Unos 80 millones de mexicanos no habían cumplido la mayoría de edad, o de plano no habían nacido, cuando en 1994 ocurrió una de las mayores hecatombes en la economía mexicana. Ese episodio, en el que muchos cruzaron hacia el umbral del hambre, es recapitulado por el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari cada vez que aparece en México. Para zafarse de toda culpa ha escrito unas cinco mil páginas entre alegatos, advertencias y acusaciones. Su intervención el pasado 6 de noviembre en el foro de The Economist llevó el mismo guión: se movió a sus anchas y una vez más, dijo que aquello no estuvo en sus manos; sino en las de su sucesor, Ernesto Zedillo Ponce de León. Responsable o no de la debacle de hace dos décadas, su influencia en los tomadores de decisiones en México jamás se ha ido desde que dejó de habitar la casa de Los Pinos.
Ciudad de México, 26 de diciembre (SinEmbargo).– La madrugada del 20 de diciembre de 1994, Carlos Salinas de Gortari lleva 19 días como ex Presidente de México y el Gobierno federal está por devaluar el peso frente al dólar. Va a ocurrir una crisis financiera de dimensiones que ni siquiera están en la imaginación. Las empresas, los planes y el porvenir quedarán desechos. Un puñado de hombres hará fortuna. Los más, lo perderán todo.
En su primer informe de Gobierno, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León ofrecerá una explicación de la hecatombe. Salinas de Gortari aparecerá como el principal responsable. Estas serán sus palabras:
“Ciertamente hubo razones para que la crisis estallara con tanta fuerza … Una de ellas fue que durante muchos años un fuerte y creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se financiara con entradas de capital volátil … Con absoluta convicción, afirmo que la crisis económica nunca habría ocurrido con tal gravedad, aun en presencia de muchos de los factores adversos señalados, de no haberse descuidado la generación de ahorro interno. Mientras que en 1988, los mexicanos ahorrábamos casi 22 por ciento del Producto Nacional, esa proporción fue reduciéndose, año tras año, hasta llegar a menos de 16 por ciento en 1994”.
Los próximos veinte años, Carlos Salinas de Gortari huirá, regresará y se irá otra vez. Publicará unas cinco mil páginas entre libros, desplegados en periódicos, comunicados, alegatos, advertencias y propuestas que llevarán el signo de la acusación a su sucesor, Ernesto Zedillo. Sostendrá que él no es culpable. Brindará decenas de conferencias y entrevistas. Pronunciará graciosas frases célebres. Achicará los ojos, su gesto más efectivo para crear tensión, unos cientos de veces. Recibirá el sobrenombre del legendario críptido “chupacabras” como sinónimo de la encarnación de la perversidad. Cosas de la coincidencia, pero la tierra temblará cuando él visite México. Jamás hará un mea culpa.
I
LA NOCHE DE LA DEBACLE
Ernesto Zedillo Ponce de León debe hacer frente a un hecho inédito en esta noche del 19 de diciembre de 1994. Capitales en dólares cuantificados en cuatro mil millones se han marchado de México. El monto de los Tesobonos –títulos en dólares pero pagaderos en moneda nacional es apenas de 32 mil millones. Pero el Presidente duerme en la mansión de Los Pinos y nadie del Gabinete económico desea despertarlo.
Quien se mueve con urgencia es otro hombre del poder: Jaime Serra Puche, Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP). Está solo. Apenas rodeado por un puñado de viejos políticos y empresarios a los que ha conquistado por el dominio que muestra de sí mismo y de la economía del Globo. Unos y otros serán en pocas horas, los protagonistas de una tragedia. O los artífices, según algunas fuentes.
Están ahí Fidel Velázquez, dirigente nacional de la Confederación de Trabajadores de México (CTM); Herminio Blanco, Secretario de Comercio; Santiago Oñate, Secretario del Trabajo y Previsión Social; Miguel Mancera Aguayo, Director del Banco de México; Luis Germán Cárcoba, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial; Fernando Cortina Legarreta, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin). Han llegado también los recién designados presidentes de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco) y la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), Germán A. González Quintero y Víctor Manuel Terrones.
