Llevan varios años huyendo de su país en crisis. Con cada nueva ola migratoria, miles de haitianos abandonan su isla en busca de refugio. En los últimos meses, muchos de ellos han cruzado Centroamérica en condiciones terribles para llegar a la frontera estadounidense a través de México. Ante las dificultades para alcanzar Estados Unidos, algunos prefieren quedarse en México, haciendo de Tijuana un “pequeño Haití”.
Por Gwendolina Duval, enviada especial a Tijuana
Tijuana, 15 de diciembre (Radio Francia Internacional).– En un pequeño restaurante haitiano en el centro de Tijuana, Michaela cocina recetas tradicionales de su isla natal a base de arroz, frijoles o chayotes.
A la hora de comer, el local está lleno de clientes mexicanos, pero también de muchos haitianos. “Estoy orgulloso, a los haitianos les gusta mucho la comida de nuestro país”, dice la cocinera. Mytherson Talleyrand ha venido a comer con amigos y a disfrutar de la comodidad de estar con sus compatriotas.
“Este lugar es un ‘pequeño Haití’ en México. Nos reunimos con alegría para comer juntos. Encontramos las mismas bebidas, la misma comida. Estamos comiendo la cultura haitiana”, dice a RFI.
Mytherson Talleyrand llegó a México hace sólo dos meses. Tras una temporada en la capital, Ciudad de México, se trasladó a Tijuana con la esperanza de ir a Estados Unidos. Antes de eso, vivió en Chile durante cuatro años. Echa de menos su país.
“Es mi tierra natal, mi patria, la herencia que me dejaron mis antepasados… Sinceramente, si tuviéramos la posibilidad económica, la seguridad en Haití, todo lo que una persona necesita para llevar una vida normal, no iríamos a un país extranjero a emigrar”, explica.
MENOS PREJUICIOS, MENOS RACISMO
Unos cuatro mil haitianos viven en Tijuana. Su migración es fluctuante: muchos, como Jean-Louis Evins, llegaron hace varios años. Este haitiano, que ahora considera a México como su propio país, dice que gran parte de la antigua comunidad ha abandonado Baja California para irse a Estados Unidos en los últimos meses. Pero señala que ha llegado una nueva oleada de migrantes haitianos desde América Latina.
“Muchos haitianos están abandonando Chile y Brasil. Estos son los que estamos recibiendo ahora mismo en Tijuana. La ciudad les sienta bien. Hay menos prejuicios, menos racismo que en Sudamérica. Es un poco más tranquilo aquí. Y también está el sueño americano de irse a vivir a Estados Unidos”, agrega.
Jean Louis Evins trabaja en un centro médico de urgencias que ofrece atención gratuita a los migrantes y a los pobres. Con tantos haitianos, su trabajo consiste en traducir, pero también en proporcionar el apoyo que pueda.
“Trato de ayudar. Si veo que no tienen dónde dormir, llamo para buscarles un hotel. Si veo que no tienen ropa, busco a alguien que les traiga ropa… Porque los haitianos pasan por siete países. Y vienen aquí sin ropa, sin zapatos, sin medicinas”, enumera.
CONSEGUIR PAPELES Y ENCONTRAR TRABAJO
Este fue el camino que tomó Christian, que espera fuera del centro para ver a un médico por su dolor de espalda. Llegó a Tijuana hace dos años tras un largo viaje que aún lo traumatiza: “Desde Brasil, el viaje fue extremadamente difícil. La parte más dura fue el paso por la selva entre Panamá y Costa Rica”, recuerda.
La población haitiana sigue siendo muy vulnerable en las rutas migratorias y en Tijuana. Mylena Octave llegó hace unos meses, también desde Brasil. Lleva cuatro años sin ver a su marido y a su hija, que se quedaron en Haití. Lo ha pasado muy mal y, como mujer en México, admite a medias que cada día es un calvario: “Es muy duro, pero hay que hacerlo. No puedo… ¡No quiero hablarte de ello!”.
Para ganar algo de dinero, Mylena vende pasteles haitianos en la calle. Hace unos días, conoció a Jeanne-Rose Noel, que acababa de llegar a Tijuana. “Vino a hablar conmigo porque no encontraba un lugar donde quedarse”, dice Mylena Octave. “Yo vivía sola en mi piso, así que me pidió que la acogiera. Estuve de acuerdo porque somos haitianos. Ahora somos una familia”, dice.
A partir de entonces, las dos mujeres se ayudaron mutuamente en sus dificultades diarias y nunca se separaron. Hoy en día, su prioridad es obtener papeles para encontrar un trabajo y enviar dinero a sus familiares que aún están en Haití.
“Queremos reunirnos con nuestra familia”, dice Jeanne-Rose Noël, que ha dejado atrás a sus tres hijas. Ninguno de los dos sabe si se quedará en Tijuana, pero una cosa es segura: no se imaginan volver nunca a su isla natal. Todavía en la carretera, su sueño es sencillo, explica Mylena Octave: “Es seguir luchando, trabajar para ser un poco más felices algún día. A fin de cuentas, es por eso dejamos nuestro hogar”.