Ciudad de México, 15 de enero (SinEmbargo).- Al calor del verano se llama la nueva novela de John Katzenbach. En sus páginas, un asesino que tiene aterrorizados a los habitantes de Miami elige como interlocutor a un reportero de uno de los periódicos más importantes de la ciudad.
Se establece entonces una relación casi enfermiza en la que el reportero intenta ganarse la confianza del asesino sin que éste se aperciba, a la vez que pretende desenmascararlo.
Maestro en el suspenso psicológico, el autor estadounidense dio a conocer en la reciente edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara la novela El estudiante, un thriller frenético que resultó uno de los títulos más vendidos en dicho encuentro literario.
John Katzenbach es también autor de El psicoanalista, historia protagonizada por Timothy Moth Warner, un estudiante de postgrado de la Universidad de Miami, que compagina sus clases con las reuniones de autoayuda para superar su adicción al alcohol.
Nacido en 1964 en New Jersey, el autor posee una larga trayectoria como periodista especializado en temas judiciales, con trabajos para medios como The Miami Herald y The New York Times, entre otros.
También es autor de La guerra de Hart, Juicio final, Retrato en sangre, La sombra y El profesor.
–Además de escritor, es usted alguien muy especializado en la psicología, ¿es verdad?
–(risas) Es la primera vez que me hacen una pregunta semejante. La psicología fue un tema de gran interés para mí en la juventud. Pero solamente en un sentido literario, no en un sentido clínico. Todo lo que he aprendido de psicología a lo largo de estos años me ha servido para construir los perfiles de mis personajes, con el objetivo de hacerlos más reales. Creo que he tenido cierto éxito en ese sentido y además he ganado muchos amigos en el campo de la psiquiatría. De hecho, suelo irme de pesca con algunos psiquiatras y psicólogos que son mis amigos y me la paso muy bien.
–Le gustan las emociones fuertes…
–(risas) Efectivamente. Lo bueno de esa situación es que puedes pescar tranquilamente cuando estás rodeado de psicoanalistas. Porque cualquier tipo de ansiedad que surja se soluciona inmediatamente.
–Ahora bien, la psicología que permea en sus libros, trata de explicar el mal…¿es así?
–Sí, absolutamente. Y esto sucede porque uno de los aspectos que he descubierto en la escritura, especialmente en la novela El estudiante, es que sin importar qué tan malo seas o qué tan malvado sea un personaje, la respuesta ante la vida siempre resulta “normal”. Obviamente, tenemos el otro lado de la moneda. Los que son buenos en mis libros, por ejemplo, son obligados a actuar como malvados en determinadas situaciones, lo cual va creando la tensión en la historia.
–Esta tensión, ¿empieza por los personajes o por la historia en sí?
–Creo que van de la mano, que se nutren en forma simultánea. En mi caso no es que aparezca primero el personaje y luego el tema o al revés. Cuando empiezo a concebir el libro, todo se va dando en forma simultánea: los personajes, la situación, la tensión, la trama, etc.
–¿Hay algún personaje que le haya hecho la vida imposible?
–No. Los controlo muy bien. Tenemos que entender que cuando escribes, cuando estás en el proceso de realizar una novela, se crea una atmósfera en la que parece que los personajes están contigo, sentados a tu lado. Y a veces siento que los escucho hablarme, como si me guiaran, tanto los personajes malos como los buenos de la historia.
–Su literatura está muy ligada al cine de masas, ¿le preocupa ser reconocido por los intelectuales, por el mundo literario más ortodoxo?
–Esa pregunta es muy compleja para mí y no sé cómo responderla. Creo que uno siempre desea el respeto de sus pares y siempre tratas de involucrar a otros escritores en lo que estás haciendo, pero cuando te sientas a contar una historia intentando adaptarla a ciertas ideas preconcebidas o a ciertos modelos en auge, entonces fallas. Lo que hago en todo caso es tratar de contar la mejor historia de la mejor manera posible, con la esperanza de que así lo perciban tanto los lectores, como mis colegas o los críticos.
–¿Cuándo se da cuenta de que la historia está terminada y de que está escrita de la mejor manera posible, como dice?
–Nunca. Regreso a las páginas una y otra vez. Miro todos los libros que he escrito. Los abro, los leo y empiezo a pensar que tendría que cambiar una cosa de un lado a otro y así. Ahora bien, habiendo dicho esto, también creo fervientemente que cuando llego al final de un libro es el momento de publicarlo. Si no consigo focalizar ese final, me detengo y lo dejo en la mitad del proceso.
–¿Cómo es su rutina de escritura?
–Muy aburrida. Me levanto temprano. Lo primero que leo es la sección deportiva en los periódicos, me pongo a llorar un poco cuando mis equipos de béisbol y futbol americano pierden y luego le doy un vistazo a las noticias más importantes del mundo. Y me siento a escribir. Al mediodía hago un break para comer, hacer ejercicios y pensar en todo aquello que escribí en la mañana. A la tarde, entonces, vuelvo para reescribir todo lo escrito. Para mí, más importante que escribir es reescribir. Y es lo que me gusta decirle a los jóvenes escritores. Que reescriban. Que reescriban mucho.
