno de sus hermanos logró aficionarlo al mezcal, tan de moda entre los santos bebedores de su país de origen, mostró su beneplácito porque al fin ha podido dominar los diálogos –una técnica que se le escapaba un poco en sus inicios literarios-, para beneficio de una escritura que ejerce con disciplina espartana y una fe devota tal vez propia de otros tiempos menos efímeros, menos superficiales.

–¿Qué ha pasado desde la publicación de Te vendo un perro hasta acá?

–Con Te vendo un perro han salido la traducción al portugués y al francés –con muchas y buenas reseñas-…yo estaba muy preocupado por las cosas que en la novela pudieran ser muy locales y por tanto muy crípticas. Una de esas cosas era la aparición del Palinuro de México, el hecho de que en la tertulia de viejos el libro que estuvieran leyendo fuera el de Fernando del Paso. Me parecía que eso podía alejar a los lectores extranjeros. Hablando con los traductores les sugerí que hiciéramos un cambio y buscáramos un libro más internacional. ¿Qué libro sería? Un libro gordo que funcionara con el chiste ese de que el libro se convirtiera en un arma y me vino a la idea de que fuera un ejemplar ficticio –que luego me enteré que existe- que contuviera los siete libros de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Mi editor alemán no lo aceptó y ha querido salir con el Palinuro y así saldrá en agosto, pero en Francia, en Inglaterra y en Brasil ha salido cambiado y a los franceses les ha gustado tanto que le han cambiado el título a la novela. Ahora se llama Los tiempos perdidos. El libro se ha convertido en otra cosa, dialoga en forma distinta con el lector francés y está funcionando.

"Lo que me ha dejado perplejo es que Enrique Peña Nieto termine su mandato", dice el escritor. Foto: MM, SinEmbargo
“Lo que me ha dejado perplejo es que Enrique Peña Nieto termine su mandato”, dice el escritor. Foto: MM, SinEmbargo

–¿Has tenido que optar en tu vida entre Marcel Proust y Fernando del Paso?

–(risas) No, no he tenido que elegir entre los dos. Me parece curioso que mi relación con la obra de Fernando del Paso siempre ha sido de mucho respeto y mucha admiración, pero en mi literatura las cosas se tuercen mucho y quise en las notas que dan fin a la novela decir ¡Larga vida al Palinuro! Dejar explícito así que si bien me estaba burlando un poco de la obra y tal, era sin duda un homenaje. Meses después, Fernando del Paso ganó el Premio Cervantes y su obra ha regresado a estar en el centro de la escena.

–Un libro que si se lo tiras a la cabeza a alguien lo matas…mmm, tú eres más bien de novela breve

–(risas) Cada vez se me van haciendo más largas las novelas. Las he ido creciendo. Fiesta en la madriguera tenía 20 mil palabras; Si viviéramos en un lugar normal, 35 mil; Te vendo un perro, 52 mil y la que acabo de terminar, 75 mil. Ya es cuatro veces Fiesta en la madriguera, aunque sigue sin ser un mamotreto…

–Un mamotreto que es tu objetivo máximo, según me dijiste en una entrevista anterior

–Ya no estoy tan seguro de aquella declaración, porque uno va cambiando. Cuando uno termina un libro y está en el proceso de buscar un nuevo proyecto, se te meten muchas inquietudes, ideas, que luego en el ejercicio real de la escritura no llegan a funcionar. La nueva novela podría haber sido un mamotreto, pues había mucho material para ello, pero me interesa mucho la economía narrativa; en términos estilísticos y como lector, lo que es paja, es paja. Los mamotretos están llenos de paja; a veces se justifica, pero cuando me doy cuenta de que para crecer una novela habría que describir escenas para las que no tengo paciencia, es que en el fondo no me interesa. Si hay cosas que pueden contarse en forma sintética, con silencios sugerentes para el lector, para crear intriga y estimular la imaginación, lo prefiero.

–Un mamotreto en general es póstumo, como 2666, de Roberto Bolaño

–El gran mamotreto póstumo de la literatura latinoamericana y que es a la vez muy poco conocido, es Umbral, del chileno Juan Emar (1893-1964), con 15 mil páginas. Se ha publicado sólo una vez, lo tengo en PDF y he leído pedazos. No vale la pena leerlo entero. Ahí está todo, es llevar al extremo la ambición de la obra total, pero sin ningún criterio. A veces abro el documento y encuentro a menudo fogonazos de lucidez, de alta literatura, pero dentro de muchísima paja, porque es un proyecto desmesurado.

–Tu humor de frases directas que buscan la reacción inmediata del lector tampoco admitirían un mamotreto, me parece…

–Cada vez desarrollo más el diálogo, porque es verdad que en Fiesta de la madriguera, que escribí hace casi 10 años, odiaba escribir diálogos. Esta cosa de la oralidad y de intentar imitar un tono, son estrategias que me hacían sentir muy incómodo. No hay diálogos, sino sentencias. Ya en Si viviéramos en un lugar normal, comencé a sentirme un poco más cómodo con el diálogo y en esta novela que acabo de entregar ha pasado el efecto contrario: ahora, lo que más me gusta, es escribir diálogos.

