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Jorge Alberto Gudiño Hernández

15/04/2023 - 12:05 am

Plagios y GPT

Tal vez algún día, GPT pueda inspeccionar no sólo la red sino nuestros discos duros. Sin duda, mejorará con el paso de los años. Llegará, pues, el momento en que yo no sea capaz de distinguir entre lo que escribe un alumno y ese sistema.

El logo de OpenAI en un celular frente a una pantalla de computadora que exhibe un texto generado por ChatGPT. Foto: Michael Dwyer, AP

Recuerdo con meridiana precisión la primera vez que un alumno me entregó un trabajo plagiado. Lo recuerdo porque, pese a mis sospechas, no fui capaz de demostrarlo pese a que había elementos evidentes (como la palabra “longanimidad”, de uso poco frecuente entre mis alumnos universitarios). Quiero pensar que es la única ocasión en que se me ha pasado un plagio, pero sé que es más un buen deseo que una realidad. Tanto, que así se los digo a mis alumnos: “pueden plagiar todo lo que quieran pero, si los descubro, están reprobados”.

Recuerdo, ahora, el primer texto generado por GPT-3 que un alumno intentó hacer pasar por propio. Lo recuerdo porque fue esta semana. Sabemos que este chat es un modelo capaz de generar contenido a partir de los parámetros que dan los usuarios. Es decir, si uno le pide que escriba un texto como esta columna, a partir de los parámetros estilísticos que me caracterizan, sobre un tema determinado, generaría un texto que, teóricamente, podría yo hacer pasar por propio.

No así mi alumno. Debo confesar que el primer párrafo no estaba nada mal, que no había faltas de ortografía en todo el texto y que, en general, podría haber sido un trabajo superior al de varios alumnos de los primeros semestres. El problema es que no tenía consistencia. Ni estilística ni argumental. Pasaba de un tema al otro y, además, lo hacía cambiando la forma de la escritura. Alternaba frases con subordinaciones imposibles con otras demasiado breves, utilizaba lenguaje dominguero al mismo tiempo que otro muy coloquial… Y no había una línea argumental que se pudiera seguir.

Es claro que no descubrí que había sido escrito por GPT-3 gracias a mis capacidades de lectura sino a que, ante la rareza del texto, decidí platicar con el alumno. Tras un breve intercambio de apreciaciones, me confesó que había hecho el ejercicio con el chat de marras. Lo curioso es que, además, me aseguró que no era un plagio, pues no se lo había copiado a nadie. Le respondí arguyendo que había intentado pasar por propio un texto ajeno y discutimos un rato.

Ahora bien, lo interesante del experimento es que el texto salió mal básicamente porque había utilizado mal los parámetros, por una parte, y porque no había suficiente material en el cual basarse. Explico. Varios periodistas han hecho el experimento que mencioné más arriba. Ésta, por ejemplo, es mi entrega 423 de la segunda etapa de mis colaboraciones en SinEmbargo. Si le pido a GPT que escriba un texto como si fuera mío, tiene más de medio millar de ejemplos de donde sacar componentes estilísticos (para bien o para mal). Mi alumno no tenía nada publicado, por lo que esa puerta se cerró de golpe.

Tal vez algún día, GPT pueda inspeccionar no sólo la red sino nuestros discos duros. Sin duda, mejorará con el paso de los años. Llegará, pues, el momento en que yo no sea capaz de distinguir entre lo que escribe un alumno y ese sistema.

Más allá de las implicaciones en el campo del conocimiento y de la razón de ser de las tareas que involucran procesos de escritura, esto también detonará una revolución ética: ¿Por qué celebramos cuando la tecnología crea robots que hagan mejor que uno ciertas actividades mecánicas (como pintar un coche o destapar tuberías anegadas y cientos más) y nos escandalizamos cuando le pedimos que haga un texto “como si fuera nuestro”? De momento, se me ocurren varias respuestas. Sin embargo, no estoy seguro de que éstas vayan a ser válidas e irrefutables. Habrá que esperar.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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