Leticia Calderón Chelius
15/10/2021 - 12:00 am
Los deportaron
La deportación es una práctica que, en un tiempo, no mucho, será abolida como fue abolida la esclavitud.
Una de las experiencias más traumáticas para cualquier ser humano es ser deportado. Jurídicamente representa la expulsión de un país y es un proceso que se considera legal bajo el argumento de la soberanía que permite a cada gobierno decidir quién puede permanecer en su territorio nacional y quien puede ser expulsado. Sin embargo, hay normas internacionales que limitan las deportaciones bajo criterios humanitarios y de rescate y resguardo de las personas ante situaciones de extrema gravedad que se acreditan cuando una persona solicita asilo. Por eso, aunque se habla mucho del flujo migratorio, de quienes cruzan fronteras nacionales, de quienes esperan largo tiempo para poder avanzar al destino que se propusieron, poco se habla de la deportación. De esa experiencia que significa el final del viaje migratorio y, sobre todo, el retorno a la incertidumbre de volver al lugar del que se salió huyendo.
Justo ahora, y en concreto esta semana, la deportación se está visibilizando como una bandera de lucha y una causa humanitaria de gran profundidad no solo porque cada vez más se reconoce que al deportar a una persona se mina su autoestima, se lacera su seguridad personal, se truncan sus sueños e ideales y se rompe muchas veces con su estructura familiar y, por tanto, se atenta contra la unidad afectiva más importante para cualquier ser humano.
Frente a la gravedad de esta situación, esta semana se llevaron a cabo distintas movilizaciones contra la deportación de personas desde Estados Unidos. Por un lado, el 12 de octubre se convocó a una mega marcha abanderada principalmente por mexicanos, para demandar la reforma migratoria prometida por Biden en su campaña electoral rumbo a la presidencia, la cual, se dijo, documentaria a 11 millones de personas que viven en ese país hace años y cuyo principal temor es precisamente ser deportados. Dos días después se desplegó una movilización presencial y virtual sin precedentes, para exigir detener las deportaciones desde Estados Unidos. La acción política se centró en proteger a los haitianos que buscan llegar y permanecer en ese país. Se trata del movimiento “Puente para los haitianos” que es el resultado de una movilización que la comunidad afroamericana, por primera vez como un bloque, convoca a favor de la causa migrante y que, por tanto, conecta banderas como “black lives matter” con “defend black immigrants”. Estamos frente a un movimiento que reúne demandas que nunca antes se habían tocado entre sí de esta manera, debido a que la foto del policía migratorio deteniendo a un haitiano de hace un par de semanas tuvo un impacto brutal para los activistas afrodescendientes que se vieron reflejados en esa imagen que los conectó al pasado esclavista. Fue como una mecha de fuego que se prendió. https://www.nomoredeportations.org
Lo interesante es que a la par de estas movilizaciones desde Estados Unidos, en México también se dieron procesos en torno a la deportación. Por un lado, se está demandado vía un amparo y una acción ante la Suprema Corte, que el gobierno mexicano no acepte nuevamente el protocolo “Quédate en México”, que implica que Estados Unidos pueda enviar a miles de solicitantes de asilo en ese país -incluye mexicanos- a esperar sus trámites en suelo mexicano. Esta acción la inició Trump y constituye una violación flagrante al derecho internacional, pero, además, significa un trato cruel que minimiza el motivo que llevó a las personas a emigrar y las coloca en una situación de incertidumbre y dolor que se suma al propio martirio que ya han vivido. Es una estrategia psicológica que se asemeja a una tortura emocional y busca la deshumanización de la personalidad.
Por otro lado, esta semana se mostraron los efectos que la deportación trae consigo a través de la presentación del libro reeditado en una segunda versión de ”Les otres dreamears” (http://lxsotrxsdreamers.odamexico.org/) que muestra la complejidad de este proceso y cómo un colectivo de jóvenes deportados en su momento, han enfrentado la dura experiencia de readaptarse a su país de origen, México, cargando el estigma y el dolor del retorno forzado. La casualidad quiso que esta semana se presentara este material y la siguiente, el instructivo para sobrevivir esta experiencia traumática, así como las acciones que los gobiernos están obligados a emprender ante esta situación (https://www.facebook.com/watch/?v=405985311145211 ).
Desafortunadamente México también puede aportar los peores ejemplos en este tema al mostrar la parte más dura de una deportación cuando se da además de manera inminente, sin posibilidades de apelar y contra toda normatividad internacional, como en el caso de la deportación de un matrimonio de afganos (14 de octubre), que llegó a México procedentes de un país que cualquiera reconoce como peligroso como para buscar protección internacional. Esta joven pareja decidió venir a México por la supuesta protección que el gobierno mexicano extendió a los ciudadanos de su país apenas hace unas semanas, sin embargo, los agentes del Instituto Nacional de Migración los retuvieron, como lo hacen con miles de extranjeros en el aeropuerto de la CDMX, sin permitir tener contacto con nadie y en menos de 24 horas los deportaron al país del cual huyeron, Afganistán. El efecto de esta experiencia es devastador, aún más porque la joven afgana tiene 7 meses de embarazada y hoy su futuro y el de su hijo por nacer es aún más incierto.
La deportación es una práctica que, en un tiempo, no mucho, será abolida como fue abolida la esclavitud. Se reconocerá universalmente como una práctica cruel, denigrante y extremadamente prepotente porque supone el sometimiento de una persona, sin mayor culpa que buscar sobrevivir, a un aparato policiaco que vuelve a los cuerpos de los deportados seres manejables como si fueran cosas inservibles. Es tiempo de levantar la frente y como hubo un movimiento contra la esclavitud, luchar contra la deportación como práctica legalmente aceptada cuando en realidad es una acción humanamente inaceptable.
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