ENTREVISTA | El mundo va hacia un conflicto mayor: Jon Lee Anderson

16/01/2016 - 12:05 am
El periodista en una fotografía de Daniel Mordzinski. Cortesía: Hay Festival
El periodista en una fotografía de Daniel Mordzinski. Cortesía: Hay Festival

El célebre y respetado periodista estadounidense presenta el libro Crónicas de un país que ya no existe: Libia, de Gadafi al colapso y analiza para Puntos y Comas el estado de un planeta en llamas

Ciudad de México, 16 de enero (SinEmbargo).- Latinoamérica suele estar desconectada del resto del mundo, como si no formara parte de él. Esa situación es histórica y poco ha cambiado pese al auge de las redes sociales y la tan mentada globalización.

Sin embargo, las naciones están mucho más unidas de lo que parece y una bomba allá explota acá, lo admitamos o no. Y de eso está convencido Jon Lee Anderson, periodista nacido en California en 1957, residente en Londres,  autor de la biografía del Che, el libro sobre el que se ha basado la película de Steven Soderbergh protagonizada por Benicio del Toro.

A menudo considerado el mejor reportero del mundo, a Jon Lee no lo define del todo la palabra reportero.

“Lo que primero vino a mí es el deseo de ser escritor. Primero, creo, soy escritor y luego reportero. He sido escritor en ciernes y aventurero desde edad temprana. Lo de reportero vino después, es una categoría que une al aventurero y al escritor. Pero sigo con la intención de escribir creativamente”, explicaba en una entrevista que le hiciéramos hace unos años.

Es sincero para admitir que siente algo de peso cuando las nuevas generaciones se le acercan para pedirle opiniones y consejos en torno a la profesión. “Mira, eso que dicen que soy el heredero de Ryszard Kapuściński, no es demasiado justo para él. Él hizo lo suyo y yo hago lo mío. Por supuesto, es un referente, pero él escribía una especie de ficción novelada que es genial y que tiene muchos admiradores, soy uno de ellos, pero no es algo que yo haga. Nos interesan temas parecidos, es cierto, pero en fin, no me considero su heredero”, afirmaba.

“A lo que voy es que evidentemente se trata de un halago, de un piropo y que así lo debo considerar, pero preferiría ser conocido por lo que hago que por llevar una etiqueta con el apellido de otra persona. Siempre me ha parecido un poco raro eso de ser carlista, chavizta o  fidelista, como si uno sucumbiera al poder de otro hombre. Yo soy Jon Lee y no soy kapuścińskista”, entre otras cosas porque no me interesa escribir ficción. El imperio y El Sha, por citar dos libros de él, son ficción, no reportajes de realidad”, precisaba

El autor de La herencia colonial y otras maldiciones (Sexto Piso), una compilación de sus artículos sobre África, acaba de presentar Crónicas de un país que ya no existe: Libia, de Gadafi al colapso, que da cuenta del desastre en que se ha convertido el mundo desde que con la doctrina del bueno y el malo, lo blanco y lo negro, se neutralizó el poder de aquellos dictadores y líderes que en tierras arrasadas establecían cierto orden que hoy no existe.

Son visiones provocadoras de un hombre que ha visto mucho, que sabe demasiado y que está triste por la muerte de muchos colegas en los campos de batalla. Es la palabra de un hombre pesimista, convencido de que vamos hacia un desastre mayor.

“Uno de los méritos de Anderson es que reproduce los asombros en tiempo presente, como si se ignorara el desenlace. No escribe un historiador que busca el orden retroactivo del caos, sino un cronista en la indecisa línea de fuego”, dijo Juan Villoro.

En esta entrevista a fondo, Jon Lee nos lleva al corazón del mundo contemporáneo, del que formamos arte y parte. Para leer con los ojos abiertos.