Son los integrantes del Pacto de Bienestar y Estabilidad Económica (Pabec), los tomadores de decisiones más identificados de México. Algunos le servirán con lealtad inquebrantable al Secretario Serra Puche. Otros, llegado el momento, lo abandonarán.
Serra Puche usa un tono de voz discreto, alejado del habitual, lineal, sin matices, al que tiene acostumbrados a los reporteros. Lleva un block de notas con garabatos que desbordan los renglones. El Ajusco parece boca de lobo de tan oscuro.
Palabras más, palabras menos, les dice:
“Como ustedes saben, la situación en Chiapas está muy delicada. Mañana queremos hacer un anuncio que dirá así: los sectores del Pacto acordaron abandonar la banda de deslizamiento del peso y dejar que éste sea determinado por las fuerzas del mercado debido a los acontecimientos en el estado de Chiapas”.
–¿Y qué más Jaime? –pregunta por los empresarios Germán Cárcoba.
–Nada más.
La seca respuesta provoca la exaltación:
–¡No puedes anunciar que sólo vas a soltar el peso. Ello debe ir acompañado de un paquete de medidas de emergencia! – le revira el empresario.
Serra Puche gira la cabeza de derecha a izquierda:
–Yo no puedo hacer nada más.
Las miradas de los hombres de negocios se concentran en un solo individuo que esa noche sufre de gripe fuerte y su temperatura ha subido a más de 37 grados. Con abrigo forrado en felpa negra y bufanda gruesa que le llega hasta la boca, callado en su estilo solemne, ejerce sin escándalo el catarro. Es Miguel Mancera Aguayo, Director del Banco de México.
–¿Cuál sería el nivel al que llegaría el peso? –se pregunta Mancera.
Responde él mismo sin usar las manos, atrapadas en el abrigo: “… Sería una devaluación de 15 o 20 por ciento, ni de chiste de 59 o 69 por ciento…”
–¡Pero debe haber medidas adicionales en un plan de emergencia! –piden en forma airada los empresarios.
Fidel Velázquez Sánchez tiene 95 años de edad. Está inquieto y lúcido. En sus apariciones diurnas –las de las conferencias de los lunes en el edificio de la CTM– el dirigente ha tomado el aire de los ancianos satisfechos pero conscientes de la inminencia del fin. Su andar es muy lento y su hablar tan salpicado de sofocos, que no se entiende. Pero no deja de hablar, de opinar de todo, de ser protagonista.
En el salón frente a donde están los empresarios, unos 20 dirigentes obreros discuten con desorden. En el centro, Fidel Velázquez Sánchez. Un día después negará ante los reporteros haber asistido a esta reunión. “Yo no estuve y si estuve, pruébenmelo”.
Escucha la propuesta del secretario Serra Puche: “Soltar la paridad…”.
El cetemista no le permite terminar y le menciona dos condiciones para aceptar la medida: que el sector privado se comprometa a no subir los precios durante tres meses y un aumento salarial de emergencia. Jaime Serra le explica que un aumento salarial es improbable. “Eso está en chino”, le dice.
Le ofrece también arrancarles el compromiso a los empresarios de congelar precios. “Los haré comprometerse antes de que salga el sol”.
Amanece. Y nadie se compromete. Esa noche el Pacto no es firmado. Jaime Serra Puche anuncia en los noticiarios de José Gutiérrez Vivó y Pedro Ferriz de Con que el peso ha empezado a fluctuar.
II
LA PARADA DEL HAMBRE
En aquella noche quedaron los cimientos de la mayor crisis financiera del siglo XXI, como la llamó Robert Rubin, ex Secretario del Tesoro estadounidense, aun cuando el siglo no había cambiado.
En el relato frío de los números, significó una pérdida de 116 mil millones de dólares para las finanzas públicas. En la bitácora de la economía mundial, fue tan emblemática que hoy lleva el nombre de “efecto tequila”. En los escenarios reales, el quebranto no ha sido cuantificado. Los testimonios arrojan al presente que miles de familias mexicanas cruzaron el umbral hacia el hambre y muchos incurrieron en el suicidio.
