Pedro Mellado Rodríguez
15/03/2024 - 12:05 am
¿Quién secuestró al periodista Jaime Barrera?
El secuestro de Jaime Barrera fue una advertencia para él y para los colegas que excepcionalmente asumen con vigor y determinación sus deberes con la verdad y con la gente.
Todas las vidas son importantes y todas las personas son igualmente valiosas. Y más se aprecia la vida en un estado como Jalisco, primer lugar nacional en personas desaparecidas, más de 15 mil hasta el corte más reciente de marzo, de las cuales, a 8 mil 354 se les perdió el rastro en la actual administración del emecista Enrique Alfaro Ramírez, según ha documentado con singular devoción y tenacidad el exrector, investigador y académico de la Universidad de Guadalajara, Víctor Manuel González Romero.
La vida es singularmente valiosa en Jalisco, donde el dolor conmueve hasta las fibras más íntimas cuando está claro que durante el actual Gobierno se han superado las cifras de homicidios cometidos en las dos más recientes administraciones, la del panista Emilio González Márquez y la del priista Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. Pues en este sufrido y doloroso sexenio de Enrique Alfaro, que termina el próximo diciembre, han sido asesinadas 11 mil 245 personas, muy por encima de las 8 mil 738 ultimadas en el Gobierno de Jorge Aristóteles y de las 6 mil 112 de la administración de González Márquez, según datos consolidados también por el doctor González Romero.
Y todas estas barbaridades sólo son explicables porque en Jalisco está asentado el cártel criminal más poderoso y violento de los tiempos modernos, el Cártel Jalisco Nueva Generación, tema al que prácticamente nunca se refiere el gobernador Alfaro Ramírez. Apenas el pasado 11 de enero el periódico Mural publicó que “con el argumento de que hablar de un grupo criminal es promocionarlo, Enrique Alfaro evitó responder preguntas sobre el reparto de regalos y dulces desde vehículos con las siglas del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Mazamitla”.
Jalisco es un enorme cementerio clandestino y una zona de muerte, lo que convierte a la vida en un bien superior muy apreciado. Todas las personas son igual de valiosas y todas las voces tendrían que ser atendidas. Pero hay algunas voces que adquieren singular relevancia cuando se convierten en amplificadores a través de las cuales se expresan las personas que no tienen voz o que callan por temor, hasta extraviarse en el silencio de los inocentes, que padecen el mismo destino de quienes claman en el desierto y nunca son escuchados.
Por eso causó singular consternación, profunda preocupación y angustia, en su familia y en el gremio, el secuestro del periodista Jaime Barrera Rodríguez, entre la tarde del lunes 11 y la madrugada del miércoles 13 de marzo del 2024. Periodista por vocación, con más de 35 años en el oficio, ha transitado entre las penurias, carencias y estrecheces naturales de la profesión, para mantener a salvo la dignidad y el decoro, con el siempre desmesurado afán y poco reconocido esfuerzo, de atender los reclamos de la verdad y de la gente agredida y agobiada por poderes formales y fácticos que, atrapados por la locura frenética de la ambición, agreden y desprecian al pueblo, al que hipócritamente aseguran servir.
A los periodistas nadie los designó o escogió para ser voceros de alguien. Sólo la vocación y la convicción les compromete en la búsqueda de la verdad y en defensa de la gente, que vive lejana a la hipócrita ostentación de los corruptos y abusivos, que se entreveran entre el poder del dinero, de la política, de la delincuencia de cuello blanco y del crimen organizado y que, en muchos casos, transitan por los mismos caminos y en defensa de la misma infame divisa. Son, con muy singular frecuencia, ramas podridas del mismo árbol y eso hace muy difícil y complejo diferenciarlos a unos de otros.
Sin estridencias, desde una modesta columna en el periódico El Informador, Jaime Barrera ha hablado en los tiempos recientes de las calamidades que agobian a Jalisco: la presencia ominosa e impune del crimen organizado que contamina y controla todos los horizontes de la entidad; la negligente actitud del Gobierno estatal frente al problema de los desaparecidos, calamidad que también involucra a las bandas delictivas, locales y foráneas; la falta de sensibilidad y empatía del gobernador Alfaro Ramírez con las familias que angustiosamente buscan a sus seres queridos, que están desaparecidos; la profunda crisis forense que agobia a la entidad por lo miles de cuerpos sin identificar; y por encima de todo, Jaime Barrera ha vivido el permanente rechazo, desprecio y acoso del gobernador Enrique Alfaro, que en los años recientes no ha mostrado, ni simpatía ni respeto, ni consideración alguna por el periodista, ni en lo personal, ni en lo profesional.
Alfaro cumplió con el más elemental deber de que su Gobierno operara la búsqueda de Jaime Barrera Rodríguez, obligado por la presión social y gremial, lo que le ofreció la oportunidad de exhibir, con el supino oportunismo de los simuladores, una preocupación que difícilmente pudo haber sentido por la suerte de un periodista que no le ha resultado nada grato en los tiempos recientes.
¿Quién secuestró a Jaime Barrera y le robó la tranquilidad a él y a su familia? ¿Cuáles fueron las razones? ¿Quién ordenó tal despropósito y abuso? ¿A quién, del presente o del pasado le molesta la presencia de Jaime Barrera en su modesta columna diaria del periódico El Informador? ¿Qué ecos de negocios turbios al amparo del actual o de los pasados Gobiernos, con la administración o explotación de las cárceles, con los desarrollos inmobiliarios solapados por la ilegalidad y la avaricia, o vinculados con la grosera impunidad que abriga, protege y deja actuar sin el menor recato al crimen organizado, podrían explicar el secuestro de Jaime Barrera?
El secuestro de Jaime Barrera fue una advertencia para él y para los colegas que excepcionalmente asumen con vigor y determinación sus deberes con la verdad y con la gente.
El Gobierno de Enrique Alfaro Ramírez está obligado a investigar y capturar tanto a los responsables materiales como intelectuales de este secuestro. Para que rindan cuentas, paguen sus delitos y aclaren el fondo de tan delicado asunto. Y si las fuerzas o la voluntad no le alcanzan, que pida ayuda al Gobierno federal. Dirán los puristas que técnicamente Jaime Barrera fue privado ilegalmente de su libertad, porque nadie pidió algo a cambio para liberarlo. En los hechos reales, fue secuestrado, porque a cambio de su liberación, quedó comprometido su silencio.
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