–A lo mejor se podía pensar que en el siglo XXI el mundo podía estar más pacificado, ¿verdad?, pero no es así

–No, efectivamente. En realidad estamos en un trance color de hormiga, diría, en que las instituciones y las medidas internacionales para mantener la paz mundial desde el final de la Guerra Fría –si bien parecía muy competitivo y se pensaba que algo se podía lograr sobre todo en la época “clintoniana”, supongo- se han ido rápidamente a pique. Inclusive las esperanzas que tuvimos en los primeros años del gobierno de Barack Obama, de sanear el malestar causado por las torpezas de Bush, han ido de mal en peor. Estamos en una situación donde hay un Islam irredento, extremista a nivel mundial y un mundo árabe cada vez más en disputa consigo mismo y con el resto. Vamos hacia a un conflicto mayor, en lugar de hacia la paz. No sé qué envergadura tendrá ese conflicto, de hecho ya hay un conflicto mayor que depende de en qué momento los mandatarios van a decidir llamarlo por su nombre. Ya vemos varias intentonas, algunas bélicas y otras negociadoras, de atender esta situación, pero es obvio que en Irán, Libia, el tema de los refugiados en Europa, Siria, Arabia Saudita, el cúmulo de actividad es cada vez más intenso y complejo. Casi fuera de las manos de Occidente. Creo que vamos a ver mucha más guerra.

–Está el reciente episodio nuclear en Corea del Norte…

–Pues es obvio que junto con todo lo demás está Corea del Norte, que nunca desaparece como la fuente de ansiedad que es. Hace 10 años se hablaba de armas de destrucción masiva y en ese contexto los elefantes en el salón son Corea del Norte y Pakistán. Y varios más. Tenemos ya un Estado que es un cañón suelto que va más allá de todo raciocinio y ese Estado es Corea del Norte. Vivimos en vilo por si utilizan esas armas de destrucción masiva. Hay allí una cultura política de gran hermetismo y también de emotividad exacerbada que preocupa. Ha habido desde la época de Bill Clinton de tender puentes, de hacer contacto, para evitar desastres mayores, pero cada tanto el liderazgo norcoreano hace algo como esto que demuestra la intención de figurar a las malas en la mesa de negociación mundial, como si por su poder bélico tendría que ser tratado como un país de importancia. Desde ya, chantajear así hasta cierto punto la comunidad internacional, a los Estados Unidos, a Corea del sur…desde ya recibe una serie de prebendas y ayudas como consecuencia de sus amenazas nucleares. Esto resulta preocupante por lo que significa como precedente en la política internacional. Ya lo vimos con Irán. ¿Tienes armas nucleares? Pues no te van a invadir y puedes regatear con los meros meros. Por un lado Irán nos parece un Estado que ha pasado su etapa exacerbada y aunque todavía hay aspectos preocupantes en la Revolución Islámica, también reconocemos que hay sectores en el poder que son lógicos y pragmáticos, incluso en algunas ocasiones moderados y reformistas. Por lo menos hay un hilo ahí del que podemos agarrarnos para tener esperanzas acerca de que se dé una política de acercamiento y no una de aislamiento y contención. Podemos ir mejorando las cosas y quién sabe hasta establecer relaciones normales con Irán. Con Corea del Norte no todavía.

Ya sé quiénes son mis enemigos. Tocaron a los míos, que se jodan. Foto: Cortesía Anagrama
Ya sé quiénes son mis enemigos. Tocaron a los míos, que se jodan. Foto: Cortesía Anagrama

–Te refieres a la debilidad actual de Occidente y mi impresión es que cuando Occidente estaba fuerte al mundo tampoco le iba mejor

–Sí, aquello famoso que decía el Che: “Uno, dos o tres Vietnam para debilitar a los Estados Unidos”. Ahora, vista a la distancia esa consigna resulta pues casi surreal, porque ya el mundo es mucho más complejo. Los idealismos de los ‘60 en que había blanco y negro no tienen lugar en mundo que es mucho más complicado. No es tiempo de idealismos y temo decir que hemos entrado en una etapa de pragmatismo por parte incluso de esos occidentales idealistas y utópicos. Ahora hay amenazas por parte de culturas muy extremas hacia todos esos valores esenciales del mundo post-reformista. En esta situación se podría decir que un maoísta y un neoliberal tienen mucho más en común que aquellos dos con un yihadista.

