Óscar de la Borbolla
15/04/2024 - 12:03 am
El peor de todos los errores
"No son muchas las personas que viven de acuerdo con una vocación; la mayoría vive como puede: hilvanando modos de ganarse la vida sin que ninguna de esas formas realmente lo enamore".
Hay de errores a errores. Es muy distinto equivocarse en la suma de una compra en una tienda de abarrotes que equivocarse en la contabilidad de una gran empresa; dar un mal paso y caer de bruces sobre el pasto, a que el mal paso nos conduzca desde un despeñadero hacia el abismo... El error a secas es un fallo en todos los casos; pero la gravedad o insignificancia de las consecuencias abre unas distancias inconmensurables.
Los errores también se distinguen por el contexto donde se producen: un fallo en el terreno sentimental es muy distinto de un error laboral, de un error político, de un error científico y a su vez todos estos, más otros mil, son muy diferentes entre sí. Por ejemplificarlo baste decir que en el terreno sentimental, el error puede traducirse a cambiar pañales por un tiempo, mientras que un error político puede llevarlo a uno a la cárcel por tiempo indefinido.
Los errores, además, se producen en el mundo humano y en la naturaleza. De los primeros no hace falta argumentar, pues se reconocerá fácilmente que ninguna persona está exenta de meter la pata. Con la naturaleza, en cambio, aunque parezca perfecta, basta con recordar esos dolores cervicales que son el resultado de lo esbelto de nuestro cuello en relación con el peso de nuestra cabeza: estamos tan mal hechos que tarde o temprano todos terminamos por sentir esa descarga eléctrica que se extiende de la nuca a los hombros y que, a veces, llega hasta los brazos: un buen doctor Frankenstein nos habría colocado un cuello varias veces más poderoso y grueso.
Casi podría decirse que en el universo entero ocurren errores y que nada es tan universal como el error. Sin embargo, hoy quisiera referirme a un error que se torna particularmente importante por la nulidad en la que convierte nuestra vida: suele ser fruto de nuestra propia decisión y lo convertimos en el eje de nuestros actos; es voluntariamente tomado y nos encadenamos a él sin apartarnos nunca. Se trata de un error curioso, pues no es consecuencia del descuido, sino de la deliberación, del cálculo más cuidadoso y racional, y que hace que nos entreguemos a él convencidos de que es lo mejor para nosotros. Es un error que nos toma tan encandilados que incluso se nos impone como si fuera (y termina siéndolo) nuestra vocación.
No son muchas las personas que viven de acuerdo con una vocación; la mayoría vive como puede: hilvanando modos de ganarse la vida sin que ninguna de esas formas realmente lo enamore; su actividad es sencillamente un medio y no un fin para su vida. Las personas con "vocación" son quienes se encuentran en el peligro de incurrir en el grave error del que hablo: artistas, científicos, religiosos... Cuando uno siente el llamado de alguna "forma de vida" y por ese"llamado" renuncia prácticamente a todo para entregarse en cuerpo y alma a él es cuando el peligro está delante. A veces, el demasiado convencimiento es clave para forjarse una vida nula.
Daré unos ejemplos: muchos geómetras —antes de Lobachevski o Riman, los llamados no-euclidianos— inmejorablemente preparados entregaron sus vidas a tratar de demostrar que la Proposición de las Paralelas en la geometría de Euclides era en el fondo un axioma. Resulta que ninguno lo logró y se les fueron los años emborronando cuartillas y dándole de vueltas al asunto sin sacar nada en claro. Existe incluso la carta de uno de ellos, un padre geómetra que le escribe a su hijo, geómetra también, una frase que lo resume todo: "No te pierdas en la Paralelas". Otro ejemplo, es el de los poetas anónimos, esas personas que han entregado su existencia a las palabras y hoy no tienen siquiera, al igual que los soldados, un monumento que se llame: Tumba al Poeta Desconocido.
¿Cuántos de nosotros no estaremos en este triste caso? ¿Cuántos no habremos tenido una vida no útil para nadie y, encima, inútil para nosotros mismos? Esto, por donde quiera verse, es quizás el peor de todos los errores: servir únicamente como un ejemplo en este texto.
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