En la mañana del 20, dominó el desconcierto en el mercado cambiario, pero sin llegar al pánico. Para el miércoles 21, el caos se desató. El Banco de México perdió ese día casi la mitad de sus reservas. Se convocó de nuevo a una reunión del “Pacto”. Sin más debates, Hacienda y Banxico dieron a conocer que ya no era sostenible la banda acotada en la que fluctuaba el peso mexicano, por lo que era necesario dejarlo a la libre determinación del mercado. El jueves, ya no se inyectaron dólares al mercado. El billete verde se fue hasta 4.90 pesos. En tres días se había producido una devaluación de 40 por ciento.
III
1994: EL AÑO DE LOS HORRORES
Es 1994 y la confianza se ha ido de México. El horror parece no tener fin. Tres asesinatos han ocurrido en cadena: el del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo (en 1993), el del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio y del secretario general priista, José Francisco Ruiz Massieu.
En enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) le declaró la guerra al Estado Mexicano. La miseria de miserias de los más desprotegidos ha quedado expuesta. El horizonte está manchado. Y este era el año en que, según la promesa de Carlos Salinas de Gortari, México entraría al primer mundo debido a la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN).
Chiapas, el estado sureño que genera el 35 por ciento de la energía eléctrica del país, rico en petróleo, tiene uno de los números más abultados de pobres. Son indígenas. Los descendientes en cadena directa de los primeros pobladores de la región. Se han sublevado y Salinas los ha llamado “revoltosos”.
A través de la primera declaración de la Selva Lacandona, el EZLN ha pedido trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
Es año de elecciones. En agosto se elegirá al sucesor de Los Pinos. El PRI ha nombrado a Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato. Salinas de Gortari lo eligió bajo la práctica tradicional y conocida del “dedazo” (la candidatura del PRI la decidía el Presidente de la República).
Al Presidente de la República se le adjudica una actitud de perversidad. Desde columnas, reportajes y notas de la prensa se indica “una campaña” contra la campaña”. Manuel Camacho Solís (Q.E.P.D) ha sido nombrado comisionado para la Paz en Chiapas y desde esa posición se ha convertido en el político más mediático.
Al candidato Colosio, el desempeño de Camacho frente a los grupos guerrilleros lo ha opacado al grado de la confusión. ¿Quién es el verdadero candidato?
Con ese tono pausado que usa para dar declaraciones memorables, Salinas de Gortari le ha dicho a los reporteros: “No se hagan bolas. El candidato es Luis Donaldo Colosio”.
La tarde del 23 de marzo, Carlos Salinas de Gortari está en su despacho de la residencia oficial de Los Pinos. En la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Baja California, acaban de acribillar a Colosio Murrieta. Un disparo a la sien. Otro dirigido al estómago. Ambos tiros de una Taurus .38 que tiene las cachas de madera. La tarde empieza a despuntar en un caos que se prolongará durante las horas, los días, los meses y los años. Surge un chiste macabro: Salinas habría recibido la noticia así: “Señor Presidente, el candidato fue herido de bala”. Él contestaría, con la fría sonrisa que lo caracteriza: ¿Ya son las siete?”
Después del asesinato de Colosio, en el PRI se teme una insurrección. No hay candidato. Carlos Salinas, desde la Presidencia, interviene de inmediato y nombra a Ernesto Zedillo Ponce de León, quien gana las elecciones en agosto y toma posesión el 1 de diciembre.
Tras la entrega de poder, en Chiapas, los zapatistas se han apropiado del poder de 38 municipios, entre ellos Simojovel, Yajalón y Chanal. El Subcomandante Marcos –vocero del movimiento- ha reconocido que un grupo había burlado el cerco militar impuesto por el Ejército Mexicano desde el 12 de enero anterior. Las acciones de la Bolsa Mexicana de Valores han caído 4.15 por ciento en sus precios.