–Yendo a tu libro sobre Libia, lo que uno saca como primera conclusión es que se subestimó un poco la crisis libia en relación con la influencia que ha tenido y tiene para el área

–Se subestimó bastante. En un esfuerzo para entender lo que pasó, hacia finales de 2014 fui al encuentro de diversos personeros de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña que tuvieron que ver con el desalojo de Gadafi. También viajé a Libia, para ver lo que se veía ahí a cuatro años de la hecatombe y me encontré con un caos en el que parecía que ISIS se iba a enclavar en territorio libio. Bueno, ya lo ha hecho. Mientras hablamos ahora, ISIS avanza en Libia y hay luchas en la costa mediterránea, donde están los pozos petroleros libios que ISIS intenta tomar. Ya sabemos que parte del poderío de ISIS en Siria y en Irak viene del petróleo y el hecho de que han podido vender ese petróleo a los turcos y a otros es que se mira para otro lado. Si logran los pozos petroleros en Libia va a ser muy preocupante. Los países de la OTAN dijeron, vamos a ayudar en esta situación, porque si bien hicimos las paces con Gadafi las cosas ya no marchan con él, pero no vamos a cometer el error de ocupar el país como hicimos con Irak. Eligieron entonces una maniobra que llamaron “una huella ligera” y el gran error que cometieron, me parece a mí, fue intervenir de la manera que lo hicieron, soltando las fuerzas que soltaron, sin medir la consecuencias de lo que pasaría al caer Gadafi después de 40 años. Su gran error fue ver a Libia como una excepción a la regla y no verlo como una repetición de lo que fue Irak. En lugar de ocupar Libia y convertirse en blanco de los yihadistas, dejaron sueltos a los yihadistas. Hoy, los analistas políticos admiten que Occidente no tiene buenas opciones en Libia. ¿Qué quiere decir eso? O sea que lo jodimos, lo convertimos en un hoyo negro, y ahora nos vamos a sentar a mirar lo que pasa. Pues sí, esto es lo que pasa.

–En tu libro llamas a Muamar Gadafi maestro de la confusión y la conspiración y aún hoy es un personaje contradictorio. No parece el más malo malísimo que nos quisieron vender y mucho menos pensamos que es un héroe. Creo que no entendemos todavía a Gadafi.

–Bueno, Gadafi era un ser pintoresco, quizás excepcional. Un beduino árabe, romántico, eventualmente loco y drogado. Básicamente se convirtió en patrón de un país que apenas si existía en los ’70 y lo gobernó durante 40 años. Apoyó a grupos guerrilleros y urbanos, tanto de América Latina, como de Europa y Palestina. Era un “jodedor”, le gustaba joder. Jugó un papel importante durante la Guerra Fría y sobrevivió a la Guerra Fría. Era un zorro. Y, bueno, se salió con la suya. A mediados del 2000 se convirtió en aliado de Occidente en la lucha contra Al Qaeda, pero frente a los cambios de aire a principios del milenio, Occidente lo traicionó. Los países que habían hechos pactos con él fueron los que luego lo apuñalaron por la espalda. Creo que todavía no vemos el fondo de esa traición, que ha tenido consecuencias muy nefastas; no sólo hemos dejado a Libia en medio de una especie de limbo existencial, sino que los países interventores desestabilizaron todo el Norte de África.

