Gustavo de Hoyos Walther
15/02/2022 - 12:04 am
Involución democrática
La autoridad dejó de ser omnímoda para convertirse en un régimen de poder compartido por un gran mosaico de instituciones que reflejaban la diversidad del país, lo que se fortaleció por la creciente competitividad de diversas formaciones partidarias.
La transición de México hacia la democracia ha sido un proceso gradual. Lento para muchos. Pero la gran mayoría coincide en que a partir de la década de los 90 y hasta 2018, con diferentes ritmos y retrocesos ocasionales, el país había venido experimentado una evolución multifactorial hacia la maduración democrática.
Así, el Congreso de la Unión dejó de ser un poder subordinado al Poder Ejecutivo y las diferentes instancias del Poder Judicial de la Federación empezaron a emitir resoluciones que muchas veces iban en contra de la voluntad presidencial. A su vez se creó un sistema de instituciones autónomas y colegiadas, encargadas de funciones de alta relevancia y especialidad técnica, y otras a las que se asignaron delicadas funciones de evaluación y fiscalización de la actuación de órganos y dependencias del Gobierno. La prensa también se modernizó y se hizo más plural, dando voz y resonancia a distintas ideologías y corrientes políticas.
La autoridad dejó de ser omnímoda para convertirse en un régimen de poder compartido por un gran mosaico de instituciones que reflejaban la diversidad del país, lo que se fortaleció por la creciente competitividad de diversas formaciones partidarias.
Nada de esto ocurrió sin problemas y contratiempos, con avances y retrocesos. Con distorsiones que paulatinamente se fueron corrigiendo, en la mayor parte de los casos.
A la par, el ogro filantrópico del que habló Octavio Paz dejó de ser menos ogro aunque incrementó su filantropía, al poner en marcha programas que atendían a los sectores de la sociedad más depauperados.
Sin embargo y a pesar de la evolución de la democracia y la consolidación de las libertades, siguieron cabalgando en México los que podríamos llamar cuatro jinetes del apocalipsis de la democracia mexicana, y que en buena medida sirvieron de catalizador para el arribo al poder del movimiento político fundado y liderado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Dichos jinetes son la pobreza sin movilidad, la marginación regional, la inseguridad física y patrimonial, y la corrupción con impunidad.
Pero como ya fue advertido por muchos, la llegada del obradorismo representó una agudización de los estragos cotidianos que dejan ya por décadas los cuatro jinetes a lo largo del país. Con el nuevo régimen, la pobreza ha crecido, la marginación regional es mayor, la corrupción se ha incrementado -tocando incluso el entorno íntimo del Presidente-, y los mexicanos tienen menos seguridad física y patrimonial que nunca antes.
La falta de capacidad del nuevo régimen para mejorar la realidad que le permitió acceder al poder, se agrava por las acciones de corte autoritario que ahora también hacen retroceder a México en la vivencia de los valores democráticos y las libertades.
Un signo inequívoco de ello es que la revista británica The Economist acaba de publicar un reporte sobre las democracias en el mundo, en el cual, el actual régimen mexicano no queda bien parado, pues ya no es considerado un sistema democrático, sino que ahora es clasificado como un régimen híbrido: mitad democracia, mitad autoritario. Este retroceso es una verdadera tragedia, en un país que en las últimas décadas avanzó en una lenta evolución para mejorar sus instituciones y gobernanza democrática.
Los editorialistas de The Economist parecen tener razón, pues en los tres años del Gobierno federal encabezado por el Presidente López Obrador, se han estado debilitando, desmantelando e incluso aniquilando diversas instituciones democráticas.
The Economist señala que México retrocedió en el Índice de la Democracia al ubicarse en el lugar 86 de un total de 167 países estudiados. La mayor centralización del poder, el ataque al órgano electoral independiente, la presunta asociación del Gobierno con el narcotráfico que permitió el triunfo del obradorismo en varias entidades en las elecciones de 2021, son algunos de los aspectos que los redactores del informe de The Economist consideran preocupantes en la marcha mexicana hacia un continuó deterioro de la democracia. La revista también observa que, aunque la popularidad personal del Presidente mexicano se mantiene robusta, lo cierto es que la mayoría de los mexicanos desaprueban muchas de sus acciones de Gobierno.
El reto del país es ahora dual. Por un lado, el siguiente Gobierno deberá restaurar los valores e instituciones democráticas que han sido deconstruidos por el obradorismo.
Y al mismo tiempo, a través de políticas de largo plazo, pero con efectos en lo inmediato, atender de forma definitiva la erradicación de la pobreza extrema, la marginación regional, la corrupción con impunidad y la inseguridad física y patrimonial. Ya es tiempo de se empiece a construir y sin temor a la grandeza, un México Ganador para todas y todos.
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