El gabinete zedillista, recién nombrado, no satisface. Por ejemplo, en la Secretaría de Energía está Ignacio Pichardo Pagaza, ex Gobernador del Estado de México, a quien lo envuelve un huracán de acusaciones proveniente de Mario Ruiz Massieu en torno al asesinato de su hermano, Francisco.
Los empresarios pugnaron durante casi seis meses porque Pedro Aspe Armella se quedara a cargo de la Secretaría de Hacienda, y el Presidente electo Ernesto Zedillo Ponce de León cerró a piedra y lodo la puerta a esa posibilidad. Dejó a Jaime Serra Puche. Renunciará 28 días después en medio de la crisis financiera cuyo origen se encuentra para casi todos los observadores en la madrugada del 20 de diciembre.
IV
CARLOS SALINAS: EL AYUNO
Seis minutos antes de las diez de la noche del 2 de marzo de 1995, Carlos Salinas de Gortari llamó al noticiario televisivo Hechos. Producido por Federico Wilkins en la recién privatizada TV Azteca, este espacio informativo se convirtió en el número uno en audiencia, por encima del de Televisa que conducía Jacobo Zabludovsky (Q.E.P.D). Salinas anunció un ayuno para que se dijera la verdad sobre la decisión del 20 de diciembre de 1994 y el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Raúl, su hermano, había sido arrestado por la presunta autoría intelectual del asesinato de Francisco Ruiz Massieu (cuñado de ambos) el 28 de febrero anterior. Pero el ex Mandatario dejó claro que su ayuno no era por eso. Lo que deseaba salvar era el honor. El propio.
Esa fue la primera vez que reapareció. Camisa casual, zapatos de goma, se cobijó en la habitación de una casa en la colonia San Bernabé, en Monterrey, Nuevo León. La vivienda le pertenecía a Rosa Ofelia Coronado Flores, una promotora de Solidaridad, el programa que impulsó como Presidente para aliviar la pobreza.
Los medios informativos lo siguieron. La cama sobre la que durmió dos veces estaba junto a un buró que sostenía su propia imagen al lado de la dueña de la casa.
Así se inició una de las carreras más controvertidas fuera del poder mexicano. Quien luchaba en aquel momento por su honor era el político que se sobrepuso a las elecciones más escandalosas en términos de fraude electoral: las de 1988, cuando las autoridades electorales lo beneficiaron sobre Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, candidato del Frente Democrático Nacional, en el episodio que pasó a la Historia como “la caída del sistema” (la maquinaria que contaba los votos se descompuso cuando Manuel Bartlett era Secretario de Gobernación).
Ayunaba el Presidente que logró firmar el TLCAN después de arduas negociaciones, batallas y constantes disputas. En el interior y exterior. Quien en su Quinto Informe, un año antes, había dicho: “No queremos un cambio que sea a costa de las libertades … Porque entonces el progreso no sería valioso ni respetaría la dignidad de los mexicanos. No queremos un cambio que concentre las oportunidades, sino que incorpore a todos a las tareas de la Nación, y más a los que menos tienen. No queremos un cambio que perjudique nuestro medio ambiente, porque estaríamos sacrificando nuestro propio esfuerzo, estaríamos negando el porvenir a nuestros hijos”.
Salinas fue un líder. No sólo por ser Presidente; sino por su personalidad, sus promesas, su capacidad discursiva. Pocos días antes de su muerte, Cantinflas, el mimo que interpretó a personajes que se desenvolvían en circunstancias de pobreza, lo alabó frente a cámaras de televisión. Así eran las cosas. Hubo un tiempo en que muchos le creían y celebraban. Cuando apenas tenía un mes en el Gobierno, hizo lo impensable: el 10 de enero de 1989, envió al Ejército a detener al acaudalado líder del Sindicato de Trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas.
Avanzado el sexenio, impulsó las grandes transformaciones estructurales que según él, eran ineludibles para que México iniciara el siglo XXI. El Agro, las relaciones Iglesia-Estado, la Educación y el Estado en su conjunto se sometieron a una serie de reformas estructurales. Así, casi de golpe, más del 90 por ciento de las mil 150 empresas del Estado fueron vendidas. Primero los seguros, después las cadenas hoteleras y los medios informativos y al final, la banca. Todo, sin comités anticorrupción.