Libia se ha convertido en un lugar de ISIS y es un hoyo negro donde los tratantes de blancas mueven decenas de miles de personas desde las costas libias a Europa. El otro país que hace eso es Turquía. Todos los que salen de Siria e Irak pasan por Turquía y es la manera que tienen los turcos de joder a Europa. El otro país que lo hace es Libia, pero ahí no podemos culpar a nadie, porque no hay un solo líder a cargo de ese territorio y lo había con Gadafi. La forma en que fue traicionado y asesinado, tan vilmente, hizo cambiar de corazón a Vladimir Putin. Él había apoyado la acción humanitaria en Libia cuando lo pidió la OTAN en la ONU, pero luego al ver cómo se proseguía con los ataques contra Gadafi y finalmente le proporcionaron su golpe mortal, Putin se endureció. A partir de allí es cuando él empieza a malearse en Ucrania y se puso al lado de Siria. Por supuesto que también se endureció Bashar al-Ásad, al ver que lo mismo que le sucedió a Gadafi le podía suceder a él. ¿En quién podía confiar si acababan de matar de ese modo a Gadafi? En fin, una acción tan irresponsable que ha derivado en este estado deshumanizado del panorama que tenemos por delante.

El periodista presenta su libro de Crónicas sobre Libia. Foto: Cortesía Sexto Piso
El periodista presenta su libro de Crónicas sobre Libia. Foto: Cortesía Sexto Piso

–Lo dices en tu libro, este endurecimiento de Putin empieza en Libia

–Sí, así es. Lo dicen incluso sus allegados. Libia era un país satelital, que compró durante 40 años las armas a Rusia. Tenía una larga relación con Rusia aun cuando Gadafi al final había abierto sus relaciones hacia otros rumbos. Lo cierto es que Libia era un país amigo de Rusia y lo que pasó es que Putin se sintió humillado cuando luego de no vetar en la ONU por la acción humanitaria para impedir que Gadafi tomara Bengasi, asesinaron así a Gadafi. Los occidentales lo habían hecho un tonto y es ahí cuando se maleó Putin y comenzó a defender Bashar al-Ásad.

–Al parecer, hay también mucha ignorancia…mientras se combate a Al Qaeda, crece inconmensurablemente ISIS, algo que no pudieron prever los servicios de inteligencia de Occidente

–Sí, hay mucha ignorancia. Parte del problema con Occidente en la falta de una política madura, cuajada. Estamos mirando un poco a esos gobernantes que sólo miran lo que dicen sus cuentas de Twitter y nos faltan personas especializadas en la Realpolitik. Ya hemos pasado la época de Kissinger, de Churchill, de esos que movieron ejércitos de un lado al otro del mundo. Quizás eso sea para bien, pero mientras tanto, es para mal. Ahora hay líderes dubitativos con poderes e intenciones restringidos. Sólo buscan menguar y contener situaciones que por su mismo peso empeoran. Desde Medio Oriente hasta el cambio climático, todo está fuera de control por falta de alianzas verdaderas.

–¿Quieres decir entonces que si Hussein, Mubarak, Gadafi, no hubieran caído, ISIS no hubiera crecido?

–Sí, así es…

–¿Es eso, verdad?

–Mira, no puedo decir que Sadam Hussein era buena persona, pero sí puedo decir que removerlo del poder de la manera en que lo hicimos cometimos el error más grande de la historia. Eso es obvio y no se puede negar. Sadam era un monstruo, pero cuando lo hicimos caer había hecho hace años sus peores desmadres. Es más, lo había hecho en su condición de aliado tácito de Occidente. Había dejado de cometer sus grandes crímenes desde hace tiempo. Sadam, Mubarak, Asad, Gadafi, tenían en común que eran dictadores, pero ¿sabes qué más tenían en común?, que eran seculares, nacionalistas y anti-extremistas. Eran hasta cierto punto el muro de contención entre Occidente y el Islam. Es la gran paradoja, hemos removido a los centinelas. Al otro lado estaba la barbarie y no nos dimos cuenta.