Sus novelas son profusamente traducidas. Foto: Facebook
Sus novelas son profusamente traducidas. Foto: Facebook

–¿Qué posición tienes frente al diálogo, la búsqueda literaria o la transcripción naturalista?

–Creo que trabajo en un punto intermedio, que no es la oralidad totalmente verosímil, pero tampoco es un diálogo totalmente literario que aleje al lector. En las novelas de César Aira a veces hay personajes que hablan de manera absolutamente inverosímil, pero es un efecto buscado. Sí busco una oralidad generacional, de origen, de argot, pero tampoco me empeño mucho en que esa marca de oralidad sea abusiva.

–Con respecto a los diálogos, dice David Toscana que no hay que confundir el “naturalismo” de Juan Rulfo con su genialidad para construir diálogos literarios que parezcan naturales. Los campesinos de Rulfo no hablan así en la realidad…

–Sí, es así; me parece un planteamiento falso cuando se quiere imponer a la literatura un criterio de verosimilitud que viene de la realidad y no de la tradición literaria. Ahora acabo de leer un libro de cuentos de Mariana Enríquez, publicado por Anagrama (Las cosas que perdimos en el fuego) y claramente ves que ella viene del Boom, tiene muchas cosas de Julio Cortázar, de Juan Carlos Onetti, con una cosa mucho más terrorífica, filtrada por ese mundo gótico y tal, me gusta mucho, tiene también una parte muy anglosajona, de Lovecraft, de Poe, es decir, rastreas y encuentras las tradiciones literarias que es lo que me interesa cuando leo a un autor determinado; no me voy a poner a pensar si el cuento que leo me lo creo o no de acuerdo a mi experiencia de la vida. Eso me parece absurdo. O decir: -este niño en este cuento no puede hablar así…la obra literaria no puede ser analizada en comparación con la realidad.

–Me parece que los anglosajones son maestros en el diálogo, nunca tengo que preguntarme si es verosímil o no lo que leo

–Claro, porque el diálogo es una cuestión de empatía y ese fluir, ese sentir que te hace creer lo que lees es porque eres capaz de escucharlo. Es la oralidad inscrita en la tradición literaria, no en la realidad.

–¿De esas 75 mil palabras que acabas de entregar a Anagrama puedes compartir algunas con nosotros?

–No, jamás hablo de mis novelas antes de que sean publicadas. Tampoco hablo de mis historias durante el proceso de escritura, pues de ese modo pierden interés para mí. Además, soy muy supersticioso e inseguro. En el fondo, también tiene que  ver con que en la literatura no me interesa el “qué” sino el “cómo”.

–Aunque las novelas que se venden hoy, desde Crepúsculo a Harry Potter, están signadas por el qué más que por el cómo

–Pero eso no es literatura. Los best sellers o mucho de la novela negra que circula hoy no tienen nada que ver con la literatura.

–Hay en tus novelas un gran trabajo con las atmósferas, con esto que el lector percibe alrededor de las historias…

–Esto no es deliberado, se me escapa, no lo sé explicar. Soy muy visual como persona, eso es un hecho y cuando escribo construyo imágenes en mi cabeza.

–Con respecto a México, has moderado un poco tu discurso combativo en las redes sociales…

–Sí, veo que te diste cuenta de eso. La realidad es que estoy pasando por una etapa de una gran decepción que no veo cómo superar. Me cuestiono las maneras y los medios, este activismo virtual ¿para qué? Coincidió también con la escritura de la nueva novela, así que me fui un poco del debate en las redes.

–El gran fracaso de Enrique Peña Nieto es un fracaso anunciado… ¿qué esperábamos?

–Yo al menos no esperaba nada. Lo único que esperaba y que no ha sucedido, lo cual me deja perplejo, es que termine su mandato. En México no caen los Presidentes. No sé por qué me imaginaba algo que niega la historia de mi país. De todos modos es grotesco que Enrique Peña Nieto vaya a terminar su mandato. Muchos de los casos acontecidos durante su Gobierno hubieran provocado una crisis terminal en cualquier otro país. Parecía que esa crisis iba a suceder después de Ayotzinapa y no sucedió; después de la Casa Blanca y no sucedió; después del crimen de La Narvarte y no…al final, el sistema se lo ha tragado todo. ¿Quién tiene las manos limpias para emprender una campaña de ética general? Todos los políticos han sucumbido a lo mismo y la gente se da cuenta. Pero la decepción de sentir que nada va a cambiar y que se jodan los demás es muy peligrosa.

–¿Hay un robo para la corona, crees?

–No tengo información al respecto, pero es algo que sucede en todos lados. ¿Cómo se financian las campañas? ¿Hasta dónde llega la corrupción? Lo vemos ahora con los Papeles de Panamá. Es lo más común del mundo, evadir impuestos.

–¿Dejar Brasil y volver a Barcelona ha sido como regresar a casa?

–Sí, hace tiempo que considero a Barcelona como mi casa, es el lugar donde me siento más cómodo y aquí se hizo mi familia. Mis hijos nacieron aquí y aquí están siendo educados. Me siento expatriado y un hombre del mundo si lo quieres ver así, pero en realidad ni siquiera soy de Barcelona, sino del barrio de Gracia, donde vivo con mi mujer y mis niños. Por supuesto, siempre veo al Barça, pero en el fondo soy del Atlas.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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