Ciudad de México, 15 de mayo (SinEmbargo).– La dedicatoria de Mirreynato, el nuevo libro del académico y periodista Ricardo Raphael está dedicado a sus hijos, “quienes ya saben distinguir entre el mérito y la lotería”, según palabras del propio autor.
Síntoma de los nuevos tiempos: la ostentación como cédula de identificación cuando la desigualdad social crece con desmesura irrita a la población mexicana, sobre todo merced al auge de las redes sociales que no dejan nada librado a la imaginación.
El sólido y agudo trabajo de Raphael, analista político, conductor del programa "Espiral" de Once TV México, articulista de El Universal y coordinador de la Maestría en Periodismo en el CIDE, fue editado por Planeta y ya lleva más de 25 mil ejemplares vendidos, lo que demuestra hasta qué punto este pensador lúcido y humanista ha tocado una llaga que duele y mucho en el corazón de la conciencia nacional.
“Este libro no es resultado del resentimiento sino de la conciencia sobre una realidad difícil de negar: en uno u otro momento todos los mexicanos tenemos algo de mirreyes. Por eso es que toleramos vivir en el Mirreynato sin rebelarnos; algo nos conviene de este régimen que nos inhibe de denunciarlo y combatirlo. Acaso todavía no nos indigna lo suficiente”, afirma el autor.
Describe así a esos personajes ostentosos que suelen sacarse fotos de sus tours lujos por Europa o Medio Oriente, haciendo gala de un estilo de vida para el que no han tenido que realizar ningún esfuerzo y que supera ampliamente el nivel económico de la mayoría.
En su libro Mirreynato. La otra desigualdad, Ricardo Raphael describe caso por caso un nuevo fenómeno social: el de los hijos de los políticos o empresarios cuyas tres mil familias tienen ingresos de 84 mil pesos diarios, contra los 21 pesos que perciben diariamente más de tres millones y medio de familias más pobres.
Y el hecho bien valió una entrevista más que reveladora.
–¿Es un libro para diferenciar el mérito de la lotería?
–(risas) Sí es un reclamo a la manera de cómo estamos construyendo sociedad. Hemos reproducido una serie de patrones que permiten desigualar y discriminar con toda impunidad. Es un reclamo a ese régimen que llamo Mirreynato, que remite a formas de conducirse que se habían visto en el siglo XX, pero que cambiaron profundamente en el siglo XXI. Es un libro sobre la desigualdad.
–Comienzas el libro con un dato revelador cual es que la sociedad mexicana empobrece más cada día, un proceso inverso al resto del continente latinoamericano, donde con matices la pobreza ha disminuido notablemente…
–Sí, pareciera que la de México es una fotografía que no se mueve. Insisto mucho en distinguir desigualdad de pobreza. Este libro lo que hace es tratar de cambiar la mirada y explicar la distancia entre escalones, observando la desigualdad. No disminuyó la desigualdad en Latinoamérica. Sí disminuyó en Brasil. En Bolivia, bajó la pobreza. Es importante distinguir esto. En México lo que crece es la desigualdad y la pobreza se mantiene en los niveles históricos que vienen de 1991. Sigue siendo gravísima, claro. Ahora bien, es importante aclarar que la brecha de desigualdad entre lo que ganan los que están arriba y lo que ganan los que están abajo se sigue abriendo. Por eso me esfuerzo en explicar el fenómeno desde el punto de vista económico, sino también cuáles son los mecanismos de trato, de estilo, que marcan esa desigualdad y que se define fundamentalmente por un concepto de discriminación.
–En esa foto fija revelas un panorama de una escasísima movilidad social, incluso en el siglo XXI.
–Esa es la explicación de por qué la desigualdad crece. Había en México el mito bastante real de que quien nacía en los primeros pisos si se esforzaba podía tomar el ascensor. Todos los datos indican que tenemos el ascensor descompuesto. Solamente 3 por ciento de los primeros pisos en México llegan a morir en el piso 10. Por el contrario, sólo el 4 por ciento de los que nacen en el penthouse tienen la posibilidad de morir abajo y más del 40 por ciento de posibilidades de quedarse a vivir en el penthouse él, su hijo y su nieto.
–No por nada citas a Thompas Piketty, sobre todo en lo que se refiere a la gran acumulación de la riqueza, el signo de nuestros tiempos.
–La verdad que fue una circunstancia afortunada. Cuando estaba escribiendo el libro se publicó en inglés el libro de Piketty (El capital en el siglo XXI) y te diría que fue una referencia importante. Lo que me impidió ser más enfático al respecto es que hay un problema de Piketty con México. Los datos que él maneja para Francia, Inglaterra o Alemania no están a disposición en México. Las declaraciones de impuestos que usa Piketty para demostrar la concentración de riqueza no las tenemos aquí, no son datos públicos pues Hacienda no los entrega, el SAT [Sistema de Administración Tributaria] no los entrega. La ausencia de datos es prueba de cómo el sistema protege al que vive en el penthouse. Ahora bien, trabajos en el Colmex, por ejemplo, usando el sistema de Piketty descubrieron que hay 3 mil familias en México que ganan 84 mil pesos al día y en la otra esquina tienes a 3 millones ganando 100 pesos diarios. En nuestro país, esas tres mil familias tiene posibilidad de acrecentar su riqueza, entre otras cosas porque aquí no existe el impuesto a la herencia. Quiere decir que si el Estado no puede combatir la desigualdad se convierte en un cómplice de esa desigualdad, que es uno de los datos más fuertes del libro. Hay un Estado diseñado para proteger al régimen mirreynal que no sólo posee poder económico, sino que también gobierna a los jueces, la policía, los funcionarios y el parlamento.
