Y no es que esté abandonada, no, y no es que se vayan para dejarme específicamente a mí, pero se van, y hay que volver a sonreír aunque las comisuras de los labios duelan, aunque por dentro los párpados se embriaguen de agua salada, aunque el nudo en la garganta sea un pedazo de coral que raspe y haga sangrar. Sí, ese es el camino que debes seguir, tú, amigo, también tú, amante, y tú también, abstracto, alma gemela, alma melliza, alma voladora que me dejas siempre un cordón amarrado al dedo índice para hacerme creer que si lo jalo volverás, que es tan sencillo como marcar un teléfono, como encender un monitor, como tener una cámara de video o un sobre amarillo con un montón de dólares y una semana libre de mis propios cordones pero no, no es tan fácil por que algo se rompe, algo se me rompe y el mundo es tan grande que no cabe ni en mil pañuelos; es un mundo infinito en el que tú, el hombre de cuatro caras, el que es todos los que se han ido (el de los dedos largos, el de los dedos cortos, el de los dedos que no me tocan, el de los dedos limpios), caminas por calles que yo no conozco, saboreas licores que aquí no venden, te sientas en bancas y piensas en alguien que no soy yo, y si llegas a pensar en mí, lo haces desde otro huso horario y tus deseos se deforman en el camino, se atoran en los agujeros de la capa de ozono y, si llegan, son palomas heridas que han dejado caer sus mensajes en el océano o se los han comido a falta de migajas. No es la distancia lo que nos separa, es, como siempre, el tiempo, el que fue y que yo no logro dejar ir, el que se burla de mí desde allá atrás o desde allá adelante, por que lo intento asir y se me escapa, por que creo verlo clara, clarísimamente, y se desvanece y me parece que susurra “Ya fui…”, cuando yo quisiera escuchar “Seré apenas…” y no, todos ustedes se fueron lejos por que el presente es estar y el pasado es no estar: yo sigo esperándolos en otra estación que ya no da servicio, que ya fue, pensando que siguen teniendo 17 o 21 años y que mi cara tampoco ha cambiado. Todos mis dedos están asfixiados de cordones que me he amarrado yo sola y me quemo las retinas mirando hacia arriba, adonde flotan mis papalotes de colores, mis globos sonrientes en el cielo allá, lejos, y quiero pensar que si bajo los brazos los cordones sabrán, los globos volverán a mí para suspirarme su aire en el oído pero no, cierro los ojos y cuando los abro los globos tiemblan y pasa una de aquellas palomas mensajeras y truena a mis amados seres con el pico y deja caer un mensaje que viene de muy lejos, de muy allá y de muy entonces…
¿Por qué se van?
16/02/2014 - 12:00 am
Lorena Amkie
Nació en la Ciudad de México en 1981. Su idilio con las palabras empezó muy temprano y la llevó a pasearse por la poesía, el ensayo y el cuento, para encontrar su hogar en la novela. Graduada de Comunicación por la Universidad Iberoamericana, ha publicado la trilogía gótica para jóvenes Gothic Doll (Grupo Planeta) y la novela El Club de los Perdedores. Imparte talleres de escritura creativa y colabora con distintos medios impresos y digitales. Su cercanía y profundo respeto hacia su público, así como su estilo franco y nada condescendiente, le han valido la atención de miles de jóvenes en México y Latinoamérica, situándola como una de las autoras de literatura juvenil más interesantes en el mundo de habla hispana actualmente.
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