–Esa barbarie de ISIS tiene muchísimas y graves consecuencias en todo el mundo, entre ellas la mano cada vez más suelta de la derecha israelí

–Así es. En realidad creo que el rol de Israel como siempre es decisivo. Aunque ahora sea un Estado bunker, ensimismado. Ha sido una causa y un causante de mucho del extremismo que vemos. Pero no le culpo a la existencia de Israel la causa del mal, como si fuera la serpiente en el jardín, sino que eso está dentro del Islam mismo, con esa tendencia a la intolerancia, a la xenofobia. Apartando a los judíos de la ecuación, ¿cuál ha sido el destino de los cristianos en Medio Oriente? También es de expulsión y de exterminio en los últimos años a manos de los extremistas musulmanes. Los cristianos también son víctimas de la xenofobia, que nunca ha parado. Los musulmanes nunca han asimilado y ni han tenido nociones democráticas. Allí circula sólo un libro. En el mundo árabe, con casi mil millones de personas, sólo se traducen 1000 libros al año, lo cual demuestra la carencia de curiosidad intelectual. En lo básico y en lo más preocupante, eso refleja la incapacidad de tolerar otras creencias y otras nociones.

El célebre periodista estadounidense es pesimista acerca de la situación mundial. Foto: Cortesía Anagrama
El célebre periodista estadounidense es pesimista acerca de la situación mundial. Foto: Cortesía Anagrama

–Israel también muestra falta de diálogo

–No sé cómo vamos a salir de todo esto, pero el hecho de que Occidente todavía apoye a países como Arabia Saudita y no a Irán, que me parece una vía más natural en esta pugna con los extremistas sunitas y no persas, es también fruto de nuestra relación tortuosa con Israel. Por razones de la ultraderecha en el poder, se ha envilecido aún más el panorama.

–Noté en el estilo de tu nuevo libro más cansancio y más tristeza

–Cansancio no sé, tristeza sí. Me siento muy pesimista y seguramente el libro lo refleja. No soy el mismo que fue a Irak e intentó mantener una mente abierta entre el 2000 y el 2003. He visto mucho en los últimos 15 años en Medio Oriente y aunque Libia sea una pieza marginal en el tablero de la región, ir a Libia me ha servido para pensar de forma muy escéptica en torno a la capacidad mundial de estabilizar la situación. Todo indica que hay un descontrol y eso me preocupa mucho.

–Dice una canción que los amigos que ya no están nos recuerdan la fortuna de existir. ¿Te sientes afortunado por estar vivo?

–Sí, me siento afortunado. Es lo que me ha tocado. No le doy muchas vueltas, ¿sabes? Me siento triste por los que se han ido a quienes nombré en el libro. Me siento cargado de esas muertes, los últimos cuatro años han sido difíciles para mí. De esas nueve personas, siete eran cercanos y dos o tres murieron de forma muy cruel. Eso me duele mucho y me enoja mucho. Me ha hecho endurecer. Ya toqué mi límite de tolerancia. No es una cosa personal exactamente, pero ya me tocó, ya sé quiénes son mis enemigos. Si antes me cuidaba un poco más, ya no tanto. Ya me tocaron los míos, que se jodan.

–¿Qué valor le das al libro de Crónicas sobre Libia para Latinoamérica?

–La intención mía es compartir con mi otra comunidad que es la latinoamericana mis visiones sobre una parte del problema en el mundo contemporáneo. Siempre he sentido que el mundo latinoamericano ha estado demasiado desenchufado de los grandes problemas del mundo, cuando en realidad es mucho lo que tiene para aportar. Su presencia en el gran debate de nuestro tiempo es una gran ausencia, al menos lo percibo.

–¿Y el valor del libro en la carrera periodística?

–Me consta que tienen un gran valor en el mundo angloparlante. Esos libros son un gran referente. En Latinoamérica está empezando a crecer ese valor. Esos libros son clave. Voy a la librería en los Estados Unidos y me aturde la gran cantidad de libros buenos que hay, tratando las últimas ideas en auge, los grandes temas de nuestro tiempo.

Lee un capítulo de Crónicas de un país que ya no existe, por cortesía de la editorial Sexto Piso.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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