En el Zócalo de la Ciudad de México la gente llegó desde la madrugada para obtener un lugar en la primera fila. Esperan ver el primer Grito de Andrés Manuel López Obrador como Presidente. Tiene esperanza de que las cosas cambien con la 4T. A diferencia del sexenio pasado, la entrada está libre de detectores. Desde las 13:00 horas comenzó el Festival de las Culturas Vivas en el escenario delante de la Catedral Metropolitana.
Ciudad de México, 15 de septiembre (SinEmbargo).- Alejandra, con vestido de flores bordeadas de Mérida y una corona verde, blanco y rojo, verá esta noche en primera fila el primer Grito de Independencia del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
A unas horas de que el Mandatario salga junto con su familia al balcón presidencial del Palacio Nacional adornado con la bandera mexicana, reposaba acostada sobre un cartón justo en frente; hasta donde las vallas de seguridad y policías lo permiten.
“Así es más emocionante”, dijo.
Lleva despierta desde las 5 de la mañana. Llegó de Nueva York a la Ciudad de México solo para eso. Junto con su madre Lucía, de la Alcaldía Iztapalapa, montaron un campamento con provisiones, incluyendo una bandera, desde las 7 de la mañana. Pasaron la noche en un hotel cercano en el Centro Histórico.
“Vale la pena”, afirmó Lucía sobre las horas de espera bajo el sol.
Desde las 13:00 horas comenzó el Festival de las Culturas Vivas en el escenario delante de la Catedral Metropolitana.
“Nuestro país va a tener un cambio que debimos haber tenido desde hace mucho tiempo”, aseguró, vestida con blusa oaxaqueña, sobre por qué quiso ver de cerca a López Obrador.
Andrés López, a unos metros a lado, con playera de la selección de fútbol mexicana y sombrero de paja, también aguarda hasta adelante desde las 10 de la mañana.
A los 13 años tuvo que irse de Tlatlaya, Estado de México, a California, Estados Unidos “por la pobreza de mis padres”. Vino a la capital mexicana solo para disfrutar en vivo por vez primera del Grito de Independencia, de los coloridos fuegos pirotécnicos y solo porque lo dará López Obrador.
“Es el cambio. Representa lo que es el pueblo. Yo siento como si a mí me hubieran echado del país hace 28 años”, comentó.
Una mexicana más proveniente de Estados Unidos, solo para asistir a la noche mexicana de este año, es María Cruz. Arribó antier de Los Ángeles. Se formó, hasta adelante, a las 8 de la mañana dispuesta a aguardar “las horas que sean necesarias”. También viajó al centro de la Ciudad de México para la toma presidencial en diciembre pasado.
“Es un momento histórico para los mexicanos. No me quiero perder ni un solo momento de la 4T”, dijo mientras a la plancha del Zócalo entraban sin filtros más asistentes por avenida Madero, 16 de septiembre o 20 de noviembre.
A diferencia del sexenio pasado, la entrada está libre de detectores de metales, botellas de vidrio, armas o explosivos. Policías y personal operativo observan desde vallas sin revisar bolsos o mochilas.
LA MÚSICA PREVIA
Afuera del Zócalo de la Ciudad de México, por avenida Madero, los momentos previos al Grito y, más tarde, al concierto de Cecam Mixe, Eugenia León y la Original Banda El Limón, son musicalizados por los tradicionales organilleros, reconocidos como Patrimonio Cultural de la Ciudad de México en 2017, aunque carecen de prestaciones básicas.
Debajo de la Torre Latinoamericana, Celso Pérez, 71 años, extendía el sombrero del uniforme para pedir monedas mientras su compañero Daniel Chávez tocaba “Las Mañanitas” en el instrumento de unos 50 kilos.
Salió en una escena de la multipremiada película Roma (2018, Alfonso Cuarón). Haciendo lo que sabe: por mil pesos, tocó en la década de los 70 el organillero en una calle de aquella colonia.
“Me contrataron. Ponte aquí y vas a hacer esto”, contó. Luego sus compañeros le enseñaron el periódico para que viera que salió en el cine. “Ah caray, a todo dar”.
Lleva 15 años en el oficio. “Esto es de música y a mí me encanta la música”, afirmó Celso, sobre todo, la de “Martha” o “Las Rejas No Matan”.
Su compañero Daniel, 10 años tocando el instrumento tradicional del primer cuadro de la Ciudad de México, recuerda que cuando era Distrito Federal, hasta que llegó el PRD, recibían uniformes, becas y despensas.
Empezó en el oficio, dijo, por necesidad. Es segunda generación. Su padre lleva 60 años en el negocio.
Al igual que las otras decenas de compañeros de la zona, renta tanto el instrumento como un local para guardarlo, entre 70 y 200 pesos diarios. Las ganancias van de los 200 a los 500 pesos al día.
“No necesito que el Gobierno nos dé algo. Me doy por bien servido con que me dejen trabajar. Que nadie nos moleste”, aseguró.