Luna Miguel, escritora, editora, poeta y scout literaria española, habló con SinEmbargo sobre una de sus obras más íntimas: Caliente, un conjunto de citas, entrevistas, reflexiones sobre el deseo, el amor plural, el placer y el autoplacer.
Ciudad de México, 15 de junio (SinEmbargo).– “Hemos romantizado y objetualizado tanto el cuerpo de las mujeres precisamente por lo mucho que lo desconocemos, porque vemos realmente el cuerpo como algo extraño y exótico e inalcanzable, extraño y deseable”, precisó en entrevista la escritora y editora española Luna Miguel.
La autora habló con SinEmbargo sobre su obra Caliente (Lumen), la cual conjunta una serie de ensayos que se configuran como un tratado sobre erotismo que hace enfásis en la libertad del placer.
Se trata —como reseña la editorial— de “su narración más íntima sobre el deseo, el amor plural y la creación literaria; iluminadoras entrevistas en torno al placer y el autoplacer, y una lúcida lectura de una larga estirpe de escritoras que lo arriesgaron todo en su literatura, como Louise Glück, Cristina Morales, Annie Ernaux, Marina Tsvietáieva, H. D., Renée Vivieno Chris Kraus”.
Luna Miguel compartió que en este libro hace una selección de citas y referencias de estas autoras como parte de una invitación, “quizá la invitación más íntima y más sexy del libro”, que es: “ven conmigo a mi biblioteca, que te voy a enseñar mi subrayados”.
“Estoy hablando de cuerpos y de sexualidad todo el rato, pero la invitación más íntima que hago es: cuélate conmigo a mi biblioteca, que te voy a enseñar cuáles son las autoras que a mí me han hecho reflexionar sobre la sexualidad y esa es la invitación que más me agrada ver plasmada en este texto”, ahondó en la plática.
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—¿Este texto te muestra tal cual eres?
—Voy a ser muy directa, no. A pesar de la de la intimidad que parece colarse y de que la vivencia de una sea como la mecha que hace que todo arda en el texto. Yo creo que también una ya tiene recursos para saber utilizar la ficción y para poder distanciarse. Es muy difícil esta pregunta porque realmente de repente te lleva a replantearte muchas cosas de cómo trabajamos las escritoras y qué materiales escogemos a la hora de poner orden a nuestras ideas. No se ve tal cual soy en el sentido de que esa no es mi vida, ese no es mi retrato, pero sí que son mis ideas, entonces, claro, por eso es difícil responder. Digo que no, en el sentido más morboso de lo que podría entenderse, no como esa pregunta, pero digo que sí, si pensamos en que lo que me importa a mí de ese libro son las ideas y la investigación. Entonces ahí sí que soy yo, ahí sí que está mi pensamiento, es así que son mis ideas.
—¿Caliente se configura como un tratado sobre erotismo, sobre la libertad del placer a través de todas las citas y autores que expones?
—Me interesa mucho la investigación sobre la lectura y sobre qué consideramos erudición, a quién consideramos, o no, pensador o pensadora, sobre cómo la biblioteca conforma al autor. A mí me gustaría pensar que toda esa selección de citas y esas referencias a autoras son una invitación, quizá la invitación más íntima y más sexy del libro, que es: ven conmigo a mi biblioteca, que te voy a enseñar mis subrayados. Estoy hablando de cuerpos y de sexualidad todo el rato, pero la invitación más íntima que hago es: cuélate conmigo a mi biblioteca, que te voy a enseñar, cuáles son las autoras que a mí me han hecho reflexionar sobre la sexualidad y esa es la invitación que me que más me agrada ver plasmada en este texto.
—¿Por qué cuesta tanto trabajo hablar tan abiertamente sobre la masturbación, particularmente sobre la masturbación femenina?
—Es una herencia histórica, es un gran tabú, o sea, es un muro que está ahí, es el muro de Juego de Tronos impenetrable, que está ahí, que no te deja ver lo que hay al otro lado, y no sabes si lo que hay al otro lado es bueno o malo. Los tabús son muros que vienen desde que existimos prácticamente como seres humanos y no sé si vamos a poder destruirlo alguna vez, pero el trabajo interesante es poder pillar un martillo y empezar a darle golpes.