La venta de las empresas originó una paradoja descrita en un cable de Wikileaks, fechado en julio de 2008. 10 mexicanos cuyo peculio no era sobresaliente en 1994 han aparecido en la lista de multimillonarios de Forbes a partir de 2008.
Carlos Slim (Teléfonos de México), Alberto Bailleres (Grupo BAL), Germán Larrea (Grupo México), Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca), Jerónimo Arango (ex propietario de Aurrerá, después adquirida por Wal Mart), Issac Saba (Grupo Casa Saba), Roberto Hernández (ex presidente de Banamex), Emilio Azcárraga Jean (Televisa), Alfredo Harp Helú (ex accionista de Banamex) y Lorenzo Zambrano (Cemex) son algunos de los hombres de negocios que en los noventa no tenían las fortunas descomunales de ahora.
En el despacho diplomático se lee:
“Varias dinastías empresariales surgieron en los años de 1990, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, del PRI, empezó a desmontar la centralizada economía mexicana. Salinas vendió más de mil empresas estatales, que iban de fundidoras a ferrocarriles… Desafortunadamente, en algunos casos, esas privatizaciones llevaron a la creación de monopolios privados, que beneficiaron a algunos empresarios y políticos, mientras dejaban al mexicano promedio fuera”.
Aquel ayuno no prosperó. Apenas si completó 48 horas. Después, Salinas se fue. Primero a Bronsville, Texas. Luego, a Nueva York. En su destino siguieron Montreal, Canadá. También Irlanda y Cuba.
Su ruptura con Zedillo la hizo pública en Estados Unidos. Como en los tiempos cuando era Presidente, ofreció una entrevista a The New York Times y bautizó como “el error de diciembre” la decisión tomada la madrugada del 20 de diciembre. Fincó ahí la debacle financiera.
Cuando cumplió un año de haber dejado la Presidencia, acusó al ex Presidente Luis Echeverría Álvarez de coordinar un movimiento en contra suya. En un comunicado, publicado en todos los medios informativos de México, indicó que el ex Presidente coordinaba a algunos funcionarios para que lo criticaran: Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Ignacio Ovalle y Adolfo Aguilar Zínser.
En las elecciones presidenciales de 2000, Vicente Fox Quesada, candidato del Partido Acción Nacional, escribió los días de un hecho histórico: ganó las elecciones y derrumbó al PRI, el partido hegemónico. Poco antes de que Fox recibiera el poder de manos de Zedillo, en octubre de 2000, Salinas presentó su libro México, un paso difícil a la modernidad, en el que brindó su versión del convulso 1994.
El ayuno, Salinas lo refirió así:
“–Tu amigo Salinas ya perdió la cabeza, le dijo un periodista colombiano a Gabriel García Márquez cuando en las primeras horas de marzo de 1995 anuncié que realizaría un ayuno. Bueno, pues como él tiene raíces de lucha, sabe que ayunar en una forma de combate– le contestó el escritor. Tres días después la PGR emitió un comunicado oficial donde se aclaraba que yo no había encubierto la investigación sobre la muerte de Donaldo Colosio. Poco después el periodista le comentó al Premio Nobel: ‘¡Tenías razón! Sólo con el ayuno los detuvo’”.
Con Vicente Fox en la residencia oficial de Los Pinos, Carlos Salinas de Gortari iba y venía del territorio que gobernó. Sin ningún ocultamiento. Hacía política y relaciones sociales. Su rostro estaba tanto en los diarios nacionales como en las revistas del corazón. El 28 de diciembre de 2000 pasó el Año Nuevo en Morelos y en diciembre de 2001, se reunió con Roberto Madrazo quien quería dirigir al PRI.
Sólo para estar en el bautizo de la hija de Enrique Regules, su amigo, voló de Houston, Texas a Nuevo León, el 11 de diciembre de 2002. Un año después, su hija Cecilia se casó con Alfredo Gatica y en el centro de todo estuvo él, Salinas.
