Jesús Robles Maloof
15/09/2016 - 12:02 am
Renuncia ya
… Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. Artículo 39 constitucional. Hoy 15 de septiembre marcharemos para exigir la renuncia de Enrique Peña Nieto. En estas líneas argumentaré a favor de […]
… Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.
Artículo 39 constitucional.
Hoy 15 de septiembre marcharemos para exigir la renuncia de Enrique Peña Nieto. En estas líneas argumentaré a favor de tres ideas. 1) La solución a los problemas del país no vendrá de los partidos políticos. 2) Manifestarse es un acto político fundamental. 3) Lejos de resultar ineficaces, estas convocatorias tienen efectos transformadores.
Bajo el lema “motivos sobran”, organizaciones independientes y colectivos ciudadanos han llamado a ocupar el espacio público en un acto cívico por excelencia, encontrarnos, manifestarnos y discutir el estado que guarda la nación. El llamado enfatiza el apartidismo del movimiento, señalando implícitamente uno de los obstáculos de la transformación, el pacto de impunidad de la clase política mexicana.
Confirma lo anterior la posición que sobre la marcha expresó Andrés Manuel al decir que es mejor dejar tranquilo al Presidente y que no conviene “construir a partir de escombros”. Aspira a que el actual Ejecutivo federal le entregue el poder “en orden”. Tan sólo en el último mes, el presidente de Morena suma tres erráticas posiciones. La primera proponiendo una “amnistía anticipada” a los corruptos, la segunda calificando la investigación del plagio de EPN como “cortina de humo” y finalmente minimizando #RenunciaYA. Quizá sin advertirlo, Morena podría estar colocándose del lado de lo mismo de siempre. Espero rectifiquen pronto y entiendan que de la impunidad no se puede edificar una nación que aspire a la democracia.
De los partidos políticos no vendrá el cambio porque están diseñados para negociar (lo que es adecuado). El problema es que en México la negociación principal versa sobre la impunidad que como regla no escrita, se deben entre quienes integran la élite partidista. Es un acuerdo que se sella con grandes cantidades de recursos públicos, concesiones y contratos.
Estoy convencido que el cambio vendrá de la suma de momentos como el de hoy. Algunos masivos y otros menos perceptibles pero cotidianos. Actos de resistencia al sistema de corrupción en los que acomodarse al “así con las cosas” o el “roba pero salpica” no es opción. El cambio ya está sucediendo y basta advertir que el cúmulo de indignación no sólo genera procesos catárticos que se evaporan en el aire. En tan sólo unos días y tras la convocatoria a reunirse este jueves, se ha propuesto una creativa “Asamblea Destituyente” con un método de discusión verdaderamente democrático.
Este movimiento no sólo piensa en la renuncia sino traza ideas de lo que sigue de forma creativa y hay que decirlo, divertida. Ya veremos qué resulta del ejercicio que por sí mismo es una magnífica respuesta a quienes no entienden que una protesta es al mismo tiempo una propuesta. Es imaginar un paradigma político nuevo y distinto.
Contra las opiniones conservadoras, el ocupar el espacio público es un acto de ciudadanía por excelencia, en donde las personas a ras de suelo, sin jerarquías, ni incentivos monetarios, abiertamente confluyen para ocuparse de la política. Es entendible la desesperación que generan años de corrupción, mismo que en ocasiones dan pie al deseo de ver surgir un movimiento que de manera inmediata transforme todo de una vez y para siempre. Alguna vez así lo pensé.
Con el tiempo he aprendido de quienes nos han antecedieron en la resistencia. Si reconstruimos sus luchas veríamos que los surcos en los que sembramos ya fueron cultivados con congruencia y dedicación sobre la que ahora podemos construir. El estado de las cosas tardó décadas en perfeccionarse y por lo tanto el tamaño de la respuesta de la sociedad requerirá de años de lucha creativa e indignación sistemática, que no fructificará si abandonamos el campo de cultivo que representa la plaza pública.
No apelo a una tierra prometida en clave democrática pero de naturaleza incierta que quizá no alcancemos a habitar. Llamo a frotarse los ojos para quitar las dosis de frustración y ver los resultados concretos que la indignación a dado a este país. El primero es que los sucesivos movimientos sociales de los últimos años han fijado el estándar del bien común, delimitando así el terreno del debate político.
Este es un logro a veces imperceptible. Pero un sistema que se supone crea pesos y contrapesos ha fracasado porque en realidad todos están de acuerdo con la corrupción. La verdadera oposición a este régimen ha venido de la sociedad, si bien de forma descentralizada y no siempre articulada, lo ha logrado sin derrochar un sólo peso del erario y eso en México no es poca cosa.
Sin el Movimiento por la Paz, el de Guardería ABC, el Yo Soy 132, el de Ayotzinapa, contra la corrupción y el Movimiento por la Personas Desaparecidas por citar algunos, no se entenderían los actuales debates políticos. Es el parámetro y los contornos fijados por ellos, dibujan el México al que aspiramos y al que sucesiva y torpemente, los gobiernos intentan responder sin lograrlo, socavando así su legitimidad a niveles históricos.
Sin la oposición a la guerra emprendida por Felipe Calderón no entenderíamos su derrota electoral y sin la indignación por los escándalos de corrupción de Peña Nieto, no podrían comprenderse la derrota de su discurso justificatorio, los cismas en la cúpula del poder y el dudoso mérito de ser el presidente peor evaluado de la historia reciente.
Exigir la renuncia a un cargo a quien lo obtuvo mediante el fraude puede parecer ingenuo, pero lo ingenuo en algún sentido se opone a lo anquilosado de la clase política y a abre la capacidad de imaginar una política diferente tanto deseable para la sociedad como inalcanzable para el sistema. La renuncia de Peña Nieto no significa el desorden o la degradación, representaría una democracia funciona, tal y como ha sucedido con toda normalidad en muchos países y supuesto para el que nuestra Constitución prevé con detalle un procedimiento.
Motivos sobran. Este 15 de septiembre cobra un nuevo significado patriótico. Viva un México sin corruptos.
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