Durante muchos años, hemos conseguido martillear fuerte este muro, lo que no quiere decir que no siga siendo un tabú y especialmente cuando se trata de la experiencia femenina, ni siquiera del cuerpo sino de la experiencia. Antes te decía: ese libro no es mi cuerpo, pero ese libro son mis ideas. Entonces cuando se trata de las ideas, sobre el deseo de las mujeres, también hay una censura íntima de todas esas cuestiones y tiene qué ver pues obviamente pues la herencia machista que tenemos en nuestras venas y tiene que ver también con el pudor excesivo que impregnan nuestras sociedades.
Entonces siendo conscientes de que vivimos en un momento de apertura y en un momento en el que muchos tenemos estos martillos para repiquetear ahí en ese muro. Yo creo que deberíamos ser generosas y generosos, y preocuparnos no sólo por reivindicar nuestro placer sino ayudar a otros a reivindicar el suyo, hay que ser generosos en ese sentido porque de qué sirve que yo reivindique mi placer si el tabú sigue pesando de manera tan atroz en el placer de los de al lado.
—¿Crees que como sociedad nos rehusamos a ver el cuerpo femenino como un sujeto de deseo y no como un objeto de deseo?
—El cuerpo de las mujeres cisgénero siempre ha sido un reclamo artístico, literario, pornográfico, publicitario y en parte también porque lo entendemos poco. En el mismo libro se habla, por ejemplo, que el clítoris no se estudió hasta hace bien poquito. Es decir, sabemos cómo funcionan todas las razas de peces y todos los tipos de peces que hay en el mar Mediterráneo, pero no conocemos cómo funciona un clítoris. Creo que hemos romantizado y objetualizado tanto el cuerpo de las mujeres precisamente por lo mucho que lo desconocemos, porque vemos realmente el cuerpo como algo extraño y exótico e inalcanzable, extraño y deseable. Es precisamente eso porque no se conoce, porque no hemos mostrado interés en saber qué significa el cuerpo de la mujer.
—¿Qué tanto la pornografía impacta en la manera en la que entendemos nuestra intimidad y nuestras relaciones sexuales?
—Yo soy defensora de la pornografía porque al final me parece como si soy defensora de la literatura erótica, puedo ser defensora del cine erótico también. Lo que pasa es que evidentemente el mundo en el que vivimos la pornografía que se nos entrega es muchas veces sin consentimiento, de una manera bastante mal ejecutada, bastante horrible, y bastante muchas veces lejana a la realidad.
Tampoco hay que echarle la culpa de todo la pornografía porque si al final recurrimos para formarnos a la pornografía es porque no tenemos otro lugar en el que formarnos con respecto a la sexualidad. Si los adolescentes recurren a la pornografía para iniciarse en la investigación sobre su propia sexualidad es porque apenas existen manuales, libros, conversaciones, porque sigue estando, si el sexo está ausente en el resto de la vida, de las facetas de la vida, si el conocimiento y la información sobre la sexualidad está ausente es normal que se busque en los lugares más oscuros del Internet, dónde aprender o dónde conocer todo eso.
Para mí el problema no es tanto la existencia de la pornografía como la ausencia de información y la ausencia de lugares en donde se puede acceder a un conocimiento sobre el cuerpo ajeno, el cuerpo propio y el cuerpo ajeno. Y también esto es otra cosa, muchas veces pensamos que la sexualidad debe descubrirse por uno mismo, alejado de todo, solo en su casa, cuando sería hermoso poner a los adolescentes a hablar también.
Si no sabes las posibilidades que hay en el mundo cómo vas a poder elegir lo que te gusta también. Y si no sabes lo que te gusta, cómo vas a poder consentir. Entonces es un debate mucho más complejo y por eso digo que que no todos los males del mundo están solo en la pornografía, sino que están en general en los tabús sociales, que nos provocan pudor y que nos provocan dolor a la hora de investigar sobre nuestra sexualidad y la sexualidad ajena.