En 2012, cuando ya era oficial el regreso del PRI a Los Pinos, el ex Presidente presumió: “La sonrisa sólo se me puede quitar con cirugía plástica”. Ya era inminente el fin del exilio. Y así, sonrió en abril de 2013, cuando su hijo Emiliano se casó con la actriz Ludvika Paleta en la Hacienda Tekik de Regil, en Yucatán, propiedad del hombre de negocios, Roberto Hernández.
***
Siempre ocurre así. El ex Presidente Carlos Salinas de Gortari aparece y reaparece. Cuando sus visitas han coincidido con temblores de tierra, el hecho no ha pasado inadvertido. El 14 de junio de 2000 mientras él estaba en la tierra mexicana, un terremoto de 6.7 grados ocasionó 17 muertes. El diario Reforma tituló a primera plana: “Carlos Salinas llega en otra visita familiar … y la tierra tiembla otra vez”.
Presente o no, su influencia en los tomadores de decisiones en México jamás se ha ido desde que dejó de ser Presidente. A través de su persona o la red empresarial, partidista, legislativa o mediática, se percibe la mano del ex Mandatario.
Eduardo Murueta es experto en Psicología del Poder y dirige la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (AMAPSI). De las presencias intermitentes de Salinas de Gortari, piensa: “Sirven para que hablemos de él. Si dejara de aparecer, perdería su poder. Con sus estrategias, Salinas ha logrado decir: el autor del México actual aquí está. El gran pensador de los últimos 25 años soy yo”.
El gabinete del Presidente Enrique Peña Nieto es muestra de su influencia. Los funcionarios envueltos en los escándalos más sonados hasta ahora tienen vínculos con él. El ex Procurador Federal del Consumidor, Humberto Benítez Treviño, destituido después de que su hija enviara agentes del organismo a un restaurante de la colonia Roma de la Ciudad de México, donde le negaron una mesa, fue Procurador General de la República en 1994, último año del salinismo. David Korenfeld, ex director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) integró el despacho jurídico con Alberto Bazbaz en la defensa de Raúl, su hermano. Por otro lado, Claudia Ruiz Massieu –su sobrina- ocupa la Secretaría de Relaciones Exteriores y antes, estuvo en la de Turismo.
En el tinglado de los negocios, los hermanos de su esposa, Ana Paula Gerard Rivero, están detrás de un complejo de empresas nacionales y extranjeras beneficiarias de multimillonarios contratos de obra del Gobierno federal. Hipólito Gerard Rivero, con Constructora y Edificadora GIA+A, tiene contratos de obra y concesiones carreteras y hospitalarias; su hermano Jerónimo Marcos está al frente de otra empresa que administra fideicomisos que han fondeado, entre otros a Juan Armando Hinojosa Cantú, constructor y financiero de la mansión llamada Casa Blanca, presunta propiedad multimillonaria de Angélica Rivera, esposa del Presidente Enrique Peña Nieto. (Arturo Rodríguez, Revista Proceso, 6 de junio de 2015)
En diciembre de 2015, ¿aún es importante quitarse la culpa de lo ocurrido el 20 de diciembre de 1994? El abogado Humberto Hernández Hadad, ex cónsul de México en San Antonio, Texas, en 1994, exclama: “Es un capítulo de la historia de México. ¿Cuándo y con qué presidente empezó? Ya no importa tanto. Cuándo se inicia la recuperación en firme y sostenida del país, sería la pregunta central”.
El 6 de noviembre de 2015 en el foro de The Economist, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari se presentó en uno de los auditorios del Hotel Westin en Santa Fe y una vez más, dijo que la responsabilidad de la falta de crecimiento de la economía después de la firma del TLCAN se debió a las malas decisiones tomadas por el Gobierno que lo sucedió.
“¿Qué le diría a Donald Trump, precandidato del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos?” Fue una de las preguntas que hizo el periodista Michael Reid. El ex Mandatario mexicano más controvertido de la Historia contemporánea achicó los ojos. Se hizo el silencio. Y luego, dio su respuesta como si siguiera el formato de su propio guión:
–Señor, ¿tiene usted un mínimo de decencia?” –dijo que le diría.