Además, las precipitaciones pluviales contienen óxido de nitrógeno y óxido de azufre, los cuales, al reaccionar con el agua forman ácido nítrico y ácido sulfúrico, originando la llamada lluvia ácida, una problemática que en algunas zonas de México está dañando yacimientos prehispánicos.
Ciudad de México, 15 de octubre (EFE).– El agua de lluvia de la Ciudad de México posee contaminantes tóxicos dañinos para la salud como aluminio, plomo, zinc, mercurio, arsénico y níquel, entre otros, informó hoy la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A raíz de un reciente estudio del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la casa de estudios, se concluyó la peligrosidad de estos elementos químicos, los cuales entran al organismo de manera dérmica o por ingesta y pueden provocar enfermedades respiratorias, ardor, dolor de garganta, diarreas y fiebre.
Esta alteración en la química de las precipitaciones pluviales es fruto de la industrialización y la alta densidad poblacional, aseguró la investigadora Rocío García en la conferencia de prensa “?Beber agua de lluvia sin tratar es seguro para la salud?”.
Al caer, las precipitaciones absorben de la atmósfera las partículas y gases emitidos tanto por fuentes naturales como la actividad volcánica, y antropogénicas, como por emisiones vehiculares e industriales.
Todos los contaminantes presentes en el agua son depositados en la superficie terrestre tras un aguacero, impactando negativamente en la calidad de los suelos.
Otra de las conclusiones del estudio es que el agua pluvial solo puede ser utilizada para tareas como lavar automóviles y algunos tipos de ropa, o para riego, pero no para consumo humano.
“Para ello se requiere de procesos complejos de filtración y someterla a lámparas de ozono para eliminar microorganismos”, precisó García.
Asimismo, apuntó que cuando la lluvia es acompañada de truenos, estos irradian amoniaco, que aunado a la radiación y a las condiciones atmosféricas se convierte en amonio.
Además, las precipitaciones pluviales contienen óxido de nitrógeno y óxido de azufre, los cuales, al reaccionar con el agua forman ácido nítrico y ácido sulfúrico, originando la llamada lluvia ácida, una problemática que en algunas zonas de México está dañando yacimientos prehispánicos.