–Son los ricos del poder, no los que ganaron su dinero vendiendo ladrillos…
–El libro alude a los que se hicieron ricos al amparo del Estado. En la lista de los cinco más ricos de México elaborada por Forbes, cuatro construyeron su riqueza al amparo estatal: minas, transportes, trenes, telecomunicaciones, televisión…
–¿Hay otro tipo de fortunas?
–Sí las hay, pero no tienen liderazgo político. De hecho, el libro ha tenido muy buena recepción por parte de algunos de ellos. Sí hago una distinción entre dos tipos de fortunas en nuestro país. Las que están enmarcadas dentro del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) y las que no. Porque además esas son los organismos cúpula donde vas a observar a ese tipo de empresarios que viven al amparo del gobierno. Los otros tipos de fortunas se hicieron con personas que empezaron desde abajo, que están preocupadas por la cultura del esfuerzo y que me han invitado para hablar del tema. El empresario zapatero de León, el industrial de Monterrey, se parecen más al pionero y va a ver en el Mirreynato un reflejo de lo que le molesta.
–Muchas organizaciones políticas independientes como Podemos en España están haciendo crecer grietas en el capitalismo salvaje, de mercado versus producción, ¿cuál es tu visión al respecto?
–El argumento de Thomas Piketty es que si las cosas siguen así, hacia 2025 vamos a tener un nivel de concentración de riqueza muy parecido al del 1900. Estamos hablando de 84 fortunas que tienen en sus manos que si la organización Oxfam no se equivoca tienen en sus manos el 27 por ciento de la riqueza del mundo. Es interesante ver en este contexto que los países en desarrollo tienen menor nivel de concentración de riqueza que los países desarrollados, porque cuando una economía se está desarrollando como sea salpica. Este puede ser el fin del capitalismo como lo conocemos, porque genera violencia y destruye consumo. Si los Estados no son traídos de vuelta para enfrentar estas asimetrías vamos a vivir en sociedades muy fracturadas, muy polarizadas. Hay países que han traído de vuelta al Estado y en ese sentido Perú es el más exitoso en lo que hace a la disminución de la pobreza, Ecuador no lo hace mal, Bolivia tampoco… La gran pregunta es cuál es el papel del Estado ahora que el régimen neoliberal demostró su fracaso.
–Cuando escribes este libro, ¿piensas en el pasado inmediato mexicano?
–No añoro el régimen político del siglo XX mexicano. Tenía sus formas de funcionamiento que hacían más predecible lo que iba a ocurrir, autoritaria pero predecible. Por ejemplo, una de las reglas era: Nadie ostenta más que el Presidente, lo que equivalía a decir que nadie podía ser más corrupto que el Presidente. Había un techo. ¿En qué sistema estamos hoy? Hoy el Presidente es muy corrupto, pero hay quienes son más corruptos que él y lo peor es que el Presidente no tiene autoridad moral para señalar al corrupto. Suponiendo que le hablara al Gobernador de Chihuahua para decirle: –Señor, Duarte, no puede usted comprarse un banco a su nombre con los fondos de la tesorería del Estado, el Gobernador le respondería; –Señor Presidente, ¿entonces su Casa Blanca qué? Lo que cambió es que se terminó el techo. Se democratizó la corrupción, la impunidad y en ese sentido es peor, porque se volvió todo caótico e impredecible. Pero junto a eso, lo que tenemos ahora es una enorme cantidad de luz, una lupa muy grande, observando los fenómenos de corrupción, de ostentación, de impunidad. Eso enoja más y genera reacciones. Del otro lado me temo que quienes son beneficiarios sobresalen con su ostentación e impunidad porque eso los protege de la ley, de la autoridad. Es un fenómeno muy mexicano. Si Justin Bieber se pasa el alto con su automóvil último modelo en Beverly Hills lo va a detener la policía y le va a quitar la licencia o le va a poner una multa muy alta. En México, lo más probable es que el policía de vuelta la cara para el otro lado. Esto explica por qué los juniors versión 3.0, lo que llamo los mirreyes, racionalmente quieren presumir y quieren ostentar. A mayor ostentación, mayor protección tienen, menos costos por sus actos. Eso cuesta mucho dinero. Están financiando la ostentación y la impunidad con el dinero extraído del Gobierno mexicano. Esto no significa que quiera regresar al pasado, al sistema de Partido único, pero que no me digan que esto es una democracia, porque no lo es. Estos elementos que menciono desigualan.