Con 45 días de nacidos, estas crías son visitados ya por decenas de niños y adultos que se enternecen por verlos en un rincón juntos a sus padres que los cuidan celosamente para que puedan desarrollarse tranquilos.
Guadalajara, 16 de febrero (EFE).- Dos polluelos de pingüinos Adelie, originarios de la Antártida, son la atracción del Zoológico de Guadalajara, única institución que protege a este animal, uno de los más difíciles de reproducir en cautiverio.
Con 45 días de nacidos, estas crías son visitados ya por decenas de niños y adultos que se enternecen por verlos en un rincón juntos a sus padres que los cuidan celosamente para que puedan desarrollarse tranquilos.
La especie Adelie es auténticamente antártica, es decir que vive en la parte más helada del hemisferio sur y no se le considera en riesgo ya que se cuenta por millones, explica a Efe Luis Soto, veterinario a cargo del área de pingüinos.
Sin embargo, la fragilidad de su hábitat natural los tiene "al borde del peligro" debido a los cambios de temperatura en el planeta que inciden directamente en la temperatura del mar antártico y, por ende, en su forma de alimentarse y reproducirse.
"Su hábitat, su alimentación, su ecosistema es tan frágil que cambios muy sutiles de temperatura a nivel global, de contaminación en los mares ponen en riesgo la supervivencia de la especie en su totalidad" dice este especialista.
Por ello, comenta, los encargados del área del zoológico conocida como "Antártida, el reino de los pingüinos" tienen tantos cuidados hacia los 14 ejemplares de Adelie y Yentu que protegen.
La luz del lugar puede ser adaptada para emular las estaciones y los horarios de la Antártida, el agua se mantiene a una temperatura de cinco grados centígrados bajo cero y la nieve rodea a los animales.
Ningún zoológico en Latinoamérica tiene instalaciones parecidas a la de Guadalajara.
La primera pareja de pingüinos Adelie llegó a Guadalajara en abril de 2015 como parte de un programa de reproducción de un acuario en Japón que tenía varias parejas de la especie, desde entonces se han reproducido en dos ocasiones, con dos polluelos cada año, dice Soto.
Sus cuatro cuidadores vigilan de cerca a las crías desde el nacimiento pesándolos y monitoreando su crecimiento pero a la vez permitiendo que estén cerca de sus papás para que el proceso sea el más natural posible.
"Los dejamos con sus papás desde la eclosión. Ellos ponen el huevo alrededor de noviembre y una vez que rompen el cascaron sus padres se encargan de cuidarlos, nosotros alimentamos a los papás con pescado y ellos procesan un poco este alimento, lo regurgitan hacia los polluelos y es con lo que se alimentan en las primeras tres semanas", asegura el encargado.
Luego de la cuarta semana los pollos son alimentados con pescado que proviene del mar antártico por parte de los cuidadores con la intención de que se acostumbren a estar en contacto con ellos.
Parte de los cuidados es mantener a la familia dentro de un corral hasta la semana ocho para que los bebés no caigan al agua, ya que su plumaje aún o está preparado para resistir tan bajas temperaturas.
"Los polluelos tienen un tipo de plumón que les ayuda a mantenerse calientes pero que no es impermeable por eso es que no se pueden mojar hasta que tienen el plumaje adulto a prueba de agua que lo deja listo para vivir en el océano, esto toma alrededor de dos meses y dos meses y medio y es algo rapidísimo en comparación con otros animales" recalca Soto.
A diferencia de cuando viven en libertad, los primeros chapuzones no son directamente en el agua donde están los demás pingüinos sino en albercas especiales para que los polluelos no corran peligro.
"Nadar es por instinto, en cuanto tocan el agua saben que es para nadar, pero aunque es automático nosotros tenemos todas las precauciones. No podemos arriesgarnos, es un paquetito y un privilegio cuidar a esta especie", concluye el especialista.