Con varias líneas de diseño, El Volador crea mascarillas con los rasgos de las famosas catrinas, con estampado de pañuelo “paliacate” o más sencillas en negro con una calavera estampada.
Por Inés Amarelo
México, 15 jul (EFE).- El taller mexicano de plástica El Volador que lleva más de 30 años haciendo máscaras, escenografías y ofrendas del Día de Muertos se ha reinventado con la fabricación de cubrebocas y máscaras inspirados en la cultura mexicana.
Con varias líneas de diseño, El Volador crea mascarillas con los rasgos de las famosas catrinas, con estampado de pañuelo “paliacate” o más sencillas en negro con una calavera estampada.
Cada vez se centran más en sus diseños y en conjugar la calidad y las necesidades sanitarias de la confección con reforzar la identidad de su marca, algo en lo que llevan desde sus inicios trabajando.
“Siempre hemos pensado que el ingenio es el súper poder del mexicano, viene implícito en su ADN, entonces tomamos uno de los temas más representativos de nuestra compañía, que se dedica a hacer altares, desfiles del Día de Muertos o eventos que tienen que ver con esta identidad de México. Pues hagamos una careta con forma de calavera”, explicó a Efe el coordinador del taller, Paco Enríquez.
Antes de empezar a hacer pantallas con forma de calavera y cubrebocas más acordes a su identidad de marca, hicieron las investigaciones necesarias sobre materiales y ergonomía, hicieron caretas sencillas, sin decoración ni formas, y lograron vender varios miles a instituciones públicas.
Pero pronto se saturó este mercado y tanto Enríquez, que es artista visual, como los 27 trabajadores del taller situado en Iztapalapa, en el sur de la ciudad, supieron que tenían que crear artículos con la personalidad de El Volador.
Ahora comercializan mascarillas de lo más llamativas y también pantallas transparentes con forma de calavera, incluso hicieron una versión que incluye pegatinas para quien quiera decorarlas a su gusto.
Desde entonces -aunque también siguen produciendo algunos otros encargos concretos- están logrando mantener el negocio a flote y Enríquez reconoce especialmente la ayuda de personas cercanas al taller o clientes que les ayudan a dar visibilidad a su marca.
UNIÓN DE MODERNIDAD Y EXPERIENCIA
Y es que con la crisis del coronavirus han aprendido a la fuerza a manejar las redes sociales y el comercio en línea, algo que anteriormente habían dejado pasar porque no era tan necesario para ellos.
“Nosotros venimos de eventos masivos muy grandes que necesitan mucha publicidad y proyección, y nos la daban estos mismos eventos. Estábamos lentos en la parte ‘online’ y esto lo tuvimos que hacer rapidísimo, alinearnos a la venta online. Dentro de todas las cosas malas que ha traído esto, lo bueno ha sido esto que nos ha puesto a prueba”, expresó el creativo.
Además, la plantilla está formada por trabajadores con diferentes especialidades y edades, por lo que están logrando conjuntar los conocimientos digitales de los más jóvenes con la experiencia y las soluciones de los que llevan más años dedicándose a este oficio.
Con esto, han podido ver las virtudes de las redes sociales, con las que rápidamente pueden llegar a miles de personas, incluso han recibido pedidos de algunos de sus característicos “cascos” de calavera desde Estados Unidos y Europa y recientemente llevaron sus alebrijes a varias ciudades del continente europeo.
Por esto, por ahora seguirán fabricando los productos de cuarentena pero sobre se quedarán con los aprendizajes relacionados a internet y los beneficios que les puede traer esta nueva perspectiva.
“Si hubiésemos tenido redes como no sé dónde estaríamos. Llevamos 30 años, nos ha costado mucho trabajo posicionarnos. Iniciamos haciendo ofrendas de muertos y en 2016 conseguimos un evento trascendente a este nivel, el desfile internacional del Día de Muertos de Ciudad de México. Ahora si subes algo a redes se puede volver viral y legar a todo el mundo”, sentenció Enríquez.
De manera interna, tanto el coordinador como sus compañeros tuvieron claro que era necesario hacer conciencia entre los trabajadores y establecer obligaciones “no alternativas” sobre el uso del cubrebocas y la higiene en general en el taller.
El creativo dijo que desde un inicio lo planteó como un videojuego en el que las cosas se iban a poner peores y había que defenderse e intentar sobrevivir.
Ahora, ante la incertidumbre de lo que vendrá, Enríquez se muerta positivo y motivado con las nuevas habilidades de El Volador gracias a las cuales, aunque ha bajado la producción, están consiguiendo pagar los salarios de los 27 trabajadores -estén en casa o haciendo guardia- que aunque son como una familia, “son muchos para pagar una nómina”.