En nuestro país hay un mal que podría socavar todo el sistema de salud pública en el futuro mediato: la diabetes, hoy un grave problema que no parece tener obstáculos que detengan su criminal avanzada.
Más allá de la predisposición genética de los mexicanos a esta enfermedad (el doble que en cualquier otra raza), la diabetes está arrojando cifras preocupantes que al común de nuestro nacionales no parece incordiarles.
Veamos:
Sólo en 2015 hubo 21 mil muertes (aunque fueron casi cien mil derivadas de la misma), 4, 500 amputaciones, 4 mil pérdidas de vista y dos mil incapacidades permanentes.
Se gastaron 42 776 millones de pesos del Seguro Social y 8 mil cien millones en tratamientos de insuficiencia renal, producidos por la misma enfermedad.
De no tener un plan de prevención efectivo (reducir azúcares refinados, grasas saturadas y sodio, control de peso y hábitos alimenticios sanos), en 2050 se tendrían que erogar sólo para esta causa 350 mil millones de pesos, que el gobierno sería incapaz de solventar.
Hay cinco millones de personas que llevan una vida “normal” sin saber que ya tienen diabetes.
La población más afectada es de 50 años en adelante, pero se están encontrando cada vez más casos en jóvenes entre 30 y 40 años.
De los poco más de 15 millones de diabéticos que existen en Latinoamérica, 10.6 millones son mexicanos.
Junto con la diabetes, la hipertensión y el cáncer de mama y próstata se alzan como los problemas de mayor incidencia en la salud pública nacional, pero la que más estragos deja a la economía mexicana es la misma diabetes, que está llevando a repensar a las autoridades de salud, según lo declarado recientemente por Mikel Arriola, director del IMSS, un plan de prevención integral para aplicarse en 2017, en donde se piensa atacar el problema desde la población infantil, pues un niño que a los cinco años trae obesidad o sobrepeso tiene un 70% de posibilidades de ser diabético.
Si bien la llegada de Trump al gobierno estadounidense ha generado las peores expectativas para la sociedad mexicana, la diabetes no debería, de aquí en adelante, causarnos ya la menor indiferencia.
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